Esta última entrada del año la quería dedicar a hablaros de
un aspecto que quizás desconozcáis de la Primera Guerra Mundial, ya que este
año se cumple el centenario de su inicio. ¿Y que tendrá que ver la guerra con
la agricultura? os preguntareis; pues que los efectos colaterales de las
guerras tienen consecuencias de lo más insospechado.
Hace ya tiempo surgió una noticia
de que se había hallado una granada de mano petrificada en un saco de patatas en una frutería de Chiclana. Al parecer era un arma utilizada en la II Guerra
Mundial y procedía de la región de las Ardenas, en Francia. Esta historia me
dio pié a hablar sobre la venta a pérdidas de patata lavada francesa, pero dejé
la curiosidad histórica guardada en un cajón. Tiempo después, en la Semana
verde de Berlín, amigos periodistas belgas nos hablaron de la llamada “cosecha
de hierro” y un amigo y colega estadounidense, Steve Werblow me mandó un artículo suyo sobre el tema. Me pareció una historia tan
interesante que quería compartirla con vosotros.
Se conoce como “Cosecha de hierro” a todos los restos de artillería
(proyectiles, metralla, granadas) sin explotar y otro material de guerra
(alambre de púas, cascos, cañones de rifles…) que queda enterrado y va saliendo
a la luz una vez terminada la contienda. Tristemente el suelo europeo,
principal escenario de las dos últimas
guerras mundiales, es rico en este tipo de cosecha, y de hecho este término se
refiere principalmente a los restos de la Primera Guerra Mundial, encontrados
en los campos franceses y belgas por donde atravesaba el Frente occidental.
El Frente occidental atravesaba parte
de Bélgica, Francia y algo de Suiza. Fuente: Wikimedia Public Domain |
Se estima que cayó una tonelada de proyectiles por
cada metro cuadrado de tierra, y que alrededor
de uno de cada cuatro, al aterrizar en los campos fangosos de la zona, se hundía sin
explotar. Así, se han conservado muchos proyectiles latentes, todavía capaces de
matar, como lamentablemente ha ocurrido en demasiadas ocasiones. Por si fuera
poco también aparecen municiones que contenían gas mostaza, que aún hoy son
letales. Otro problema es la contaminación del suelo y el agua debida a la
corrosión de estas bombas.
Así quedó todo. Fuente |
Una vez terminada la guerra, el campo quedó completamente destrozado. Ni casas, ni árboles, ni ganado, nada, solo una tierra llena de cicatrices formada por agujeros, cráteres y trincheras. Unos pocos valientes decidieron recuperar sus granjas y sus tierras de cultivo, que habían sido removidas de tal manera por trincheras y proyectiles que la porción fértil quedó sepultada por una capa de arcilla difícil de trabajar. A pesar de todo, para 1930 se consiguió recuperar la fertilidad de los suelos.
La línea horizontal de color claro en el campo
arado evidencia una antigua línea de trincheras; al cavarlas todo el material arcilloso situado
en profundidad acababa en la superficie del suelo. Imagen cortesía de www.greatwar.co.uk
|
El tranquilo paisaje agrario que hoy puede verse por los
campos de Marne, Somme, Ypres y Verdún, esconde material de guerra depositado
allí desde entonces. Todos los años, varios miles de proyectiles son
encontrados por granjeros u operarios durante la construcción de carreteras,
tendidos subterráneos o en general cualquier actividad que supone cavar . Muchos
granjeros, mientras trabajan en el campo están pendientes de cualquier sonido
extraño. Un sonoro clanc, que interrumpa de repente el sonido del arado
cortando la tierra, puede ir seguido de una explosión, o no, por lo que, para
evitar daños al conductor, los tractores se acorazan por debajo.
Una compañía especializada del ejército belga es la
encargada de recoger y destruir todas estas municiones adecuadamente. Tiene su
base en la localidad de Poelkapelle y sigue totalmente en activo, ya que tiene que responder a unas 2000 llamadas al año, lo que da idea de la magnitud de la
herencia que dejó una guerra que tuvo lugar hace 100 años. La misma que le ha costado
al gobierno belga actual casi 140.000 euros en compensación por daños en tractores,
arados y cosechadoras.
Los restos más inofensivos vuelven a recuperar su función. Imagen cortesía de www.greatwar.co.uk |
Aun a pesar de todo, y en mi opinión, belgas y franceses aún pueden sentirse afortunados, ya que cuántas guerras habrá habido en todo el mundo que no hayan dejado extensas superficies de suelo fértil completamente minadas (voluntaria o involuntariamente), cuyos pobladores no hayan visto ningún esfuerzo por limpiarlas y mucho menos por compensar a los damnificados. Un ejemplo no tan lejano de otras “cosechas de hierro”, nos lo cuentan en este blog y es el de los más de 100 civiles afganos muertos o heridos al mes, la mayoría de ellos niños y granjeros, por minas o bombas sin explotar, muchas de ellas de los años ochenta, sembradas durante la guerra entre la Unión Soviética y Afganistán.
Y precisamente de los años ochenta es este video de Paul McCartney, "Pipes of Peace", que
me ha venido a la cabeza al escribir esta entrada, y que me va a venir estupendamente
para acabar con un punto de optimismo y de espíritu pacifista . Y es que recuerda el único alto el fuego
que hubo, precisamente el día de navidad de 1914, por iniciativa de los soldados de ambas trincheras.
Actualización 28/10/2019:
gracias al grupo de Twitter "Guerra en la Universidad"
descubrí que esta contienda tuvo más efectos todavía en el paisaje y la
naturaleza: con los soldados nortemericanos y el heno para sus caballerías
vinieron las semillas de una hierba (Sisyrinchium bermudianum) que decidió
quedarse en Europa a vivir. Aquí la fuente, por si os interesa el tema.
LA COSECHA DE HIERRO
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Oleh
conocer la agricultura