Otro año más he podido visitar la Semana Verde de Berlín. Y me ha vuelto a dar una envidia tremenda el comprobar la importancia que tiene la agricultura y ganadería en Alemania; no solo desde el punto de vista institucional (con la visita del ministro del ramo cada año) sino por el interés que despierta entre los ciudadanos (410.000 visitantes este año). Otro año también que me encuentro con el problema de no tener ni idea de alemán, aunque alguna palabreja suelta ya sí que entiendo: bauer (agricultor) o landwirtschaft (agricultura).
No quiero entrar en cifras ni en comparativas esta vez, pero
no puedo evitar preguntarme por qué en España no tenemos algo parecido, habida
cuenta que lo que reúne la Semana Verde – comida, bebida, música y bailes, animales,
tiempo libre, divulgación…- atraería de la misma manera a cualquier urbanita
español.
Ya entonces la feria tenía su papel educativo para los niños berlineses... Fuente: Servicio de prensa de la Semana Verde. |
... y hoy en día continua con ese importante papel. Fuente: Servicio de prensa de la Semana Verde. |
Quizás mirando al pasado podemos entender su importancia, así que esta vez contaré algunas curiosidades más bien históricas. Comencemos por el nombre. Cualquiera diría
que el nombre de “Semana Verde” se debe a una estrategia de marketing, ya que
lo verde vende, pues nada más lejos.
Todo comenzó a finales del siglo diecinueve, cuando una
asociación de agricultores solían mantener
sus conferencias de invierno (una estación de poco trabajo en el campo,
sobre todo en esas latitudes). Durante los días que duraban las conferencias se
aprovechaba para comprar y vender todo tipo de artículos agrícolas. Cada vez se
fueron organizando más, hasta que un granjero sugirió que la conferencia de
1926 se acompañara de una exhibición agrícola. Durante esos días la ciudad se
llenaba de agricultores, todos ellos vestidos con su típico loden verde oscuro,
de ahí el nombre que recibió este evento, bautizado así por los periodistas de
la época.
En aquellos tiempos el objeto expuesto más grande era este tractor de 100 cv, ruedas de metal y 4 metros de altura. Representaba el comienzo de la mecanización agrícola. Fuente: Servicio de prensa de la Semana Verde. |
Así que estamos hablando de una feria con mucha historia (88 años ya) que surge de una asociación de agricultores a nivel nacional. Me perdonen agricultores y ganaderos, pero es algo que me resulta difícil imaginar en España, donde tenemos la dichosa manía de hacer cada uno la guerra por nuestra cuenta.
Tres años después de la Segunda Guerra Mundial, en un Berlín
arrasado, los propietarios o beneficiarios de parcelas de tierra hicieron un
tremendo esfuerzo por resucitar este certamen. La feria se encontraba en el
sector “occidental”, sometida al bloqueo soviético y a continuos cortes de
electricidad. Eran años de escasez y evidentemente las principales atracciones
de la feria no eran otras que los alimentos. Hasta tal punto había escasez de
ellos que lo que parecían jamones y salchichas de los puestos no eran de carne,
sino de cartón.
Madrugando para entrar en la feria. Fuente: Servicio de prensa de la Semana Verde. |
Entrada sur a la feria. En sus inicios fue un mercado local, hoy en día se ha convertido en la mayor exposición del mundo sobre agricultura, alimentación y horticultura. Fuente: Servicio de prensa de la Semana Verde. |
Visto que estaban aislados de una parte importante de los alemanes, los organizadores de la feria se plantearon el reto de adquirir dimensión internacional, especialmente tras el levantamiento del muro de Berlín (1961). España, que iba saliendo a su ritmo de su propia posguerra, con el cultivo en invernaderos comenzando a dar sus frutos y el turismo extranjero dando algo de dinero, se animó a participar.
Hemos rescatado una crónica de la Revista Agricultura de
aquel entonces, que podéis ver aquí (pg 11). En él se expone un dicho alemán
que resume el motivo principal para estar presente en una feria de este tipo: “lo
que el aldeano no conoce, no lo come”, un dicho cargado de razón que se puede
aplicar a casi cualquier persona, no solo a los campesinos.
Con este dicho en mente y con la innata tendencia del
visitante a buscar la representación de su terruño, me dispuse a buscar los
stand españoles en esta especie de mini-ONU gastronómica que es la Semana
Verde. Resultado: presencia más bien escasa: algunos stands de vinos y
embutidos (mallorquines y menorquines, qué casualidad) y alguna bodega de
Jerez. Visité también el stand de la campaña “We care, you enjoy”, promovida
por los productores y exportadores de fruta murcianos y andaluces; con poca
vidilla, todo hay que decirlo.
Cierto es que tener presencia en la Semana Verde no es precisamente barato (145 € solo el alquiler de un metro cuadrado de stand) y que dos semanas después está FRUITLOGISTICA, donde el sector hortofrutícola español sí hace negocio. Es evidente la demanda de frutas y verduras por parte de los países del Norte de Europa es muy importante, y conviene estar ahí luchando por mantener nuestro mercado.
Sin embargo y en mi opinión, quizás no deberíamos
conformarnos sólo con mandar solo frutas y verduras. Posiblemente para otros
productos alimentarios no sea fácil entrar en el mercado europeo, pero tenemos
un país con una riqueza gastronómica inmensa, que se merecería recuperar un
lugar en esta feria. Además, ahora que todos se congratulan que la agricultura nos está salvando el tipo gracias a la exportación, quizás deberíamos
aprovechar el tirón.
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