Esta historia va de vacas. Una vaca frisona, de nombre Carmen, que vive en la Comunidad de Madrid y 53 vacas en Cantabria. Y va de cómo las normas se pueden interpretar de distinta manera según la sensibilidad de los gobernantes y, sobre todo, de la fuerza que tengan los votantes.
Carmen
A Carmen la rescataron de una granja de vacas de leche abandonada y la llevaron a un santuario para animales. Allí vivía tranquila junto con otras vacas, un burro, ovejas, cerdos...hasta que un mal día los veterinarios detectaron que la vaca podía tener tuberculosis bovina.
Al parecer no hay una normativa específica que regule estos lugares que acogen animales de granja "explotados por el ser humano", así que se les aplica la de explotaciones ganaderas extensivas. Y como tales tienen que someterse periódicamente a los llamados saneamientos ganaderos, en los que se analiza a los animales en busca de una serie de enfermedades muy vigiladas por ser zoonosis (enfermedades de los animales transmisibles a los humanos) como la tuberculosis bovina o la brucelosis.
El caso es que se le hizo la prueba de la tuberculosis a Carmen, dio positivo y según la normativa había que sacrificarla. Lógicamente los gestores del refugio movieron cielo y tierra para evitarlo. Cuestionaron la validez de la prueba y pidieron una complementaria, que se les negó. Así que encargaron una segunda prueba por su cuenta y riesgo, lo cual aparte de inútil (sólo se aceptan los análisis oficiales) supone una infracción muy grave. Tenían quince días de plazo, así que no había tiempo que perder: crearon una petición pública para salvar a Carmen, dirigida desde Change.org al consejero de medio ambiente y a todos los altos cargos con potestad para decidir sobre el futuro de esta vaca. Reúnen 70.865 firmas en menos de 24 horas, las suficientes para que estos altos cargos temieran quedar muy mal ante la opinión pública si ignoraban la petición. Y voilá, al poco tiempo los responsables del refugio, consiguieron su entrevista con los responsables de la Consejería, a la que se llevaron una abogada especializada en derecho animal. Y salen contentísimos: no solo no les cae ninguna multa por tener a la vaca sin identificar, ni por hacer pruebas por su cuenta (o al menos no han trascendido), consiguen que se le haga el contraanálisis, y lo más importante, como Carmen vive en un santuario animal, se considera animal de compañía y no se le puede aplicar la normativa. Se establece una serie de medidas de seguridad (ningún animal puede entrar o salir, se les realizará análisis a todos los que pudieran contraer la tuberculosis y medidas de protección a los trabajadores), medidas que dictan la ley y el sentido común, aunque sea para mantener las formas.
Las 53 vacas tudancas y limusinas de Fidel González
Ahora nos vamos a la comarca de Campoo-Cabuérniga en la Comunidad Autónoma de Cantabria, en concreto a la explotación de Fidel y su familia.
Una de las vacas dio positivo, esta vez en brucelosis, y como se había declarado un brote de esta enfermedad en la zona, las autoridades se limitaron a seguir las instrucciones del Programa nacional de erradicación de esta enfermedad. Y lo hicieron a conciencia: que una vaca da positivo, pues le acompañan al matadero todas sus compañeras de granja, terneros y toro incluidos, aunque estén sanos. Es lo que se llama técnicamente vaciado de la explotación.
Os podéis imaginar lo que supone para un ganadero tener que sacrificar a todas sus vacas. Convive con ellas a diario, a veces les pone nombre (Margarita, Bonita, Estrella... ) y en ocasiones representan el trabajo e inversión de años de mejora genética del rebaño.
Al mazazo sentimental se le une el económico: aunque se recibe una indemnización por animal sacrificado, esta es muy inferior al valor real del animal, a pesar de que en el matadero los animales sanos puedan a destinarse a consumo humano. Y si quiere (o puede permitirse) volver a comprar ganado tendrá que esperar los dos meses de vacio sanitario, en el que no puede utilizar la explotación (que se habrá limpiado a fondo) ni los pastos comunes. Ese positivo también implica que se le retire la "tarjeta verde" sanitaria, que indica que la explotación está libre de estas enfermedades y puede sacar a los animales de la explotación, algo indispensable si se quiere vender los terneros para cebo, que suele ser la fuente de ingresos de los ganaderos extensivos. Vamos, que el que aguanta en esas condiciones o tiene una buena cuenta corriente o más moral que el Alcoyano.
Así que desesperados, los ganaderos de la zona se plantearon unirse para costear un abogado que les defienda. Unos días después la Consejería recula y estudia cómo evitar tomar medidas tan drásticas sin contravenir, eso sí, las normas nacionales y europeas. Todo después de haber ordenado el sacrificio más de 850 cabezas de ganado en poco más de un año en esa región, por unos cuantos casos positivos. Y después de haber dejado a familias como la de Fidel sin su único medio de subsistencia.
El papel de la fauna salvaje
La idea del vaciado sanitario, sacrificar a todo animal que potencialmente se pueda haber contagiado, aunque no muestre signos de la enfermedad, pareciera que sigue la máxima de "muerto el perro se acabó la rabia", aunque suene un poco bestia decirlo.
El problema es que aunque se mate a todas la vacas que pastan en un prado, por ejemplo, las bacterias que causan enfermedad no desaparecen sino que se "refugian" en la fauna silvestre.
Se lleva estudiando desde hace mucho tiempo el papel de estos animales como portadores asintomáticos de la enfermedad, pero quizás no lo suficiente. Por eso los ganaderos piden que se analice también, con la misma intensidad, a la fauna silvestre que convive en cientos de parajes naturales con las vacas y que puede trasmitirle la enfermedad por contacto indirecto.
¿Vacas de primera y de segunda?
Entiendo la pena de los responsables del santuario cuando se tuvieron que enfrentar a la idea de tener que sacrificar a Carmen. Todos los que hemos tenido que sacrificar alguna mascota o animal, creo que podemos sentir cierta empatía. Pero, de verdad, no acabo de entender la decisión de los responsables de la Consejería madrileña. Me encantaría ver la argumentación de sus decisión, si es que existe o ha sido publicada.
Ya sabemos que nadie piensa comerse a Carmen, ni beber su leche, pero no deja de ser una vaca, por muy animal de compañía que se considere.Y como los microbios no entienden ni de etiquetas legales, cariños o amistades, por muy buen rollo y felicidad que reine en el santuario, la tuberculosis se puede contagiar perfectamente al resto de habitantes y a los cuidadores. Es más, cuanto más beso y achuchón, más fácil se lo ponen a la bacteria.
Aun considerando que la decisión esté bien tomada desde el punto de vista higiénico- sanitario, lo que está claro es que supone un agravio comparativo tremendo para los ganaderos, ya que si en sus explotaciones aparecen uno o varios casos de tuberculosis o de brucelosis, el final de la historia suele ser bastante distinto, y no precisamente feliz.
Los ganaderos se han quejado, con toda la razón del mundo de la diferencia de trato, ¿qué tiene Carmen de especial que no tengan las 39.252 vacas sacrificadas en 2015 en cumplimiento del Plan de Erradicación de la Tuberculosis Bovina?, ¿por qué mis vacas no tienen derecho a una segunda oportunidad en forma de contraanálisis?, ¿tan sagrado es un santuario de animales que puede ignorar las normas de identificación y sanidad animal?.
Esta diferencia de trato quizás se deba a que las autoridades autonómicas van cada una por su lado: a la madrileña le bastó una campaña popular de recogida de firmas para recibir a los afectados y tomar medidas, mientras que a la cántabra mandaba explotaciones enteras al matadero, "por si las moscas", hasta que los ganaderos se hartaron y decidieron buscar un abogado. Solo entonces consideraron que lo mismo se podía ser un poquito menos drástico.
En resumen, que esta historia tiene dos moralejas, y bien claras: "quien no llora, no mama" y "la unión hace la fuerza".
Y hasta aquí las dos historias. Quería hablaros un poco de estas enfermedades, para que comprendáis que lo de vigilar la salud de los animales no se hace ni por capricho ni por ganas de dar por saco al personal. Y también en qué consisten las pruebas que se utilizan para detectarlas y que ocurre cuando aparece un positivo. Pero como no quiero extenderme demasiado les he dedicado a cada una un abeceagrario. Ahí os los dejo, espero que os resulten interesantes.
Real Decreto 2611/1996, de 20 de diciembre, por el que se regulan los programas nacionales de erradicación de enfermedades de los animales.
Ley 8/2003, de 24 de abril, de sanidad animal.
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Carmen
A Carmen la rescataron de una granja de vacas de leche abandonada y la llevaron a un santuario para animales. Allí vivía tranquila junto con otras vacas, un burro, ovejas, cerdos...hasta que un mal día los veterinarios detectaron que la vaca podía tener tuberculosis bovina.
Al parecer no hay una normativa específica que regule estos lugares que acogen animales de granja "explotados por el ser humano", así que se les aplica la de explotaciones ganaderas extensivas. Y como tales tienen que someterse periódicamente a los llamados saneamientos ganaderos, en los que se analiza a los animales en busca de una serie de enfermedades muy vigiladas por ser zoonosis (enfermedades de los animales transmisibles a los humanos) como la tuberculosis bovina o la brucelosis.
El caso es que se le hizo la prueba de la tuberculosis a Carmen, dio positivo y según la normativa había que sacrificarla. Lógicamente los gestores del refugio movieron cielo y tierra para evitarlo. Cuestionaron la validez de la prueba y pidieron una complementaria, que se les negó. Así que encargaron una segunda prueba por su cuenta y riesgo, lo cual aparte de inútil (sólo se aceptan los análisis oficiales) supone una infracción muy grave. Tenían quince días de plazo, así que no había tiempo que perder: crearon una petición pública para salvar a Carmen, dirigida desde Change.org al consejero de medio ambiente y a todos los altos cargos con potestad para decidir sobre el futuro de esta vaca. Reúnen 70.865 firmas en menos de 24 horas, las suficientes para que estos altos cargos temieran quedar muy mal ante la opinión pública si ignoraban la petición. Y voilá, al poco tiempo los responsables del refugio, consiguieron su entrevista con los responsables de la Consejería, a la que se llevaron una abogada especializada en derecho animal. Y salen contentísimos: no solo no les cae ninguna multa por tener a la vaca sin identificar, ni por hacer pruebas por su cuenta (o al menos no han trascendido), consiguen que se le haga el contraanálisis, y lo más importante, como Carmen vive en un santuario animal, se considera animal de compañía y no se le puede aplicar la normativa. Se establece una serie de medidas de seguridad (ningún animal puede entrar o salir, se les realizará análisis a todos los que pudieran contraer la tuberculosis y medidas de protección a los trabajadores), medidas que dictan la ley y el sentido común, aunque sea para mantener las formas.
Al menos en la foto de la petición de Change, Carmen no lleva crotales, ¿qué pasó con ellos? porque son obligatorios. Foto que ilustra la petición, tomada de El Pais. |
Las 53 vacas tudancas y limusinas de Fidel González
Ahora nos vamos a la comarca de Campoo-Cabuérniga en la Comunidad Autónoma de Cantabria, en concreto a la explotación de Fidel y su familia.
Una de las vacas dio positivo, esta vez en brucelosis, y como se había declarado un brote de esta enfermedad en la zona, las autoridades se limitaron a seguir las instrucciones del Programa nacional de erradicación de esta enfermedad. Y lo hicieron a conciencia: que una vaca da positivo, pues le acompañan al matadero todas sus compañeras de granja, terneros y toro incluidos, aunque estén sanos. Es lo que se llama técnicamente vaciado de la explotación.
Os podéis imaginar lo que supone para un ganadero tener que sacrificar a todas sus vacas. Convive con ellas a diario, a veces les pone nombre (Margarita, Bonita, Estrella... ) y en ocasiones representan el trabajo e inversión de años de mejora genética del rebaño.
Al mazazo sentimental se le une el económico: aunque se recibe una indemnización por animal sacrificado, esta es muy inferior al valor real del animal, a pesar de que en el matadero los animales sanos puedan a destinarse a consumo humano. Y si quiere (o puede permitirse) volver a comprar ganado tendrá que esperar los dos meses de vacio sanitario, en el que no puede utilizar la explotación (que se habrá limpiado a fondo) ni los pastos comunes. Ese positivo también implica que se le retire la "tarjeta verde" sanitaria, que indica que la explotación está libre de estas enfermedades y puede sacar a los animales de la explotación, algo indispensable si se quiere vender los terneros para cebo, que suele ser la fuente de ingresos de los ganaderos extensivos. Vamos, que el que aguanta en esas condiciones o tiene una buena cuenta corriente o más moral que el Alcoyano.
Vaca tudanca con su "jato". Fuente: MAGRAMA |
Así que desesperados, los ganaderos de la zona se plantearon unirse para costear un abogado que les defienda. Unos días después la Consejería recula y estudia cómo evitar tomar medidas tan drásticas sin contravenir, eso sí, las normas nacionales y europeas. Todo después de haber ordenado el sacrificio más de 850 cabezas de ganado en poco más de un año en esa región, por unos cuantos casos positivos. Y después de haber dejado a familias como la de Fidel sin su único medio de subsistencia.
El papel de la fauna salvaje
La idea del vaciado sanitario, sacrificar a todo animal que potencialmente se pueda haber contagiado, aunque no muestre signos de la enfermedad, pareciera que sigue la máxima de "muerto el perro se acabó la rabia", aunque suene un poco bestia decirlo.
El problema es que aunque se mate a todas la vacas que pastan en un prado, por ejemplo, las bacterias que causan enfermedad no desaparecen sino que se "refugian" en la fauna silvestre.
Se lleva estudiando desde hace mucho tiempo el papel de estos animales como portadores asintomáticos de la enfermedad, pero quizás no lo suficiente. Por eso los ganaderos piden que se analice también, con la misma intensidad, a la fauna silvestre que convive en cientos de parajes naturales con las vacas y que puede trasmitirle la enfermedad por contacto indirecto.
En España tenemos sobre todo al jabalí y al ciervo. En el Reino Unido e Irlanda es el tejón el que causa estragos (al parecer se han tomado más en serio el problema, como podéis comprobar en esta entrada). Fuente: Organismo Autónomo Parques Nacionales. |
¿Vacas de primera y de segunda?
Entiendo la pena de los responsables del santuario cuando se tuvieron que enfrentar a la idea de tener que sacrificar a Carmen. Todos los que hemos tenido que sacrificar alguna mascota o animal, creo que podemos sentir cierta empatía. Pero, de verdad, no acabo de entender la decisión de los responsables de la Consejería madrileña. Me encantaría ver la argumentación de sus decisión, si es que existe o ha sido publicada.
Ya sabemos que nadie piensa comerse a Carmen, ni beber su leche, pero no deja de ser una vaca, por muy animal de compañía que se considere.Y como los microbios no entienden ni de etiquetas legales, cariños o amistades, por muy buen rollo y felicidad que reine en el santuario, la tuberculosis se puede contagiar perfectamente al resto de habitantes y a los cuidadores. Es más, cuanto más beso y achuchón, más fácil se lo ponen a la bacteria.
Aun considerando que la decisión esté bien tomada desde el punto de vista higiénico- sanitario, lo que está claro es que supone un agravio comparativo tremendo para los ganaderos, ya que si en sus explotaciones aparecen uno o varios casos de tuberculosis o de brucelosis, el final de la historia suele ser bastante distinto, y no precisamente feliz.
Las campañas de saneamiento también se llevan a cabo en el ganado de lidia; si con el ganado manso resulta complicado, con el bravo es casi misión imposible. Además, para los criadores de líneas genéticas (encastes) poco comunes, el perder animales supone un perjuicio muy importante. Ellos también piden un trato distinto. Foto tomada de aquí. |
Los ganaderos se han quejado, con toda la razón del mundo de la diferencia de trato, ¿qué tiene Carmen de especial que no tengan las 39.252 vacas sacrificadas en 2015 en cumplimiento del Plan de Erradicación de la Tuberculosis Bovina?, ¿por qué mis vacas no tienen derecho a una segunda oportunidad en forma de contraanálisis?, ¿tan sagrado es un santuario de animales que puede ignorar las normas de identificación y sanidad animal?.
Esta diferencia de trato quizás se deba a que las autoridades autonómicas van cada una por su lado: a la madrileña le bastó una campaña popular de recogida de firmas para recibir a los afectados y tomar medidas, mientras que a la cántabra mandaba explotaciones enteras al matadero, "por si las moscas", hasta que los ganaderos se hartaron y decidieron buscar un abogado. Solo entonces consideraron que lo mismo se podía ser un poquito menos drástico.
En resumen, que esta historia tiene dos moralejas, y bien claras: "quien no llora, no mama" y "la unión hace la fuerza".
Y hasta aquí las dos historias. Quería hablaros un poco de estas enfermedades, para que comprendáis que lo de vigilar la salud de los animales no se hace ni por capricho ni por ganas de dar por saco al personal. Y también en qué consisten las pruebas que se utilizan para detectarlas y que ocurre cuando aparece un positivo. Pero como no quiero extenderme demasiado les he dedicado a cada una un abeceagrario. Ahí os los dejo, espero que os resulten interesantes.
Real Decreto 2611/1996, de 20 de diciembre, por el que se regulan los programas nacionales de erradicación de enfermedades de los animales.
Ley 8/2003, de 24 de abril, de sanidad animal.
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