SUDAR COMO UN CERDO
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Con la ola de calor que tenemos encima, más de uno seguro
que nos hemos quejado de estar "sudando como un cerdo". Pues bien, me
perdonareis que os fastidie la expresión, pero es que resulta que los cerdos NO
sudan.
Los cerdos apenas tienen glándulas sudoríparas por lo que
no pueden aliviar su calor sudando. Su único recurso fisiológico es jadear, como los
perros, pero resulta de poca ayuda.
Fuente: www.3tres3.com |
Un cerdo que viva al aire libre en el campo en plena canícula haría lo mismo que cualquiera de nosotros, buscar la sombrita y un charquillo de agua para refrescarse. Fuente: M.A. Latorre, J. Miana Unidad de Tecnología en Producción Animal. CITA de Aragón. Zaragoza. Tomadas de aquí. |
Pero ¿qué ocurre en las naves de cerdos intensivas?. Allí
se juntan unos cuantos animales, y ya sabemos todos lo que ocurre cuando se
reúne a mucha gente en un local cerrado; aparte del olor, también se siente el
calor humano. Las personas nos quejamos, sacamos el abanico o pedimos que den más
caña al aire acondicionado.
El control de la
temperatura es más complicado de lo que parece
¿Quién vela entonces por el bienestar de los cerdos?, muy
sencillo, el ganadero. Aparte de estar obligado por la ley, es el primer
interesado en que sus animales estén a gusto. Si tienen demasiado calor, a los
cerdos les pasa lo mismo que a nosotros, se les va el apetito y si no comen no
crecen y tardan más en alcanzar el peso necesario para su sacrificio.
Un exceso de calor en la granja implica pérdida de
dinero: no solo el crecimiento es más lento, disminuye la productividad y la
fertilidad de los machos reproductores, causa problemas en la gestación y favorece
la mortalidad de lechones recién nacidos. Por si fuera poco, el calor acentúa
el olor y los gases nocivos (CO2, CH4, NH3) producidos por los animales.
Así que la temperatura es uno de los factores ambientales
más importantes a controlar en una granja de cerdos. El problema es que el
ganadero no puede girar la ruedita del termostato o darle al botón del aire
acondicionado y olvidarse del tema. Y no puede por varias razones.
La primera: la sensación térmica de calor no depende solo
de la temperatura; la velocidad del aire (a mayor velocidad mayor sensación de
frio), la humedad ambiental (en exceso dificulta la evaporación corporal) o
incluso el tipo de suelo ( también influyen. Así que todos esos factores hay que
controlarlos.
La segunda: Las necesidades térmicas de los cerdos cambian
según la fase productiva en la que se encuentren. Los lechones recién nacidos
necesitan calorcito (en torno a 30ºC), las cerdas que van a parir un fresquito
moderado (en torno a 20ºC) y los cerdos al final del cebo son muy sensibles al
calor, teniendo su zona de confort térmico (cuando están a gustito, ni frio ni
caló) entre 16 y 26°C.
La tercera: con temperaturas ambiente de más de 40ªC como
hemos llegado a alcanzar, y considerando que en el interior de una nave de
cerdos pueden alcanzarse temperaturas aún mayores, para conseguir una tª de 20ªC
(la que, más o menos, nos recomiendan que pongamos los aires acondicionados) hay
que recurrir a sistemas de climatización si o si. Y eso supone gasto de
energía, inversión en equipos y en mantenimiento.
Ya que los cerdos
no pueden ir a la playa, se lleva la playa a los cerdos.
El aire acondicionado directamente queda descartado: facturas
de la luz que tendría que pagar el ganadero para enfriar sus naves pondrían el
precio del jamón york a precio de jamón de bellota pata negra. Toca buscar
otros sistemas que gasten menos energía y, como en tantas ocasiones, la naturaleza
ha inspirado a los ingenieros la solución óptima.
El primer paso luchar contra las altas temperaturas es hacer
bien las cosas desde el principio: diseñar la granja de manera que se caliente
lo menos posible y se enfríe y ventile lo mejor posible. Esto se consigue colocando
las naves para aprovechar los vientos dominantes y sobre todo aislando los
edificios.
El segundo es la ventilación. Es básico asegurarla porque
regula la temperatura, aporta oxígeno a los animales y elimina gases nocivos, exceso
de humedad, polvo y malos olores. Se puede lograr de manera pasiva situando ventanas
y aberturas en los tejados para crear corrientes de aire (igual que hacemos en
casa cuando abrimos de par en par las ventanas por la noche). Como no suele ser
suficiente se recurre a la ventilación forzada, que básicamente fuerza el
movimiento del aire, sacando el aire viciado del interior de la nave para
introducir uno limpio.
Típica nave de cerdos con sus ventanas laterales y chimeneas de ventilación en el techo. Fuente: Base de datos de la Editorial Agrícola. |
Y si hace mucho calor lo lógico es que ese aire limpio
que entra también esté fresquito. Esto se consigue mediante mecanismos que
imitan la evaporación natural, justo lo
mismo que ocurre por ejemplo a la orilla
del mar o de un rio, o en una espalda empapada de sudor: el aire caliente, al
desplazarse sobre una superficie con agua abundante, evapora parte de ese agua absorbiéndose
calor en el proceso, por lo que se convierte en una brisa refrescante.
Los dos sistemas más empleados para imitar este fenómeno son
el cooling system (una corriente de aire que es impulsada a través de paneles
húmedos) y la nebulización (atomización de agua a alta presión, justo lo mismo
que ponen ahora en muchas terrazas de verano).
Una versión del cooling system. El aire es forzado a pasar por ese panel y entra fresquito en la nave. Fuente: www.bigdutchman.com |
Nebulización en el interior de una nave de cerdos. Fuente: www.bigdutchman.com |
Ale , ya tenéis una historieta que contar a los
amiguetes, cuando estéis fresquitos, en una terraza con su buen ventilador y
sus nebulizadores, tomando unos pinchitos morunos.
Ah, y buenas vacaciones a todos los que ya las estéis
disfrutando.
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