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lunes, 26 de enero de 2015

SOBRE LA MANZANA VENENOSA QUE NO LO ERA TANTO



¿Habéis visto ese video del señor que se pone a raspar la manzana?, ¿ese que circula por todos lados y tiene tropecientasmil visitas?.  El Comidista y el Nutricionista de la General ya le han dedicado entradas, y yo también quiero aportar mi granito de arena explicando cuáles son esas sustancias “peligrosas” que salen de la piel de esa manzana.


En este mundo de las redes sociales hay dos tipos de contenidos que se hacen virales con gran facilidad: el humor y las teorías conspiranoicas. Y si estas asocian a cualquier alimento la palabra “veneno” tienen la difusión asegurada. No sé qué ocurre con la comida que nos preocupa tanto: ni el agua que bebemos, ni el aire que respiramos, ni la ropa o tantas cosas con las que también convivimos se perciben tan amenazantes. Imagino que el interés por el humor y por la comida son rasgos muy humanos.


No voy a enlazar el video de marras por no contribuir más a su expansión; sí que recomiendo la réplica estupenda que hace Mauricio Schwarz en el vídeo “La ignorancia es veneno”. Así veis ambos de una vez.





De todas maneras, y por si acaso, os lo resumo: se trata de un señor que se pone a raspar una manzana, obteniendo una sustancia blanca, que no sabe muy bien lo que es. Pudiera ser cera, y para comprobarlo recurre al método empírico de quemarla, como huele raro pues directamente concluye que es plástico, petróleo o algo peor. Y a partir de ahí da rienda suelta y comparte sus temores sobre salud, alimentos, autoridades complacientes, etc.


Sea lo que sea que haya sacado de la manzana, se trata de un recubrimiento perfectamente comestible,  muy posiblemente hecho a base de cera.  Pero como hay muchas sustancias distintas que se pueden utilizar, creo que os resultará interesante conocerlas.



En algunos frutos oscuros como las ciruelas o los arándanos se puede apreciar muy bien la capa natural de cera, pruina, que fabrican muchas frutas. Al lavarlas para eliminar restos de barro o tratamientos fitosanitarios, pierden su propia cera y hay que sustituirla por otra. Fuente: BF Editorial Agrícola.



¿Por qué se utilizan los recubrimientos?


Principalmente para evitar las pérdidas tras la recolección. Tras ser cosechadas, las frutas y hortalizas pueden perder calidad por muchos motivos, incluso hasta el punto de ser rechazadas para su venta. Esto supone pérdidas económicas, tanto para el agricultor como para los distribuidores que transportan, almacenan y llevan la fruta al consumidor final. Como ya explicamos en esta entrada, el medio ambiente también pierde con la generación excesiva de residuos agrarios y alimentarios.



Las frutas y verduras formaban parte de un ser vivo y, aún separadas de él, siguen vivas durante un tiempo “apurando sus días” hasta que acaban descomponiéndose. Poco a poco van consumiendo sus azúcares de reserva para obtener energía (gracias a la respiración celular, conjunto de reacciones que implican tomar oxígeno y liberar dióxido de carbono), producen sustancias no deseadas y, para colmo, pierden agua.


Para retrasar el deterioro, las frutas se almacenan en cámaras de frio. Este hace que la respiración sea más lenta y que le cueste más crecer a los microorganismos presentes en la superficie de los frutos. Como a veces el frio puede dañar algunos frutos, también se recurre a  las atmósferas controladas o modificadas, en las que se altera la concentración normal de O2 y CO2, o se añaden hormonas vegetales reguladoras del proceso de maduración. Todo para decirle al fruto: “estate quietecito sin madurar”.


Las pérdidas de agua desde el fruto al exterior, esas que hacen que se arrugue la piel, son también importantes, por lo que es necesario controlar también el grado de humedad de las cámaras de almacenamiento.


Planta de procesado de manzanas. Antes de aplicar el recubrimiento, la fruta ha de estar completamente limpia y seca. Fuente: Jesús López/BF Editorial Agrícola.


Pero en algún momento los  frutos tienen que salir de su cueva para pasar al mostrador, donde las condiciones cambian radicalmente. Algunos productos muy delicados, se envasan para poder mantener unas condiciones similares a las de la cámara y que duren más en buenas condiciones; seguro que más de una vez habréis leído eso de “envasado en atmósfera protectora”. Su inconveniente es que conllevan un mayor coste económico y un aumento de residuos plásticos. Y aquí es donde los recubrimientos con ceras ganan la partida.



¿Cómo funcionan?


A grandes rasgos, al recubrir los frutos se pone una barrera a los gases para que les cueste más entrar o salir, así la respiración va más lenta y la fruta dura más. La barrera no debe ser completamente impermeable porque si no entra oxígeno, las células de la fruta recurren a la fermentación para obtener energía y eso no interesa lo más mínimo.


Otras dos funciones importantes son proteger al fruto de rozaduras y retener en su interior los aromas propios del fruto o las hormonas que inducen a la maduración de sus vecinas.


En  algunos casos de frutas con cáscara no comestible, como los cítricos, a la cera se le añaden productos fungicidas que retrasan o impiden la podredumbre provocada por mohos. Posiblemente se hace así porque al quedar estas sustancias también protegidas, su efecto dura más tiempo y hay que aplicar menos cantidad. Así que, aviso a cocinillas y reposteros, lavadlos bien antes de rallarlos.




¿Qué tipo de ceras se utilizan?


En primer lugar, se utilizan únicamente una serie de recubrimientos comestibles permitidos por la UE. Decir, como nuestro amigo del video, que la manzana lleva  plástico, está entre el mito y la generalización;  algo así como afirmar que los españoles nos echamos una siestecita a diario.


En general, estos recubrimientos comestibles (y por tanto recogidos en el Codex  Alimentarius) están compuestos de ceras naturales, lacas o compuestos de celulosa y proteínas. Todos ellos, aplicados individualmente o combinados entre sí (para adaptarse mejor a las características de cada fruto), forman el envase ideal, ya que puede ser consumido con el producto, y una vez en la basura es completamente biodegradable.



Tenemos “ceras”: una sustancia muy abundante en la naturaleza y que los propios frutos fabrican para protegerse.


Se utilizan “ceras” de origen vegetal - por ejemplo la carnaúba (E- 903) (Copernica cerifera) palmera que crece en el norte y noroeste de Brasil -, de origen animal como la de las abejas (E-901) o mineral como la montana (obtenida a partir de lignitos) o la parafina (cuya fuente principal es el petróleo). Como no, también las hay “de síntesis” como el polietileno oxidado, o la cera microcristalina (E- 905c). De todas estas, ¿cuáles se considerarían plásticos y cuáles no?, ni idea, la química orgánica no es precisamente mi fuerte, así que no voy a meterme en ese jardín.


Las “resinas” por su parte aportan brillo y ayudan a que el recubrimiento se adhiera al fruto. Una de ellas es la colofonia, que se obtiene a partir de la resina de los pinos, no está permitida en la UE (al menos su uso directo). Sí que se utiliza mucho la goma laca (E-904), producida por un insecto tropical tipo cochinilla que vive en las selvas de India e Indochina (digo yo que habrá “granjas” de este bichito).


Como la tecnología va cambiando, en parte motivada por las demandas de los consumidores, se han desarrollado “recubrimientos comestibles” a partir de polisacáridos, proteínas, aceites y otras sustancias (que no especifico para no aburriros), disponibles en abundancia sin necesidad de irse a la selva tropical. Recubrimientos que permiten incorporar aditivos alimentarios (agentes antimicrobianos, antioxidantes, sales minerales, etc.) que retardan el envejecimiento del fruto. Eso sí, aportan menos brillo que las ceras y las resinas.




¿Son necesarias realmente?


Pues dependerá de si eres distribuidor o consumidor , y en este caso, de qué tipo seas. 


Desde el punto de vista del distribuidor, creo que está claro, son imprescindibles en tanto que ayudan a reducir las mermas en frutas y verduras, y consecuentemente perder menos dinero. Como consumidor, la respuesta dependerá de tus hábitos y preferencias: si eres de los que haces la compra una vez al mes en una gran superficie (la inmensa mayoría de curritos) o eres de los que compras cada poco tiempo a un proveedor de fruta y verdura que no utilice recubrimientos (por ejemplo pequeños productores que vendan toda su producción a mercados cercanos).


Otra de las ventajas que se atribuyen al encerado es que mejora el aspecto general de la fruta, haciéndola más atrayente al consumidor. Digo yo que será verdad que el consumidor medio prefiere estas piezas, brillantes, repulidas y perfectas, porque se asocia el buen aspecto a una fruta más sana o de mejor calidad. ¿Que cuáles son mejores y más sanas? Al margen de que ambas cumplan con los requisitos sanitarios establecidos para venderlas, cada cual que pruebe y decida la que más le gusta o le conviene, ya que la calidad se puede valorar de muchas maneras.


Manzanas en una gran superficie, grandes y lustrosas. Fuente: Archivo propio.



Estas otras, más normalitas, se vendían en la feria de Biocultura. Fuente: archivo propio.




Las frutas en el árbol pueden brillar mucho, poco o nada, dependiendo del tipo de cera que produzcan. A esto hay que añadir restos de barro o de tratamientos . Fuente: Jesus López/BF Editorial Agrícola.



En conclusión, ya sabes qué es esa sustancia blanca que cubre la manzana, para qué se utiliza y qué hacer si no quieres comértela: pelar la pieza, lavarla o comprarla a alguien que no la utilice. Pero por favor, no dejes de comer manzanas, y menos por hacer caso a alguien con pocos argumentos sólidos y mucha ignorancia.


Actualización: Este tema ha dado para tanto que Gominolas de Petróleo también le ha dedicado una entrada, con mucha más información y muy bien explicada . Si tenéis tiempo y curiosidad merece la pena echarle un vistazo.




Para hacer esta entrada he tomado información de:



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NO, LOS AGRICULTORES NO PRETENDEN ENVENENARTE.

BIENVENIDOS AL MÁSTER "DETECCIÓN DE BULOS Y MENTIRIJILLAS VARIAS SOBRE ALIMENTOS"



jueves, 25 de julio de 2013

¿BLANCO Y EN BOTELLA?


Mira que veo poco la tele en verano porque es un verdadero erial, pero el anuncio de una conocida marca de leche me impactó lo suficiente como para sacudirme el muermo veraniego y volver a escribir sobre el tema lácteo en el blog.

El anuncio en cuestión nos presenta una versión de los tres tipos de leche que conocemos, pero con menor contenido en grasa. Y claro, ofrecer leche desnatada baja en grasa ya me parece rizar el rizo no sé si de la mercadotecnia, de la tontería o ambas cosas a la vez. Así que he decidido investigar y contaros curiosidades sobre la leche.

¿Sabías que hay una vaca lechera por cada 30 habitantes?



Una vaca sana, feliz y bien alimentada es la mejor garantía de una leche de calidad; y si escuchan música clásica a la hora del ordeño, ya es la leche ;). 






Grasa si o grasa no



El contenido mínimo de materia grasa está establecido legalmente para cada  tipo de leche: la entera ha de tener un mínimo de 3,50% (3.5 g de grasa por cada 100 de leche), la semidesnatada entre el 1,50% y el 1.80%, y la desnatada inferior al 0.5% Bien, pues esta nueva gama reduce el contenido graso al 2%, 1% y 0% de materia grasa respectivamente.


Digo yo que esta nueva gama “light”, al especificar claramente la cantidad de grasa que lleva no engaña a nadie, pero me pregunto si costará más o menos que sus compañeras de toda la vida; todavía no he podido comprobarlo. La grasa láctea tiene un importante valor comercial, que se traslada en parte al ganadero al pagarle un pequeño incentivo por la cantidad de grasa y proteína que tenga la leche; así que no sería de recibo que el consumidor pague más por una leche a la que le han “robado” parte de su valor.



Toda la leche que llega a las fábricas pasa por un proceso de “normalización”, que no es ni más ni menos que quitarle la nata, es decir, la grasa. Luego, en función del destino que vaya a tener la leche (entera, semi, desnatada, postres lácteos, etc…) se le reincorporará la cantidad necesaria de grasa. Esto, aunque pueda parecer una tontería tiene su explicación. La cantidad de grasa presente en la leche de forma natural depende de muchos factores debidos a la propia naturaleza de las vacas: la raza, el momento del periodo de lactación en que se encuentre el animal, e incluso la época del año: una leche producida en invierno puede tener un 4,8% de grasa, mientras que la cantidad de grasa de la leche producida en verano baja al 2,8%. De esta manera, la leche que adquirimos normalmente todo quisqui (salvo los ganaderos, familia y amiguetes que la cogen directamente del tanque de ordeño), que ha pasado por los tratamientos convencionales va a tener siempre la misma cantidad de grasa.



En este video se explica la cadena de valor de la leche. Vistos la cantidad de gastos que conlleva que un litro de leche llegue de la vaquería al supermercado, y considerando que se está pagando al ganadero del orden de 30-36 céntimos el litro de leche, ¿cómo se explica que se venda leche a cincuenta céntimos?.  
Fuente: Canal de Youtube del Ministerio de Agricultura.



La leche que consumimos



Esta leche, a diferencia de la recién ordeñada, tampoco no tiene esos goterones de grasa que hacen que se forme la capita de nata en la superficie; esa que algunos nostálgicos asociarían con una leche más “natural” pero que cada vez a más gente le da asco. Para evitarlo se somete a la leche a un proceso de “homogeneización” que disminuye el tamaño de los glóbulos de grasa hasta hacerlos invisibles. De esta manera además de dificultar la formación de nata, la leche es más digestible, tiene un sabor más agradable (por suave, supongo) y un color blanco brillante.


Y es que las características organolépticas de la leche son, junto con los parámetros sanitarios, lo que marca la calidad de la leche e influye en su comercialización.

La producción de leche y su posterior tratamiento ha cambiado mucho desde que los ganaderos vendían la leche de puerta en puerta, transportándola en unas cántaras de hierro - un recuerdo imborrable de la infancia.  Hoy por hoy tanto los ganaderos, los veterinarios y las industrias lácteas trabajan conjuntamente para mantener una buena calidad higiénica de la leche, ya que se juegan sus ingresos y su prestigio. Y por tanto es bastante raro que aparezcan sabores, olores, colores o texturas raros o inesperados; estos pueden deberse a un mal manejo del ganado y de la leche por el ganadero, a la contaminación durante su procesamiento o a una conservación deficiente.

En este video se puede ver como es el proceso de producción y transformación de la leche en la actualidad.
Fuente: Canal de Youtube del Ministerio de Agricultura.



Pero es que el cambio en el sabor o aspecto de la leche también puede deberse a una razón tan natural e inofensiva como es el tipo de alimento que toman las vacas. Si cambia la composición o la proporción de los principales elementos de la dieta de la vaca lechera (pienso, forrajes, ensilado, o pastos) aparecen las diferencias en la leche; tanto las que podemos detectar como el sabor o la textura, como las que no, como son el contendido en proteínas y grasas.

Estos cambios no suelen gustar al consumidor mayoritario, acostumbrado a una leche que ha sufrido el proceso de UHT (el 96% de la leche consumida por los hogares en España) y semidesnatada ( el 42 % de los hogares prefieren esta leche). Y es que al parecer en España nos hemos hecho a una leche digamos "devaluada", a pesar del esfuerzo de muchos ganaderos por obtener un producto de calidad. He descubierto que en países anglosajones la demanda de leche fresca es mucho mayor e incluso existen organismos de certificación de leche de vacas alimentadas en base a pastos.  


"Bodegón” de tipos de leche y productos lácteos de mi pueblo, ricos ricos .
La Leche pasteurizada, recibe un tratamiento suave que no destruye las esporas de bacterias por lo que necesita mantenerse refrigerada y dura poco tiempo.

La leche UHT (Ultra-High Temperature proccesing),  recibe un tratamiento que mata las bacterias y sus esporas, por lo que se puede conservar hasta tres meses a temperatura ambiente. En principio, también mantiene el olor, color y sabor propios de la leche.



Independientemente de cómo os guste la leche, una cosa podéis tener claro: es un alimento completamente seguro desde el punto de vista higiénico sanitario. Y desde el nutricional, aunque no imprescindible sí que es muy interesante, consumida con moderación. Así que si te gusta, bébetela tranquilo.

Por cierto, si todavía alguien tenía dudas sobre el bulo de los numeritos en la base del tetra brik que, se supone, indicaban el número de veces que se había repasteurizado la leche, aquí lo explican de maravilla.