Quizás los más aficionados al deporte os acordéis de la rueda de prensa que dio Alberto Contador un 30 de septiembre de 2010 para explicar el origen del clembuterol que un análisis anti-dopaje había encontrado en su organismo durante el Tour de Francia. Su explicación: la carne que se zampó el día antes de la prueba.
¿De dónde salió el clembuterol?
A unos les valió la excusa y a otros no. En la historia posterior, que es larga y compleja, intervienen varios organismos deportivos, españoles e internacionales, la prensa deportiva, un carnicero y hasta un detective privado. Se trataba de descubrir cómo había llegado esa sustancia al cuerpo del deportista, y para ello había que preguntarse primero ¿cómo llegó el clembuterol al solomillo?. Esto era lo que preocupaba al carnicero, al detective contratado por el deportista para seguirle el rastro a la carne supuestamente contaminada, y, cómo no, al sector del vacuno de carne, que veía cómo, sin comerlo ni beberlo, su imagen quedaba por los suelos. Una vez más.
Esta sustancia no debería estar presente en la carne de un animal de consumo porque tanto el clembuterol como otras sustancias de acción similar (los ß-agonistas) están prohibidos en la Unión Europea, para su utilización en el engorde de ganado, nada menos que desde 1996. Se puede utilizar para tratamientos veterinarios, eso sí siempre bajo prescripción.
Los servicios veterinarios oficiales realizan controles rutinarios en las granjas para evitar el uso ilegal del clembuterol en el engorde de ganado, y en general para asegurarse que el ganadero cumple con las innumerables leyes y decretos sobre producción animal. Esto supone un trabajo extra a los ganaderos de cebo, ya que tienen que llevar un registro de todo lo que ocurre en su granja: los terneros que entran y los añojos que salen, el pienso que se compra, a quién y cuándo, qué medicamentos se han utilizado y quien los ha prescrito, cuando y durante cuánto tiempo se han administrado… ¿o acaso creíais que los ganaderos son inmunes al papeleo?. Pero el control no se queda aquí, una vez sacrificados los animales, en el matadero también se les examina concienzudamente. Si el veterinario tuviera alguna sospecha de que se ha utilizado fármacos de manera ilegal se realizarían más pruebas aún, y si se confirmara, la carne se declararía como "no apta para consumo humano". Todo sea por la seguridad alimentaria y la trazabilidad.
Así, a base de controlar y controlar, en España ya prácticamente nadie usa clembuterol: es caro, fácilmente detectable y peligroso. El problema está en que aunque la normativa europea prohíbe el uso en la alimentación animal de determinadas sustancias que pueden causar problemas de salud pública (hormonas, tireostáticos, o clembuterol), estas si están autorizadas en otros países y no siempre los controles en aduanas son todo lo exhaustivos que debieran. ¿Pudo llegar el solomillo tramposo del otro lado del charco?, quien sabe.
¿Y qué problema hay con esta sustancia?.
El clembuterol se utiliza en medicina humana y veterinaria principalmente como broncodilatador, es decir para favorecer la respiración en el tratamiento del asma y la bronquitis. El problema es que tiene la “interesante” cualidad de inducir al organismo a producir más musculo y a quemar grasa. Esta cualidad se ha aprovechado para engordar al ganado, eso sí a base de formar músculo, lo cual es más rápido y produce una carne más magra. El problema es que para conseguir que el ternero "eche músculo" hace falta suministrarle dosis diez veces superiores a las terapéuticas. Una vez en el organismo, este se las apaña para repartir la sustancia como puede entre los músculos, el hígado e incluso los ojos. Si el ganadero tramposo no da tiempo suficiente al animal para eliminar los depósitos de esta sustancia antes de su sacrificio, pueden darse casos de intoxicaciones en humanos.
Esto es lo que ocurrió a mediados de los noventa. Se dieron casos de intoxicaciones por ingerir carne o hígado con exceso de clembuterol, que se manifestaban con temblores musculares, palpitaciones y taquicardia, entre otros síntomas. Estos, si bien remitían pasadas las horas, daban un buen susto al afectado sobre todo si tenía problemas de corazón. Desde entonces las autoridades se han tomado muy en serio la lucha contra esta sustancia.
Un engaño peligroso
Y es que el uso sin prescripción médica del clembuterol, constituye a la vez un problema de salud pública y un engaño.
Problema de salud por los efectos negativos que puede tener no sólo sobre el organismo de los consumidores, sino también de los deportistas y los culturistas que lo consuman sin control médico, simplemente para mejorar sus marcas o su aspecto físico.
Engaño al consumidor, que compró una carne de peor calidad, incluso peligrosa, por la que el ganadero tramposo cobró más dinero que si hubiera hecho las cosas bien. Engaño al resto de deportistas, que consiguieron sus medallas sin ayuditas y a los espectadores de esos deportes, a los que el juego sucio siempre decepciona.
Respecto al culturismo, ahí es más difícil engañar a nadie, prueba a buscar en Internet "clembuterol" y te harás una idea.
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¿Tramposa yo? |
¿De dónde salió el clembuterol?
A unos les valió la excusa y a otros no. En la historia posterior, que es larga y compleja, intervienen varios organismos deportivos, españoles e internacionales, la prensa deportiva, un carnicero y hasta un detective privado. Se trataba de descubrir cómo había llegado esa sustancia al cuerpo del deportista, y para ello había que preguntarse primero ¿cómo llegó el clembuterol al solomillo?. Esto era lo que preocupaba al carnicero, al detective contratado por el deportista para seguirle el rastro a la carne supuestamente contaminada, y, cómo no, al sector del vacuno de carne, que veía cómo, sin comerlo ni beberlo, su imagen quedaba por los suelos. Una vez más.
Esta sustancia no debería estar presente en la carne de un animal de consumo porque tanto el clembuterol como otras sustancias de acción similar (los ß-agonistas) están prohibidos en la Unión Europea, para su utilización en el engorde de ganado, nada menos que desde 1996. Se puede utilizar para tratamientos veterinarios, eso sí siempre bajo prescripción.
Los servicios veterinarios oficiales realizan controles rutinarios en las granjas para evitar el uso ilegal del clembuterol en el engorde de ganado, y en general para asegurarse que el ganadero cumple con las innumerables leyes y decretos sobre producción animal. Esto supone un trabajo extra a los ganaderos de cebo, ya que tienen que llevar un registro de todo lo que ocurre en su granja: los terneros que entran y los añojos que salen, el pienso que se compra, a quién y cuándo, qué medicamentos se han utilizado y quien los ha prescrito, cuando y durante cuánto tiempo se han administrado… ¿o acaso creíais que los ganaderos son inmunes al papeleo?. Pero el control no se queda aquí, una vez sacrificados los animales, en el matadero también se les examina concienzudamente. Si el veterinario tuviera alguna sospecha de que se ha utilizado fármacos de manera ilegal se realizarían más pruebas aún, y si se confirmara, la carne se declararía como "no apta para consumo humano". Todo sea por la seguridad alimentaria y la trazabilidad.
Desde que nace el ternero hasta que la carne llega al plato, el control es total. Fuente |
Así, a base de controlar y controlar, en España ya prácticamente nadie usa clembuterol: es caro, fácilmente detectable y peligroso. El problema está en que aunque la normativa europea prohíbe el uso en la alimentación animal de determinadas sustancias que pueden causar problemas de salud pública (hormonas, tireostáticos, o clembuterol), estas si están autorizadas en otros países y no siempre los controles en aduanas son todo lo exhaustivos que debieran. ¿Pudo llegar el solomillo tramposo del otro lado del charco?, quien sabe.
¿Y qué problema hay con esta sustancia?.
El clembuterol se utiliza en medicina humana y veterinaria principalmente como broncodilatador, es decir para favorecer la respiración en el tratamiento del asma y la bronquitis. El problema es que tiene la “interesante” cualidad de inducir al organismo a producir más musculo y a quemar grasa. Esta cualidad se ha aprovechado para engordar al ganado, eso sí a base de formar músculo, lo cual es más rápido y produce una carne más magra. El problema es que para conseguir que el ternero "eche músculo" hace falta suministrarle dosis diez veces superiores a las terapéuticas. Una vez en el organismo, este se las apaña para repartir la sustancia como puede entre los músculos, el hígado e incluso los ojos. Si el ganadero tramposo no da tiempo suficiente al animal para eliminar los depósitos de esta sustancia antes de su sacrificio, pueden darse casos de intoxicaciones en humanos.
Esto es lo que ocurrió a mediados de los noventa. Se dieron casos de intoxicaciones por ingerir carne o hígado con exceso de clembuterol, que se manifestaban con temblores musculares, palpitaciones y taquicardia, entre otros síntomas. Estos, si bien remitían pasadas las horas, daban un buen susto al afectado sobre todo si tenía problemas de corazón. Desde entonces las autoridades se han tomado muy en serio la lucha contra esta sustancia.
Un engaño peligroso
Y es que el uso sin prescripción médica del clembuterol, constituye a la vez un problema de salud pública y un engaño.
Problema de salud por los efectos negativos que puede tener no sólo sobre el organismo de los consumidores, sino también de los deportistas y los culturistas que lo consuman sin control médico, simplemente para mejorar sus marcas o su aspecto físico.
Engaño al consumidor, que compró una carne de peor calidad, incluso peligrosa, por la que el ganadero tramposo cobró más dinero que si hubiera hecho las cosas bien. Engaño al resto de deportistas, que consiguieron sus medallas sin ayuditas y a los espectadores de esos deportes, a los que el juego sucio siempre decepciona.
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