A las mamás vaca se les denomina "vacas nodriza" y a los terneros criados en los pastos se les llama "terneros pasteros". |
Según la RAE "paridera" pueden ser
varias cosas, pero todas referentes a la reproducción del ganado. Como
adjetivo, se refiere a la hembra de cualquier especie capaz de procrear. Puede
referirse a un lugar, el "sitio en
que pare el ganado, especialmente el lanar", a la acción de parir o a un
momento determinado. Con este último nos vamos a quedar, lo que coloquialmente
se conoce como "la paridera" no es más que el tiempo en que paren muchas hembras de ganado a la vez.
Una paridera es el lugar cerrado donde se recogen las ovejas
en el momento del parto y los días que le siguen. Fuente: Llanos
cerrillo/Banco Fotos Editorial Agrícola.
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La paridera se da en la ganadería extensiva o semiextensiva,
ya que utiliza los recursos naturales a su disposición para la alimentación de
los animales, o al menos, lo más posible. Para ello, el ganadero procura
agrupar los partos en épocas estratégicas para que coincidan las máximas
necesidades nutritivas del rebaño con la máxima disponibilidad de pastos.
En la Península Ibérica, la paridera puede darse en
diferentes momentos del año, dependiendo de la zona (la climatología es muy
diferente) y del tipo de ganado (no comen lo mismo vacas ovejas, cabras o
cerdos). En esta entrada me centraré en el vacuno de carne, que son los que más
alimento necesitan.
Una mente urbanita convencional asociaría la primavera con terneritos
recién nacidos en los prados. Esto, aunque a veces ocurre, no suele ser la
mejor estrategia.
¿Sabías que la gestación de una vaca dura algo más de nueve
meses?
La situación ideal es que las vacas se cubran de diciembre a
febrero. De esta manera, los partos se concentran en otoño (septiembre-noviembre),
los terneros pasan el invierno a resguardo (o no, dependiendo del clima) y mamando
de la madre hasta que comienzan a salir a los pastos en primavera. Este es el
momento crucial, si el ternero, que ya es capaz de tomar hierba, se encuentra
con pastos abundantes crecerá rápido y llegará al peso óptimo para ser vendido (unos
200-250 kg a los seis meses ) sin que el ganadero haya tenido que suplementar su
alimentación con pienso.
Esta situación ideal es más posible conseguirla en las zonas
de media y baja montaña de la España
húmeda, que tienen gran disponibilidad de pasto en primavera y verano, como
puede ser Galicia o la Cornisa Cantábrica. Aquí el mejor momento para la
paridera es el otoño.
La dehesa meridional
(andaluza, extremeña y castellano-manchega), como ecosistema mediterráneo que
es, tiene las lluvias (y por tanto el crecimiento del pastos) concentradas en
otoño y primavera y un periodo de sequía estival muy acusado. Esto hace más
recomendable concentrar las parideras en los cuatro a seis meses del otoño y el
invierno, sobre todo si se trata de explotaciones grandes, que pueden jugar con
más extensión de terreno y tienen mejores infraestructuras.
Sin embargo son bastante más frecuentes, las parideras
continuas, que duran ocho meses, evitando los más secos del verano, en parte
porque se consigue algo más de fertilidad y en parte por razones
socioeconómicas. De todas maneras, aunque el toro convive prácticamente todo el
año con las vacas, los partos tienden a concentrarse de noviembre a marzo. Esto
se debe a que, gracias a la abundancia de pastos de la primavera las vacas
están en una mejor condición corporal para quedar preñadas durante esa época. Las
vacas viven en plena naturaleza, y esta es lo que tiene, si estás de buen año
te reproduces, si no, espera al siguiente.
En la dehesa septentrional
(Ávila, Salamanca y Zamora) y en las zonas de montaña, los mejores momentos son el invierno y la primavera. En ambos
casos, esta tarda más en llegar, y en verano se dispone de pastos en la alta
montaña y de rastrojeras en la meseta. Es como si hubiera "dos
convocatorias", si no quedan preñadas en la primera todavía les queda otra
oportunidad ese año.
Vaca y ternero de la raza berrenda en colorado en una dehesa avileña. |
De todas maneras, a la hora de optar por un momento u otro,
el ganadero se basa en los números, que son los que al final mandan. Y a la hora de ponerse a calcular, hay tres puntos a tener muy en cuenta.
Lo primero: cuanto menos dinero haya que gastar en pienso, que es uno de
los gastos principales, mejor. Eso supone planificar bien para evitar o minimizar
la necesidad de suplementar a las madres (para que lleguen en optimas
condiciones al celo, el parto y la lactancia) y a las crías (para que lleguen
al peso necesario) con heno o pienso.
El otro gasto importante es la mano de obra, que depende en
gran parte de como esté organizado el funcionamiento de la explotación. Las
parideras concentradas en unos meses suelen suponer picos de trabajo que pueden
requerir mano de obra externa. Por su parte la paridera continua, aunque permite
tirar casi únicamente de mano de obra familiar, pero supone estar siempre
pendiente del ganado, ya que hay partos y destetes prácticamente durante todo
el año.
Por último, pero no por ello menos importante, tenemos el factor
comercial; es decir cómo pagan los tratantes al ganadero por los terneros ya
destetados. Depende principalmente de la conformación de los animales (en gran
parte determinada por la raza) y de la demanda del mercado. Desde ese punto de
vista, para el ganadero los partos
tempranos de otoño son los más interesantes: se pagan mejor porque el
sacrificio se producirá probablemente en el último cuatrimestre del año, cuando
la carne alcanza su cotización máxima.
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Oleh
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