Aquí os dejo la segunda entrega de la crónica de la presente
edición de la Semana Verde, que tanto en fotos como en contenido ha quedado mucho
más "sustanciosa".
Bodegón de familia con la compra de la semana
Como ya os comenté, la ausencia de Rusia dejó muchos espacios libres en la
feria. En uno de ellos había una exhibición
de fotografías que enseguida me llamó la atención: familias de diversos países
posando rodeados de toda la comida que consumen a lo largo de una semana. Las imágenes
iban acompañadas por diversos datos estadísticos que las complementaban: presupuesto
semanal en comida (de 0,8€ en Chad a los 375€ de Alemania), porcentaje de
alimentos despilfarrados, porcentajes de población obesa o que pasa hambre,
etc.
Las fotos formaban parte de una exposición ofrecida por el Ministerio de Cooperación alemán basado en el proyecto "Hungry Planet: What the World Eats" ("Planeta hambriento: Lo que come el mundo"). Se trata de un libro, obra del fotógrafo Peter Menzel y la escritora Faith D’Aluisio, que muestra cómo se alimentan 30 familias en 24 países de todos los continentes; una detallada investigación sobre lo que come la gente alrededor del mundo, acompañada por unas fotografías que dan mucho que pensar. Os recomiendo que miréis las fotos, pinchando en la página de Peter Menzel, no tienen desperdicio.
En esta foto de una familia estadounidense se pueden contar con los dedos de la mano los alimentos frescos. Fuente de todas las fotos:El aderezo (imposible compartirlas desde la fuente original). |
En esta foto de una familia en un campo de refugiados en Chad prácticamente se pueden contar con los dedos todos los alimentos disponibles. |
Estas imágenes muestran claramente cómo a mayor
"desarrollo" mayor cantidad de alimento y más proporción de estos
procesados/empaquetados. Incluso, si me apuras, es significativa la proporción
entre alimentos de origen vegetal (verduras, frutas, legumbres, cereales) y de origen
animal (carne y pescado).
Lo gracioso del tema es que, de alguna manera, algunas de las impresiones que pude sacar viendo las fotos también están presentes en la feria, como ya comenté el año pasado al comparar los stand de Estados Unidos y Uzbequistan.
El campo y la ciudad: ¿condenados a vivir de espaldas?
Y estaba yo el sábado por la mañana, entretenida en
buscar explicaciones y teorías a lo que veía en esas fotos cuando me acordé que
justo en ese momento en otro lugar de la feria (bastante apartado) estaban
teniendo lugar las discusiones del Octavo Foro Global para la Alimentación y la
Agricultura, con un lema muy interesante: "Cómo alimentar nuestras
ciudades: agricultura y áreas rurales en la era de la urbanización".
Y es que cerca de la mitad de la población mundial vive
ya en áreas urbanas y según las previsiones de las Naciones Unidas, para el 2050
la proporción subirá al 70%. Esas personas necesitarán alojamiento, agua,
energía, educación, servicios sanitarios, empleo...y comer a diario, pero ¿cómo
se podrá asegurar el suministro de comida suficiente, adecuada y segura?, y ¿qué
papel jugarán la agricultura y las zonas rurales en este nuevo escenario?.
A mí, la pregunta que me surge es: tanto ahora como en el
futuro hay que alimentar a todo el mundo, pero...¿en base a qué modelo
alimentario?.
Hay ciudades, especialmente en países en desarrollo, que se
enfrentan con dificultades para asegurar un acceso regular y adecuado a todos
sus habitantes, problema que se agudizará según vaya aumentando el número de
personas que llegan a la ciudades huyendo del hambre, aunque realmente la traen
consigo. Hay sin embargo otros países en los que el problema es justo el
contrario, la obesidad, en parte por la superabundancia de alimento y porque
aunque suele existir una oferta saludable y suficiente, esta no siempre se escoge por diversos motivos.
Centrándonos en nuestro entorno, el gran problema que le
veo a las ciudades es que, además de imponer un estilo de vida que ayuda poco a
llevar una vida saludable, provoca a una especie de "desconexión"
total de sus habitantes con el campo. Me explico:
A menudo veo las ciudades como un ente bulímico: día tras día llega comida procedente de campos y mares para abastecer mercados y grandes superficies. Una parte se consume, pero un porcentaje importante se desperdicia, como ya conté en esta entrada.
Otra serie de imágenes
muy sugerente la encontré en este concurso de caricaturas expuesto en la feria. "Schnäppchen" de Marlen Hacker. Fuente: http://www.ovid-verband.de/wettbewerb/
|
Esa gran demanda diaria de alimento no se podría
satisfacer sin recurrir a sistemas de producción intensivos, algo que recordó
el mismo ministro de agricultura alemán, Christian Schmidt. Para muestra, un botón: en la tercera
semana de enero, pasaron por Mercamadrid casi dos millones de kilos de carne
fresca (canales de cerdo, pollo, vacuno y ovino) y todavía habría que añadir la
carne procesada.
El modelo de alimentación que llevamos en países
desarrollados implica que los alimentos : tienen que estar disponibles durante
todo el año, suelen sufrir un almacenamiento o transporte durante periodos de
tiempo variables, y están sujetos a criterios de calidad sanitarios y
estéticos. Así, una cadena importante de supermercados puede rechazar por
ejemplo una partida de tomates porque superen aunque sea por milésimas un
umbral de pesticidas que ellos mismos han fijado (normalmente más exigente aún
que los estándares oficiales) o que no superen el calibre o el aspecto perfecto
requeridos para ser comercializados. Del sabor directamente nos olvidamos, se
perdió en el camino.
La consecuencia es evidente: los habitantes de las
ciudades tienen una percepción irreal de cómo se producen los
alimentos, y de lo que cuesta producirlos. Esa falta de información por una
parte origina los mitos alimentarios muy difíciles de combatir y por otra lleva
a exigirle a los alimentos abundancia, salubridad, sabor, perfección y bajo
precio, todo a la vez pero sin estar dispuestos a salir del modelo alimentario
actual.
Y mientras, esa misma mañana de sábado, como todos los
años coincidiendo con la Semana Verde, una
manifestación recorría las calles de Berlín en favor de la producción ecológica
como alternativa a la producción intensiva. Producción que la gente asocia habitualmente
con el uso excesivo de fertilizantes químicos y de pesticidas, trato inhumano a
los animales de las granjas industriales, el uso excesivo de antibióticos y de
pienso con OGM.
Me hizo gracia pensar que lo que se discute en esas reuniones de ministros y en paneles de expertos (cuyas conclusiones, al parecer, se exponen en las reuniones del G20 y G8), las distintas realidades geoeconómicas y geopolíticas de los países y lo que pide la gente de la calle, van por caminos completamente distintos y cada vez más divergentes.
Fuente: Jane Craigie. |
Pero conviene ser positivo y quedarse con las buenas
ideas. Una de las opciones que se contemplaron en el Foro fue la reverdización
de la ciudad y el desarrollo de canales cortos de comercialización que den
posibilidades de negocio a los habitantes del campo, particularmente a los más
cercanos a las ciudades. En este punto, apostar por una agricultura y ganadería
a pequeña escala, ecológica o no, cercana a los entornos urbanos me parece una solución
muy interesante: el ciudadano medio podrá descubrir lo que cuesta cultivar y
mantener lechugas durante todo el año, por ejemplo, pero también descubrirá su
verdadero sabor, algo más amargo de lo acostumbrado, y lo mismo hasta se le
hace "raro".
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