RATONES DE CAMPO Y RATONES DE CIUDAD
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Estamos en pleno verano, estación que para muchos
significa vacaciones y a menudo la
posibilidad de llevar a cabo todo eso que uno lleva deseando hacer todo el año.
Para los que eligen montaña en vez de playa, puede significar dar largos
paseos, respirar aire fresco y puro...o reconectar con la naturaleza y el mundo
rural.
El problema es que la brecha que separa al mundo rural
del urbano es cada vez mayor. Los habitantes de ambos lados del precipicio ven
a los del otro lado de una manera distorsionada; como a través de unas gafas que
llevan un filtro fabricado a partir de ideas preconcebidas, mitos y grandes dosis de desinformación.
Y cuando llegan las vacaciones, los habitantes de uno de
los lados saltan al otro, lo cual en principio está muy bien porque es la mejor
manera descubrir al vecino. El problema es que aunque viajan, las gafas no se
las quitan y pierden la oportunidad de descubrir cómo viven realmente los
habitantes "del otro lado". Y esto, aparte de ser una pena, a veces
causa serios problemas.
Este verano, por ejemplo, me he encontrado con tres
historias de hasta qué punto puede chocar el mundo urbano con el rural cuando los
habitantes del primero se comportan como si el campo fuera simplemente su
"patio del recreo". Y he decidido escribir esta entrada para contarlas,
con un título inspirado en una fábula de Esopo que ya en el 500 a.C reflejaba
el campo y la ciudad como dos mundos enfrentados.
Festival de globos
aerostáticos en Segovia.
¿A quién no le gustaría admirar desde el cielo el paisaje
agrario castellano?. En principio no habría problema, si no fuera porque aterrizan
impunemente en fincas privadas, valladas con ganado en su interior; y, lo que
es peor, les da por volar bajo sobre zonas de pastizales, molestando a vacas y terneros
con el ruido de los quemadores. Los animales, asustados, saltan vallas y
alambradas, irrumpiendo en la carreteras con el riesgo que eso supone. Imaginaros
el problema que puede llegar a suponer para el propietario de los animales:
arreglar los vallados rotos, abortos provocados por el estrés, o peor aún, la
responsabilidad por si alguno de sus animales provocara un accidente de tráfico.
No está pagado, como dicen.
Foto de Rocío Pardos, tomada de esta página. |
Lo razonable sería evitar zonas de pastizal y que tanto los
despegues como los aterrizajes, se realizaran en parcelas en las que se contara
con autorización para hacerlo. Pues que si quieres arroz Catalina. Según
cuentan en esta noticia, la Unión de Campesinos de esa provincia lleva desde
hace ya bastante tiempo pidiendo a las empresas que tomen esas precauciones, con tan poco éxito hasta el
momento que han decidido recurrir a la Subdelegada del gobierno para que tome
cartas en el asunto.
Excursionistas que la lían parda
Poco a poco, la concienciación ambiental va calando en la
sociedad. Tenemos la lección aprendida de qué hacer para prevenir incendios y
de que hay que llevarse la basura a casa (otra cosa es que se lleve a la
práctica). Sin embargo, con el auge del turismo rural, la mayor movilidad de la
gente y ciertas corrientes animalistas, se empieza a detectar otro problema: la interferencia de los excursionistas en el monte con la ganadería
extensiva.
Se ha llegado a tal punto que los pastores de cabras y
ovejas, a través de la Organización Interprofesional Agroalimentaria del Ovino y Caprino (INTEROVIC), han elaborado el Decálogo del turista rural sostenible,
para informar sobre unas sencillas
pautas de comportamiento para garantizar la convivencia entre ganado, ganaderos
y turistas.
Algunas podrían parecer de sentido común, especialmente
para la gente que trata a diario con ganado, pero que a los urbanitas lo mismo ni se les
pasa por la cabeza.
Por ejemplo, en carretera recomiendan respetar las señales de paso de ganado y reduciendo la velocidad (¿cuántos de
nosotros realmente lo hacemos?). Las carreteras a veces atraviesan montes
públicos o comunales y puedes encontrarte con una vaca o un rebaño; en estos casos hay que ser paciente, su ritmo es distinto,
no utilizar el claxon y no bajar del coche, ya que los animales pueden asustarse y salir corriendo, con lo que supone de trabajo extra para el pastor reunir de
nuevo al rebaño en campo abierto.
Cuando se pasea por el monte conviene recordar tres
normas básicas.
La primera norma de oro: dejar los pasos de las fincas tal y como uno
se los encuentra, abiertos o cerrados, ya que el ganadero tiene un motivo para
dejarlos así.
Segunda norma: en general, no acercarse a cualquier animal suelto,
y esto lo añado yo, especialmente si se trata de una vaca con ternero (pueden
llegar a atacar si consideran que su cría está en peligro).
La tercera norma: cuidado con los perros. Si nos encontramos
con un rebaño lo mejor es rodearlo, cuanto más lejos mejor. Y si llevamos
perro, hay que atarlo inmediatamente con la correa, por dos razones: por si se
nos escapa y molesta a los animales, y porque normalmente los rebaños van
protegidos y guiados por perros que no dudarán en echar al intruso de malos
modos.
Y es que los problemas excursionista-perro-pastor son cada vez más
frecuentes y a menudo se deben un desconocimiento tremendo de la función de los
perros guías y guardianes (a veces se utilizan dos razas distintas, careas y
mastines) de los rebaños.
La función del perro pastor es proteger al rebaño, normalmente
del ataque de lobos, y lógicamente, para que cumpla esta función ha de estar
suelto y sin bozal. Si te ladra a ti o a tu perro, lo sensato y normal es
alejarse hasta que el animal considere que su rebaño no corre peligro. Sin
embargo, no falta gente que, tras el susto, amenaza al pastor con denunciarle
por llevar así al perro. No señores, el campo no es un parque público y tanto
el pastor como su perro están trabajando, que de algo hay que vivir.
Otro problema tristemente cada vez más habitual, que denuncian
en la comunidad de Facebook de Ganaderas en Red (GeR), es el de la gente que ve un
perro suelto en zona de pastoreo y, por desinformación o por exceso de celo, se
lo llevan con ellos considerando que el ganadero lo ha abandonado, e incluso
llegando a denunciarle. Al mal rato que
pasa este ganadero (ganaderas en este caso) por la denuncia hay que añadir que
el rebaño queda desprotegido por un tiempo, y que en caso de que el animal
acabe en una protectora (que a veces ocurre) y localicen a su dueño legítimo,
este tiene que desplazarse a recogerlo y pagar por el tiempo que ha estado el
perro alojado en la protectora.
GeR - Ganaderas en Red. |
Invasión de un campo de girasoles
Esta última historia ocurrió en julio y aquí podéis leer
la noticia original o su versión en castellano. De todas
maneras os la resumo para mostrar lo que ocurre cuando se añaden las redes
sociales y una falta total de respeto.
La familia Bogles tiene una granja en Ontario (Canadá) en
la que cultivan girasol, maíz, mijo, avena y cebada. Para sacarse un dinero
extra, hace tres años decidieron abrir su granja a los fotógrafos que acudían a
retratar los campos de girasoles. Hasta ese momento habían tenido unos pocos
cientos de visitantes. Este año abrieron la granja el 20 de julio, acondicionando
uno de los campos como aparcamiento y contratando gente que les ayudara a guiar
y controlar a los visitantes. Por cada adulto cobraban 7.50 dólares.
La primera semana las visitas transcurrieron normalmente,
llegando apenas a un tercio de la capacidad de acogida. Pero el sábado siguiente
la cosa se desmadró. Varias fotos subidas a Instagram de gente posando entre
miles de girasoles se hicieron virales y desencadenaron la tormenta perfecta; de
repente, medio Ontario quería inmortalizarse entre estas vistosas flores. Más idílico y rural imposible.
Fuente. The globe and mail. |
Venía gente de todos los lados, las autopistas y
carreteras comenzaron a congestionarse a las seis de la mañana, la gente
comenzó a aparcar a un kilómetro de distancia, y entraron en los campos sembrados
con sus palos de selfie e ignorando las indicaciones de los trabajadores de la
granja y las señales de "no pasar" colocadas por todos lados, y
lógicamente la inmensa mayoría sin pagar un céntimo.
Al día siguiente, los dueños de la granja pasaron el día
carretera arriba y abajo pidiéndole a los visitantes que se fueran, a lo que
algunos contestaron que "les había arruinado las vacaciones".
El girasol es un cultivo bastante frágil, si las hojas inferiores
resultan dañadas la planta es menos resistentes a la sequía y las enfermedades.
Hasta septiembre u octubre no conocerá la familia Bogles el alcance de los
daños que causó la horda de fotógrafos en sus campos. Un agricultor del área de
Winnipeg sin embargo comentó que cerca de 2.000 personas se presentaron en uno
de sus campos, derribando las flores en busca de la foto perfecta.
Esta historia es más antigua, pero tenía que ponerla. Circula en Internet un video de un granjero croata que, harto de que los coches aparcaran en su campo de cultivo todos los domingos de mercado, tras pedir claramente que no se hiciera, decidió dar a los dueños un pequeño escarmiento arando toda la zona que quedaba libre. Acabó ayudando a sacar los coches y aún hubo algún conductor que se quejó porque su coche resultó dañado. Aquí tienes el vídeo. Fuente. |
En conclusión
He puesto tres historias que me han llegado prácticamente
a la vez, y que en general muestran esa actitud del urbanita de considerar que el
campo no tiene dueño, que tiene todo el derecho del mundo de ir a donde le
plazca, y que los caminos
están hechos para que el (o ella, o sus perros o sus críos) paseen, corran o
monten en bici tranquilamente, sin que vehículos de campo y rebaños se crucen
en su camino, levantando polvo o dejando olorcillo a chotuno a su alrededor.
Todos sabemos cómo está afectando el turismo a las
ciudades, pero normalmente el turista medio sabe cómo comportarse y los lugares
donde acude, mal que bien, están adaptados a las aglomeraciones. Pero jamás
verás a un turista "de pueblo" pasear por los pasillos de una oficina
o un hospital o meterse en la cocina de un restaurante e increpar al responsable
por el aspecto de las lechugas, por ejemplo.
Pues bien, el campo y la montaña son el lugar de trabajo
de mucha gente en el medio rural. En algunos casos los terrenos serán de su
propiedad y otras veces serán compartidos, pero ellos llevan toda la vida ahí, harán las cosas mejor o peor, pero tendrán
sus motivos para hacerlas y no creo que alguien que está de paso sea la persona
más indicada para juzgarles.
Dicho esto, también es verdad que a menudo desde el mundo
rural se trata al urbanita y en particular a algunas variantes (ecologista,
animalista, etc) con condescendencia e incluso desprecio, lo cual también me
parece un error. Hay mucha buena gente que hace turismo por conocer lugares
nuevos, a sus gentes y su modo de vida, y si pasa ocho horas en la oficina, dos
en medios de transporte y el resto metida en un bloque de pisos es normal que no
tenga ni idea de cómo comportarse si se cruza con un rebaño de ovejas. Y a la que
meterse en mitad de un cultivo para hacerse fotos le parezca de lo más emocionante.
Lo ideal sería que tanto urbanitas como ruralitas se quiten
esas gafas con filtro de ideas preconcebidas, estén dispuestos a escucharse
mutuamente y sobre todo, se traten con respeto. ¿Será mucho pedir?.
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