miércoles, 23 de mayo de 2012

LA IMPORTANCIA DE LA SOJA

Detalle de un cultivo de soja.
Foto cortesía de Syngenta- Canada.
 
Tal y como está el patio, lo de la nacionalización de YPF ya parece un tema completamente olvidado. Pero bueno, aunque a deshora, voy a aprovecharlo para hablar de la soja argentina. ¿Y que tendrá que ver el petróleo con la soja?, pues ahora lo veremos.


La soja (Glycine max) es una planta de la familia de las leguminosas, esto es, prima hermana de garbanzos, lentejas y judías. Las leguminosas tienen la estupenda costumbre de asociarse con microorganismos del suelo (en concreto unas bacterias llamadas “Rhizobium”) capaces de captar el nitrógeno del aire y en hacerlo asimilable para las plantas. El nitrógeno es uno de los elementos fundamentales de los seres vivos, ya que forma parte de las proteínas. Estas, a su vez son esenciales para la vida porque, entre otras cosas, son los “ladrillos” con los que se construyen los seres vivos.


Las plantas incapaces de asociarse a los microorganismos  tienen que apañárselas con el nitrógeno que hay en el suelo, que no siempre es el suficiente para crecer y fructificar en condiciones. Las leguminosas, sin embargo, pueden crecer en suelos más o menos pobres y aumentar su fertilidad. Además, al tener a su disposición más nitrógeno pueden fabricar más proteínas que una lechuga, una tomatera o una planta de maíz por ejemplo.

Pechugas, lomos y solomillos, huevos y leche tienen una importante proporción de proteínas en su composición. Esas proteínas las pueden conseguir los animales pastando en el prado (o picoteando bichillos, en el caso de las gallinas), pero con eso les da para mantenerse ellos y una escasa prole. Para ayudar al ganado a producir algo más el hombre le ha dado una ayudita en forma de legumbres: algunas que también consumimos nosotros, como guisantes, habas, almortas o altramuces y otras solo para los animales que suenan ya hasta exóticas como la veza, los yeros, los titarros y las alholvas. 

Detalle de la legumbre de la soja, una vez seca. Foto de Jesús López


 
Todas estas legumbres antiguas han sido prácticamente desbancadas por la soja por varias razones. Desde el punto de vista de la nutrición, la soja contiene ella solita prácticamente todos los aminoácidos esenciales que forman las proteínas animales y además viene “equipada” con una buena proporción de ácidos grasos que aportan energía. Parte de esta energía la utilizará el animal en construir su cuerpo a partir de los “ladrillos” de proteína. Desde el punto de vista agronómico, la soja es más fácil de recolectar y tiene unos rendimientos más regulares que nuestras legumbres autóctonas, gracias en parte a la intensa selección y mejora genética llevada a cabo en Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial. Selección que no se llevó a cabo en España en su momento, a pesar de tener un buen repertorio de legumbres autóctonas para trabajar sobre ellas.

Mientras en Europa y en España se intentaba salir a duras penas de las consecuencias de la guerra, en Estados Unidos desarrollaron los sistemas de ganadería intensiva, que permitían alimentar de manera rápida y barata a la población. Y precisamente uno de los pilares de este tipo de ganadería es la soja, componente indispensable, aunque no mayoritario, de la mayoría de los piensos. Así que no solo nos vendieron la manera de producir sino que además crearon el mercado para la soja que producían. Todo esto sigue más o menos igual desde entonces, ya que la tremenda demanda de alimentos de origen animal de nuestra sociedad actual parece que sólo se satisface gracias a las granjas intensivas. Lugares en los que a las vacas, cerdos, pollos y gallinas la comida se les sirve ya preparada, pensada y repensada, vitaminada y mineralizada, y con los aditivos necesarios para que los animales crezcan o produzcan sanos pero rápido. 

El menú de un cerdo. Está en francés, pero es fácil adivinarlo. Foto de archivo propio.

La ganadería intensiva demanda continuamente soja, y si faltara habría que pensar en alternativas. Si descartamos las harinas cárnicas, proteína animal casi en estado puro cuyo mal uso tuvo las consecuencias que todos conocemos, nos quedan las otras legumbres antes citadas, que de momento son poco competitivas. En cualquier caso subiría el precio del pienso, y por tanto el de los productos de origen animal. Así que al final el ganadero se quedaría sin margen de beneficio (ya que les cuesta más dinero producir lo mismo) y al consumidor le llegaría el aumento de precios de una manera u otra.

Pero volvamos a Argentina, el tercer productor mundial de soja tras Estados Unidos y Brasil. Desde que comenzó su exportación en los años sesenta, este cultivo se ha ido convirtiendo en su particular “oro verde”. España necesita unos cuatro millones y medio de toneladas de soja, de los cuales aproximadamente la mitad se los compra a Argentina, así que la tentación de cancelar las importaciones de este producto como respuesta a la nacionalización era grande. Argentina se puede buscar mercados alternativos, pero España llevaría las de perder así que de momento la pataleta ha quedado en un decreto que apoya la producción de biodiesel europeo.

Como he dicho antes la legumbre de soja tiene un contenido apreciable de aceite a partir del cual se obtiene el biodiesel, combustible que muy poco a poco se va haciendo un hueco en nuestras vidas. Parece ser que también importamos el biodiesel a Argentina, porque resulta más barato que producirlo aquí (incluso resulta más barato que producirlo aquí mediante el reciclaje del aceites de cocina). Lo gracioso es que seguiremos dependiendo de la energía - para movernos a nosotros mismos y a nuestras maquinas - contenida en unas legumbres de soja cultivada a miles de kilómetros de distancia.


La soja tiene infinidad de usos en la industria. En la foto, preparada como aperitivo; muy sosa por cierto. Foto de archivo propio.

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Oleh

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