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jueves, 12 de enero de 2023

 COMER ES UN ACTO AGRÍCOLA

Foto tomada en el aeropuerto de Fiumicino (Roma). ¿Quién me iba a decir a mí que una foto tomada en un aeropuerto iba a inspirarme una entrada?


Menuda se montó con los huevos fritos listos para comer lanzados por un conocido supermercado. Esto huevos han dado mucho que hablar en las redes sociales; la mayoría de los comentar unios planteaba cómo es posible que hayamos llegado a este punto, y si realmente alguien comprará eso... con lo fácil que es freír un huevo. Sin embargo, también hubo quien justificó el invento, dado que hay personas a las que estas novedades les ayudan mucho en su vida diaria, pero con relativo éxito, ya que consiguió convencer a poca gente.

Los huevos en cuestión. La mayoría de las opiniones críticas destaca lo poco sostenible del envase y la inutilidad del cliente que ya no sabe ni freírse un huevo.


Tal como muchos escépticos apuntaban la intención del responsable del invento no era crear un producto pensando directamente en el consumidor final, con necesidades especiales o sin ellas, sino ofrecer un producto que cubriera ciertas necesidades específicas de establecimientos de comida rápida y colectividades (hospitales, prisiones, etc.). Sin embargo, era consciente de que su producto respondía a las demandas de la sociedad, y el titular basado en sus palabras "Nadie freirá un huevo en su casa en tres años", escoció un poquito a la opinión pública. Aunque resulte duro admitirlo lo cierto es que cada vez cocinamos menos. Los productos de quinta gama - los típicos de “abrir/calentar/aliñar y listo” – van conquistando poco a poco el espacio en los puntos de venta y en el carrito de la compra, ya que responden a nuevas necesidades y a un cambio de prioridades de la sociedad.

El boom de la gastronomía de hace unos años ha ido desinflándose poco a poco; ya no se abren tantos “gastrobares” y el único “programa de cocina” que queda en prime time hace tiempo que se dedica más al espectáculo que a la propia comida. Con la pandemia de Covid-19 hubo un cierto repunte en el interés por tener una alimentación saludable, cocinar en casa y usar alimentos frescos. Pero no parece que haya cuajado del todo, quizás porque las circunstancias vitales nos empujan por otro lado: el ritmo de vida, la inflación, el cambio de modelos de ocio, etc.


Comer y cocinar ha pasado de ser una tarea diaria ineludible a convertirse en una afición. ¿Sabías que sólo el 28% de los españoles cocina a diario a partir de alimentos frescos (verduras, legumbres, carne, pescado o huevos)?
 
Cocinar en casa implica tener que hacer la compra más veces, y esta a su vez plantea el reto de comprar género fresco. Pertenezco a una generación que se siente intimidada ante la variedad de género que se despliega en una carnicería o pescadería.  Apenas sé qué pedir porque tampoco tengo muy claro como lo cocinaré, y confieso que más de una vez he recurrido a las pechugas de pollo o la cinta de lomo ya cortadas y envasadas del supermercado, una opción más  aburrida pero infinitamente más práctica. Tengo también la sensación de que intentar conseguir el punto a un guiso de judías empieza a ser considerado una excentricidad, considerando que se pueden comprar ya cocidas en bote. 

 

Hemos ganado en rapidez y facilidad de uso y nos hemos liberado de tareas básicas. También disfrutamos de una variedad de posibilidades nunca vista – hemos pasado del monopolio de la típica ensalada de tomate y lechuga romana a tener que elegir entre la “Mediterránea”, la “César” o la “Gourmet” – lo cual está muy bien. A cambio, hemos perdido el contacto físico con el alimento y gran parte del conocimiento sobre muchos ingredientes.

 

De la misma manera que apenas memorizamos porque tenemos toda la información al alcance de un click, ni intentamos orientarnos en una ciudad desconocida porque tenemos todos los mapas del mundo en nuestra mano, hemos ido aparcando una serie de capacidades y experiencias para dar paso a otras distintas. Que estemos ganando o perdiendo con el cambio, solo el tiempo lo dirá. Con la cocina y el interés por los alimentos ocurre lo mismo. No somos del todo conscientes de cómo tomar la decisión de cocinar, e incluso producir, nuestra propia comida aporta cierto poder. Las dudas que nos planteamos al intentar cultivar, comprar o incluso manipular la comida nos acercan en mayor o menor medida al campo y a la realidad agroalimentaria en la que vivimos: ¿por qué las zanahorias del mercado son tan lisas y rectas y las de mi huerto parecen un muñón? ¿las patatas nuevas son variedades modernas? ¿qué son esas bolitas blancas en mi botella de aceite? ¿y esas otras en el cuarto de gallina para el caldo? (en caso de que alguien todavía haga caldo en casa).  

 

Con la información adecuada, la etiqueta de un alimento cuenta mucho más de lo que parece. 


Si somos capaces de conocer, y reconocer, la calidad de un alimento cuando lo adquirimos en el mercado estamos dando un mensaje al resto de la cadena alimentaria: “me importa lo que como”. Si, por el contrario, acabamos recurriendo por sistema a fruta pelada, hamburguesas con forma de ratón Micky o los famosos huevos fritos refrigerados transmitimos la idea de “dame de comer rápido y barato”. Las consecuencias son obvias, no solo perdemos calidad organoléptica (la higiénica está garantizada al 99,9% en este tipo de productos) sino la conexión y el conocimiento de lo que estamos comiendo. Al fin y al cabo, con ese nivel de procesado industrial ¿serías capaz de apreciar si esos huevos proceden de gallinas camperas?, ¿realmente eso importa cuando quieres comer en diez minutos? 


En esta hamburguesa lo de menos es la carne de la que procede. En cuanto resulte rentable la hacen in vitro y a correr.
 


El comprador urbano medio tiene claro que los alimentos se producen en granjas. Pero la mayoría no ha estado nunca en una explotación real (bien porque le pilla lejos o porque su acceso no es sencillo), desconoce porqué están donde están, como funcionan, qué conocimientos o habilidades son necesarios para ello o incluso qué obstáculos enfrentan a diario sus responsables. Sin embargo, las decisiones de compra de todos los consumidores, seamos conscientes o no, influyen (o afectan) directamente en todas las granjas y explotaciones, grandes y pequeñas.  

De ahí el título de esta entrada, la afirmación de Wendell Berry de que “comer es un acto agrícola”. Desde este blog, y el proyecto “Conocer la Agricultura y la Ganadería” en general pero sí podemos aportar nuestro granito de arena aportando conocimiento sobre los alimentos que nos llevamos a la boca y su origen, un tema que personalmente me encanta me parece tremendamente útil y del que sin embargo hay muy poco escrito. Por esta razón, este año queremos prestar más atención a todo lo que tienen que contar los alimentos.   Esperamos vuestras propuestas.

 
Otras entradas que te pueden interesar:

CAMPO Y ALIMENTOS: ¿CÓMO LOS VE LA PUBLICIDAD? 

QUERIDO CONSUMIDOR  

DE VUELTA AL MERCADO  



 

 

 

 

 

 

 



viernes, 24 de enero de 2020

LLEVANDO EL CAMPO A LOS COLES


Enero es un mes de cumpleaños para el proyecto Conocer. Este año, el propio blog cumple 8 años, y la primera crónica de las actividades que hicimos en coles cumple cinco años. Dos meses y pico más que esa maravillosa aventura en la que nos metimos consistente en llevar el campo a los colegios en forma de juegos gigantes.
 

Una de las mejores decisiones fue traer elementos del campo a los coles: espigas de trigo, mazorcas de maíz, crotales, lana...llaman mucho la atención.

Desde entonces han cambiado muchas cosas -  los propios juegos, los personajes y las personas encargadas de llevarlo a cabo - pero la esencia ha permanecido y hemos ido mejorando cosas poco a poco, lo cual nos ha permitido ampliar nuestro radio de acción, de la Comunidad de Madrid a Valencia, Toledo, Zaragoza y Valladolid.
 

Así, aprovechando que por fin tenemos video que ilustra bastante bien nuestro trabajo con los escolares, voy a hacer una pequeña vista atrás.


Si te gusta lo que ves y lo quieres llevar a tu cole, asociación o evento, no dudes en ponerte en contacto con nosotros.
  

Los juegos
 

A desarrollar juegos se aprende, sobre todo, jugando. Y en eso estamos. Eso tiene la ventaja de hacer del trabajo de uno algo francamente entretenido...y de no poder desconectar como uno quisiera. Nuestra propuesta en los coles cuenta con adaptaciones de dos clásicos - juego de la oca y memory - a los que prácticamente solo ha hecho falta dotarles de contenido agronómico.
 

Encontrar el dado adecuado para jugar a la oca no ha resultado tan fácil. Los primeros eran hinchables y se quedaban horrorosamente flácidos a mitad de la partida (y para colmo no eran nada fáciles de inflar). Los segundos fueron dos bloques enormes de porexpan forrado con papel que armaban un estruendo enorme cada vez que eran tirados. Desde que encontramos la tercera versión, unos tipo puff, rezamos para que nos duren eternamente.
 
El tercer juego - "Del campo a la mesa" - no surgió a la primera. Comenzamos con un híbrido entre tabú y pictionary demasiado complejo de explicar y jugar en apenas 20 minutos, por lo que apenas duró unos días en cartel. Para aprovechar la colección tan estupenda de palabras relacionadas con la agricultura y ganadería que había reunido, decidí jugar al ahorcado y ponerles a dibujar granjas en las que aparecieran esos elementos.
 



Antes del segundo tour y en pleno auge de los realities gastronómicos me vino la inspiración. Siempre me parecía que había mucho postureo y muy poca información sobre alimentos, así que decidí hacer mi propia adaptación, que no es más que un mercado en el que los muchachos deben conseguir los alimentos para montar un menú (a ser posible, saludable) adivinando preguntas.
 


Sofía  en el juego "Del campo a la mesa" preguntando a los chavales por el origen de las patatas.

El memory por su parte, ha ido cambiando las imágenes que lo componen. Nació cuando nos invitó Fendt a participar en su evento de Fendtgüinos en La Rioja, ya que habían montado una carpa para entretener a peques y no tan peques. La primera versión solo tenía, lógicamente, maquinaria agrícola y ganadera, muy variada eso sí. Poco a poco, para ampliar los temas a tratar, que son muchos más de lo que el tiempo suele permitirnos, hemos incluido fotos sobre protección de cultivos, semillas e investigación entre otras.
Sandra preguntando ¿qué ha pasado con las semillas de la sandía, dónde están? las respuestas de los niños no tienen desperdicio.

Nuestros personajes

En sus orígenes se llamó Andrés Agustín (quienes tengan la primera edición del libro lo conocerán así) ya que heredó el nombre de su creador gráfico. Un nombre sonoro y muy particular... para ir saliendo del paso. 


Tras el tour que hicimos en Valencia lo rebautizamos. La vuelta en el AVE da para charlar y evaluar lo que funciona y lo que no, y todos los monitores allí presentes decidimos que tenía que haber una chica en igualdad de condiciones y que ambos personajes deberían tener un nombre más acorde con los juegos que presentaban. De esta manera nacieron Mari Lanas y Pepe Huertas.
 

Portada de la segunda edición del libro "Conocer la Agricultura y la Ganadería". Puedes comprarlo aquí.
 
Los monitores
 

Hemos sido unos cuantos los involucrados de una u otra manera en el proyecto, y por más o menos tiempo. Así que, permitidme que recuerde a los dos Alejandros, a Gema, Alba, Albertina y Nuria.
 

Yo misma he participado en muchos de los tours como monitora o apoyo eventual, pero actualmente disponemos de un pedazo de equipo formado por Belén, Sofía y Sandra, capaces de conectar de tal manera con niños y niñas que aprenden muchas cosas del campo mientras pasan un rato estupendo jugando.

Belén, aparte de gestionar las visitas a los colegios es la encargada de presentar la actividad a los chavales.



Y este es nuestro currículo, con enlaces a las crónicas correspondientes.

- Noviembre de 2012 : Actividad en centros comerciales de la Comunidad de Madrid. 


- Mayo de 2014: Actividad en Cartagena (Murcia) durante la tercera edición del Campus de la Ingeniería en la Universidad Politécnica de Cartagena. 


- Septiembre de 2015 . Actividad en Bañares (La Rioja) durante el evento de Fendtgüinos, en colaboración con Fendt España. 

- Noviembre y diciembre de 2015: I Tour en la Comunidad de Madrid. Primera y segunda parte. 

- Mayo y Junio de 2016:  II Tour en la Comunidad de Madrid.


- Noviembre y diciembre de 2016 III Tour en la ciudad de Valencia.
 

- Mayo y Junio de 2017: IV Tour en la Comunidad de Madrid.

- Diciembre de 2017: V Tour en la ciudad de Toledo. 


- Junio de 2018: VI Tour en la Comunidad de Madrid.

- Noviembre de 2018: VII Tour en la ciudad de Zaragoza.

(Noticias Rtve Aragón, min 1.21 y 7.11)

- Mayo de 2019: VIII Tour en la ciudad de Valladolid.


- Octubre y noviembre de 2019: IX Tour en la Comunidad de Madrid.

miércoles, 25 de abril de 2018

DE LAS YEMAS DE LOS HUEVOS, SU COLOR Y OTRAS CURIOSIDADES

Es frecuente escuchar eso de que las yemas de color intenso, ya sea amarillo o naranja son mejores, o directamente, que son las buenas de verdad, las naturales, etc. 

Pues al igual que hice con el color de la cáscara de los huevos, voy a desmontar , en parte, este otro mito alimentario.
 

¿A qué se debe el color de la yema? La explicación científica.
 

Seré breve, no os preocupéis.
 

El color de la yema depende principalmente de alimentación de la gallina, en concreto de las proporciones de pigmentos amarillos y rojos, las xantofilas, presentes en el alimento que toma la gallina. Dado que la yema tiene un alto porcentaje de lípidos (grasas) en su composición, la asimilación de pigmentos liposolubles modificará el color de la yema.
 

Así, si la gallina come plantas con gran cantidad de xantofilas, estas sustancias se depositarán en la yema durante la formación del huevo. Si se alimenta de un pienso basado en maíz amarillo o alfalfa, la yema tomará un color amarillo medio, más intenso que si se alimentara a base de trigo o cebada. De la misma manera, una dieta basada en harina de maíz blanco daría unas yemas casi descoloridas. De esta manera, el color de la yema de huevo puede variar desde el amarillo pálido al anaranjado intenso.

 

Las gallinas camperas y las ecológicas, que pueden picotear más variedad de alimentos, plantas verdes, semillas, bichitos para complementar su ración de pienso....tienden a producir yemas más anaranjadas.

Lo del color va por barrios
 

A los alemanes les gusta blancuzca, a los ingleses amarilla y en Estados Unidos los consumidores de los distintos estados se decantan por yemas doradas o de color amarillo limón. En España también se observan diferencias:  en el norte y sur gustan las yemas de un naranja intenso, mientras que en el centro de la península prefieren coloraciones más amarillentas.
 

Estas diferencias, al igual que las preferencias en el color de cáscara, posiblemente tengan su explicación histórica y sociológica, muy relacionada con la evolución de las formas de cría de las gallinas ponedoras y la utilización de distintas razas.
 

El caso es que los comercializadores conocen estas preferencias locales y ajustan la dieta de las gallinas para obtener el color deseado.
 

El color o pigmentación de la yema se mide con dos escalas: el índice de color (tonos del verdosos al amarillo) y la escala de Roche (intensidad del color). Aunque el valor medio para la escala de Roche es de 9, muchos consumidores buscan intensidades cercanas o superiores a 10. Fuente: BASF
 
¿Y cómo se consigue? Dado que las materias primas que componen la ración de las gallinas ponedoras suelen tener unos valores muy bajos (de cero incluso) de xantófilas amarillas y rojas, se añade al pienso la combinación adecuada de pigmentos para obtener el color deseado. Lógicamente se trata de sustancias autorizadas para la alimentación animal. Curiosamente, en EEUU donde se permite el uso de determinadas hormonas que favorecen el engorde de ganado, no están permitidos los colorantes sintéticos en avicultura.

¿Sabías que en  avicultura ecológica está prohibido el uso de aditivos sintéticos para modificar el color de la yema?
 Estos pigmentos pueden ser de origen natural o un análogo sintético. Y como ocurre con tantas cosas naturales de verdad, los primeros se conservan menos tiempo y su calidad depende del clima y de las condiciones de cultivo y cosecha. 

¿Sabías que obtener una yema pigmentada supone un mayor coste de producción?

De los pétalos de caléndula se obtiene uno de los pigmentos naturales más conocidos para la coloración de las yemas.

¿Entonces están relacionados el color de la yema con la calidad de un huevo?
 

Pues si, pero poco. La calidad del huevo se mide por diferentes parámetros, unos miden la calidad del proceso de producción y otros la conservación del huevo, es decir su "frescura".

¿Sabías que forma de cría de la gallina no aporta grandes diferencias en la composición nutritiva del huevo? El factor principal es la alimentación de la gallina.

Por ejemplo, de la cáscara nos interesa su espesor y dureza: una cáscara frágil o demasiado fina puede comprometer la salubridad y la calidad interna del huevo.
 

De la clara o albumen nos fijaremos en su densidad y color. Una clara demasiado fluida, es síntoma de que el huevo no es fresco o se ha conservado a una temperatura incorrecta. Los cambios en el color nos avisan de problemas serios: por ejemplo un color verdoso puede indicar de contaminación con Pseudomonas y si es negruzco por Proteus, mientras que claras rojizas o sanguinolentas indican lesiones en el oviducto, iluminación inadecuada o cambios bruscos de temperatura en el gallinero.
 

El tamaño de la cámara de aire nos indica la frescura de los huevos.
conforme pasan los días, según el huevo va perdiendo agua a través de los poros de la cáscara y cámara de aire aumenta de tamaño. Este proceso es el que explica la famosa prueba de la flotación, un huevo viejo flotará porque su cámara de aire es más grande.

Fuente



Y por fin llegamos a la yema. Su calidad está determinada principalmente por su forma (la relación entre altura y diámetro se considera un importante factor de calidad, no me preguntéis porqué) y su color.
 

El problema es que, como hemos visto, el color es un indicador bastante subjetivo y está muy sujeto a preferencias personales que poco tienen que ver con la frescura, la seguridad microbiológica o la calidad nutricional del huevo. De hecho, desde este punto de vista  el color de la yema apenas aporta nada, ya que los carotenoides (los precursores de la vitamina A) poco contribuyen a la coloración del huevo.
 

Pero también es verdad que ciertos problemas de manejo y alimentación de los animales pueden disminuir el depósito de xantofilas en la yema: sustancias liposolubles (por ejemplo procedentes de plantas silvestres ,etc), niveles altos de vitamina A, altas temperaturas, grasas enranciadas o un almacenamiento prolongado de materias primas. Y cómo no, posibles enfermedades que puedan tener las gallinas.
 

Así, ante un huevo con una yema paliducha podemos pensar que: a) que se ha comprado en un lugar donde gustan así, b) que la gallina ha comido un pienso bajo en pigmentos o c) que la alimentación y manejo de la gallina que puso el huevo (y de sus compañeras) sea algo deficiente. Si a la hora de comprar huevos te vas a los baratos de entre los baratos, las opciones b y c tienen más probabilidades de ocurrir. Pero vamos, lo normal es que encontremos en el mercado los huevos de calidad media hacia arriba, los de calidades inferiores desde el punto de vista gastronómico van para otros usos (industria alimentaria, farmacéutica u otras). 
 

Unos detalles inocuos pero rechazados a menudo por los consumidores, son las  "manchas de sangre" que aparecen en la superficie de la yema y las "manchas de carne" en la clara. Ambas están relacionadas con factores genéticos, la edad y el estrés que puedan sufrir las gallinas. Por cierto, aunque a alguien pueda parecérselo, NO son los embriones del pollito. Foto tomada de la web Gominolas de petróleo, muy recomendable si te interesan los alimentos.

¿ Sabías que las gallinas White Leghorn ponen huevos de cáscara blanca que casi nunca tienen manchas? Los huevos de cáscara marrón, puestos por otras razas de gallinas, poseen manchas en un porcentaje variable (del 5 al 40 %).


Otras curiosidades y una conclusión
 

Hay componentes de la alimentación de las gallinas que pueden transmitir sabor al huevo, especialmente a la yema, dada su naturaleza grasa. Pero también pueden pasar olores y sabores al huevo si se almacenan cerca de productos que desprenden un olor intenso (cebolla, embutidos, quesos…). Por esta razón se aconseja guardar los huevos en el frigorífico dentro de su envase, lejos de alimentos con olor fuerte; salvo que tengas una trufa de las buenas, ¡entonces sí que interesa guardarlos juntos!. 

¿Sabías que es raro, pero no extraordinario, que las gallinas jóvenes produzcan huevos sin yema?
 Recopilando. Como hemos visto, no tiene gran sentido atribuirle una calidad extra a un huevo solo porque tenga una yema de precioso color anaranjado. En primer lugar, hay muchos factores que explican la calidad de un huevo y el color de la yema es simplemente uno más. En segundo lugar, hay que recordar que los estándares de calidad (valor nutricional, seguridad y frescura, color de la yema) de los huevos que encontramos en el súper están asegurados. 

Gran parte de los "extras" que puedas encontrar (gallinas criadas en libertad, alimentadas con cereales, etc) van dirigidos a cumplir con una serie expectativas y preferencias normalmente subjetivas del consumidor (salvo que seas un experto catador de huevos). El hecho de que sean subjetivas no las hace menos importantes, cada uno compra lo que le agrada, lógicamente, pero es importante saber que su contribución a la calidad global del huevo es limitada y variable, sobre todo cuando hablamos de alimentación y sistemas de cría "naturales".
 

¿Sabías que los huevos de dos yemas son puestos a menudo por gallinas jóvenes cuyo ciclo de producción no está completamente sincronizado o por razas híbridas que producen estos huevos de manera habitual?


Os dejo también este vídeo; está en inglés, pero a partir del minuto 1.33 recrea la formación el huevo en el interior del cuerpo de la gallina de una manera muy gráfica.

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Con la presente entrada y estas dos más, casi casi está explicado todo lo que un consumidor bien informado debería saber sobre los huevos. 
 

HUEVOS DE COLORES

DE GALLINAS FELICES Y HUEVOS BARATOS

jueves, 9 de marzo de 2017

DESCUBRE LA DIFERENCIA ENTRE BUEY Y VACA


"Que no te den vaca por buey" 

nos avisa un conocido anuncio de un restaurante en Madrid, imitando el dicho de "dar gato por liebre". 


Pretenden dar a entender, que ellos sí sirven carne de buey, no como la competencia, que cuela a sus clientes una carne más barata a precio de buey. Pero, ¿sabes en qué se diferencian un buey de una vaca?, y lo más importante ¿serías capaz de distinguir su carne en el plato?.


 

¿Qué es un buey?

El buey es el santo grial de los carnívoros, esa carne que da caché a un restaurante, ya sea un asador o se dedique a las hamburguesas gourmet. Desde el punto de vista legal es simplemente el macho vacuno, castrado, de cuatro años en adelante.
Su carne es muy cara de producir, sobre todo porque supone, como mínimo, una inversión a cuatro años vista, durante los cuales el ganadero tendrá que alimentar al animal todos los días, y eso son muchos kilos de pienso y muchos litros de agua al año. Durante ese tiempo, mientras el animal vive a cuerpo de rey, todo son gastos. Ya podéis imaginaros qué ocurre si al buey le pasa algo y/o no se llega a vender.

El problema es que al exigente mundillo gastronómico no le vale cualquier buey: debe estar castrado de jovencito para evitar el efecto de la testosterona en el sabor de la carne, por lo que no se le podrá sacar utilidad como semental;  debe ser ya mayor, al menos siete años, y a ser posible que haya trabajado o haya hecho ejercicio físico, para que tenga una carne más hecha y con grasa infiltrada. 

Ese sería el auténtico buey, al que imaginamos tirando de un carro o un arado, justo ese que prácticamente ya no existe porque el tractor los jubiló hace ya bastante tiempo. ¿Y de dónde se sacan entonces los pocos que hay?.

Ya casi no existen los bueyes para tiro, salvo en los tradicionales concursos de arrastre que se celebran en el norte de España o los que tiran de las carretas que van al Rocío. Fuente  

Otra opción, también en riesgo de extinción, son los bueyes que trabajan como cabestros para el manejo de toros de lidia, como este berrendo en colorado.  Fuente: Blog El Riscal  


 Y también puede quedar algún paisano que los cría por hobby o tradición. Aquí tenemos a uno gallego que tiene una yunta, con su arado romano y todo. El vídeo está en galego, pero enténdese ben.


 

¿Qué es una vaca?

Pues la hembra del toro, que además nos da leche. Junto con los bueyes y los toros de lidia está en el grupo del vacuno mayor, que son animales mayores de cuatro años, con una carne roja bien desarrollada...y ahí prácticamente se acabaron las diferencias, al menos en cuanto al modo de vida del animal.

Estas vacas de la raza parda de montaña son las madres de los futuros bueyes que crecen en el valle del Esla, en León. Fuente

A diferencia de los bueyes, las vacas habrán "trabajado" prácticamente toda su vida. Me explico. Una vez se jubilan y antes de ser sacrificadas, las vacas lecheras y las nodrizas (que crían a los terneros de carne) se ceban unos meses para que adquieran la conformación y la cantidad de grasa adecuada. Son las llamadas técnicamente "vacas de desvieje", expresión que me suena fatal.

Se trata de animales con más de siete años, y una carne de buena calidad, peeero a un precio mucho más asequible.  Tres razones lo explican: se ceban durante mucho menos tiempo, fueron productivas antes de su sacrificio y las hay a montones, mientras que a los bueyes hay que buscarlos.
¿Sabías que por cada buey sacrificado pasan por el matadero 10.000 vacas.? Al menos eso es lo que sostiene Flavio Morganti, cocinero italiano y autor del libro "Vacas, su dignificación sexual y gastronómica".

¿Carne de buey por menos de 20 euros el kilo? Yo desconfiaría. Puede que el precio se deba a que procede del norte de Europa, donde hay más tradición de carnes rojas y verdes pastos con los que alimentar a los animales.

 

Carne de buey o carne de vaca

¿Cómo distinguirlas? Pues según dicen muchos, por el precio - por debajo de los 80 -100 euros el kilo raro será el chuletón de buey auténtico - o fijándose bien en la etiqueta, cosa que no siempre es posible en un restaurante.

¿Sabías que un buey de 1.000 kilos puede llegar a costar 10.000 euros? De esos 1.000 kg sólo 160 lo son de chuletas, la parte más valorada.

 

En el Comidista nos cuentan la diferencia “La grasa de vaca es muy amarilla y su carne, roja. El buey, en cambio, tiene una grasa de color blanco roto, la carne también es roja y melosa, pero desprende mucho aroma”.
La carne de buey es de color rojo oscuro, con un sabor muy intenso, y una grasa de color nácar o dorada que se infiltra en toda la pieza.  

 

Esta grasa es la que aporta gran parte del sabor, gracias a los ácidos grasos que contiene, y al estar infiltrada dará una carne jugosa, sabrosa y que prácticamente se deshace en la boca. Dado el tamaño y la edad de los animales, esta carne requiere un mayor tiempo de maduración en cámara frigorífica, que también la encarecerá: un mínimo de 15 días, 40-60 días como algo normal y hay gente que la tiene ¡hasta 5 meses!

La carne de vaca por su parte, es también muy roja y sabrosa, y tiene una grasa característicamente amarilla

Las piezas menos valoradas irán para carne picada o productos cárnicos procesados, mientras que las partes nobles se venderán como tales. Siempre y cuando el vendedor o restaurador no caiga en la tentación de hacerlas pasar por buey, como a veces ocurre, de la misma manera que otros pretenden hacer pasar rabo de añojo por rabo de toro en época de ferias taurinas.

Evidentemente se trata de un fraude, porque al venderla como carne de buey, se está engañando a un cliente que cree estar comprando o comiendo buey a precio de ganga. Eso sin descartar el suculento margen que puede obtenerse aprovechándose de la fama del buey.

Pero eso no significa que la carne de vaca no sea de gran calidad, aunque a veces se le denomine injustamente como "vaca vieja" y sus piezas más humildes no formarán parte de una hamburguesa gourmet. 

Realmente vaca y buey juegan en la misma liga, la del vacuno mayor, y hay muchos factores que influyen en el resultado final: raza, alimentación, modo de vida, tiempo de maduración de la carne, etc

Además esto va por gustos, siempre habrá entendidos capaces de detectar matices en la carne de buey que al resto de mortales se nos escapan y que justifican el dineral que cuesta. Y siempre habrá consumidores que rechacen una carne de sabores tan intensos, acostumbrados como están a la suavidad de la ternera y el añojo. En mi caso, no he probado la suficiente cantidad de buey como para daros mi opinión personal ;)