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lunes, 26 de marzo de 2018

AGUA Y FUEGO CONTRA LAS HELADAS

Sequía, calores inusuales, la "bestia del este", ciclogénesis explosivas...el clima no se lo pone nada fácil al agricultor. Y uno de los "cocos" que aguardan todos los años para asustarles son las heladas, con las importantes pérdidas económicas que pueden acarrear. Afortunadamente los agricultores disponen de herramientas para defenderse, unas más eficaces o costosas que otras, y algunas incluso sorprendentes.
 

¿Regar en plena helada? ¿un helicóptero sobrevolando los cultivos?. Estas y otras estas prácticas tienen su explicación, y aquí voy a intentar explicarla.
 

Árbol con escarcha. Fuente: Geralt/Pixabay
 
Heladas blancas o negras
 

Las heladas ocurren cuando la temperatura de la masa del aire cercana al suelo baja de los cero grados; justo el punto en que se congelan los líquidos en condiciones normales. Según el efecto que tienen en las plantas distinguimos dos tipos.
 

Las "heladas blancas", que se forman en condiciones de frio y humedad. No suelen causar daños importantes y van acompañadas de escarcha o hielo, responsables de ese manto blanco tan vistoso. 
 

Las "heladas negras" asustan ya sólo con el nombre... Y con motivo razón, ya que produce daños graves en brotes y capullos florales, dejándolos ennegrecidos como si los hubiera quemado el propio frío. Estas heladas ocurren cuando la humedad ambiental es muy baja, y no existe agua que pueda condensarse y formar esa capita de hielo o escarcha que, paradójicamente, protege a los tejidos vegetales.
 

El frío seco provoca la formación de hielo en los tejidos celulares, destruyéndolos. Foto de Gerald Holmes/IPM.
 
El clima y las heladas
 

Ya comenzamos a sospechar que el agua va a jugar un papel importante en esto de las heladas. Pero, para proteger eficazmente los cultivos es preciso conocer mejor las condiciones meteorológicas que las provocan. Así, se han descrito situaciones que dan lugar a tres tipos básicos de heladas que posiblemente requerirán estrategias distintas para evitar los daños.
 

Las heladas de advección o "viajeras" se originan por las temidas "olas de frío", o lo que es lo mismo, la irrupción brusca de aire muy frío procedente de las mesetas siberianas. Este aire frío ocupa las capas bajas de la atmósfera, pudiendo sobrepasar dos kilómetros de espesor. Cuando este tipo de heladas se producen en pleno invierno, que suele ser lo habitual, los daños no son graves, ya que la vegetación está preparada para ello.
 


Entre febrero y marzo de 2005 los olivares de Jaén y Granada sufrieron la tormenta perfecta. Una ola de frio siberiano justo después de una nevada hizo que la nieve sobre las hojas se convirtiera en hielo, afectando gravemente a unos árboles que comenzaban a desperezarse para la inminente primavera. Hubo que podar drásticamente a unos 300.000 ejemplares. Foto de José Poyatos.


Las heladas de evaporación se producen cuando el agua que recubre las plantas se evapora con mucha rapidez, disminuyendo notablemente la temperatura de las plantas. Esto se debe a que, cuando se evapora un líquido se produce una absorción de calor que el líquido toma de sí mismo y de los cuerpos que le rodean.  

Las heladas de evaporación son frecuentes en las mañanas primaverales después de la salida del sol, cuando este empieza a calentar y provoca la evaporación rápida del rocío acumulado sobre los plantas. Fuente: sr magadalena/Pixabay
 
Las heladas de irradiación se deben la variación de la temperatura del aire entre el día y la noche en determinadas circunstancias. En general, durante el día los rayos solares calientan la superficie de la tierra y por la noche ese calor recibido se pierde por irradiación. Al perder ese calor, se enfrían la superficie terrestre y las capas de aire próximas al suelo. Este tipo de heladas se pueden producir de otoño a primavera, y afectan principalmente a cultivos tardíos y tempranos. En su formación entran en escena dos nuevos actores: el viento y la topografía.
 

El viento
Hemos visto que, por la noche, el aire en contacto con el suelo se enfría sensiblemente hasta una altura de entre 10 a 100 metros. Por encima, se encuentra un aire más caliente (más ligero) que no se mezcla con el aire frío (más pesado) que tiene abajo. Cuando sopla un viento moderado este mezcla ambas capas de aire, calentando el entorno de las plantas y disminuyendo así el riesgo de helada.
 

La topografía
Cuando el terreno está en pendiente, el aire frío discurre ladera abajo, como lo haría una corriente de agua. Al acumularse en las hondonadas o en el fondo de los valles, aumenta el riesgo de heladas en esas zonas. Es el proceso de "inversión térmica"; que posiblemente habréis escuchado en el parte del tiempo.
 


¿Sabías que el tipo de suelo también influye en la probabilidad de heladas? Estas son más frecuentes en los suelos sueltos y pedregosos que en los compactos. Los primeros se enfrían con mayor rapidez porque conducen mejor el calor y están más expuestos al aire.


Los métodos de defensa pasiva: "prevenir antes que curar"
 

Son los que se toman mucho antes de que llegue la helada y que pueden funcionar, o no, pero contribuyen a que los daños sean los menores posibles.  

Uno de los principales es decidir dónde se va a instalar el cultivo y qué variedades son las más adecuadas en ese lugar; para ello lo más recomendable es fijarse (o directamente preguntar) en lo que hacen los agricultores de la zona. Se puede jugar con la fecha de siembra en el caso de cultivos anuales o con la fecha de floración de los frutales (temprana, normal o tardía).
 

Algunos cultivos tropicales como el café o el cacao necesitan el abrigo de otros árboles más grandes que les protegen de una insolación excesiva, las heladas inoportunas o fuertes vientos. En la foto, un cafetal con nogales de macadamia en Brasil. Foto de Marcos José Perdoná tomada de aquí.

Es también importante adaptar el laboreo, la nutrición y el riego de las plantas, o incluso las podas, si en la zona son frecuentes las heladas. Por ejemplo, en los periodos de riesgo debe evitarse el laboreo, ya que al remover el suelo se crean y se agrandan los espacios de aire de su interior. El aire conduce mal el calor y los suelos labrados tienden a almacenar menos el calor. De la misma manera, en años secos, la protección contra heladas se mejora humedeciendo el suelo, ya que los suelos húmedos, aunque se calientan más lentamente que los secos, mantienen mejor el calor y las variaciones de temperatura son menos acusadas.
 

Los métodos de defensa activa: "la mejor defensa es un buen ataque".
 

Cuando los pronósticos del tiempo avisan de fuertes heladas, los métodos de defensa activa tienen que ponerse en marcha antes de que las temperaturas bajen del cero y mantenerse durante toda la noche hasta que pase el peligro. Una nochecita toledana por tanto para todos aquellos que han de quedarse a pie de campo comprobando la evolución de la temperatura.  
 

Los siguientes métodos se utilizan principalmente en las heladas de irradiación, las más dañinas para cultivos tempranos y tardíos. Comprenden dos estrategias distintas que a menudo se combinan para mejorar los resultados.
 

1. Suministrar calor ajeno al entorno
 

Comencemos con lo más vistoso, el uso del fuego mediante estufas o quemando balas de paja. Se trata de calentar el aire frío que está en contacto con las plantas. Los focos de calor calientan el aire frio a su alrededor, y hacen que este ascienda hasta topar con una capa de aire que tenga la misma temperatura. El hueco que deja lo ocupa más aire frío de los alrededores, que volverá a calentarse, y así sucesivamente hasta proporcionar suficiente calor al cultivo para que la temperatura no caiga a niveles peligrosos.
 

Se trata de un sistema bastante ineficiente, que pierde gran parte de la energía producida, sobre todo cuando hay aire. Además pueden provocar molestias en las poblaciones cercanas por el humo generado.

 

Los focos de calor se distribuyen uniformemente por las parcelas, reforzando los bordes, especialmente en el flanco por donde entran los vientos dominantes. Esta y otras bonitas fotos de los viñedos Chablis (Francia) llenos de estufas las tomó Aurélien Ibanez en abril de 2016. 
 
Y aunque os pueda parecer mentira, recurrir al agua es incluso más eficiente que el fuego. Una de las maneras más habituales es instalando microaspersores en los campos a la altura de los árboles, que se activan, normalmente de forma automática, a partir una temperatura dada.
 

Este método de protección se basa en que el agua, al congelarse, cede una notable cantidad de calor a las yemas o las flores, creándose además una especie de efecto iglú en torno a ellas que las mantiene a cero grados. Esto ocurre mientras haya agua por congelar, por lo que se debe mantener los aspersores funcionando constantemente, incluso una vez entrada la mañana, hasta que el hielo se deshaga por efecto del agua y la temperatura suba por encima de 1º o 2º C. 

Frutales flor en Cieza tras una noche de heladas. Foto de Fernando Galindo tomada de aquí.

Este sistema suele funcionar bastante bien, pero tiene una pega muy importante: necesita agua, mucha agua. Y particularmente este año, que veníamos de una sequía importante, era un recurso al que muchos agricultores no han podido recurrir.
 

2. Aprovechar el calor natural del entorno: 

Ya sea forzando al aire frio a moverse para dar paso a un aire más caliente mediante ventiladores, recubriendo el suelo y las plantas para reducir las pérdidas de calor (mediante acolchados, túneles, o invernaderos), o aprovechando la energía solar mediante calentamiento de agua contenida en colchones y mangas de agua. 

Tradicionalmente se ha recurrido a la generación de humo o nieblas artificiales que dificulten la irradiación terrestre, pero se ha demostrado que son poco útiles y muy molestos para las poblaciones cercanas. 

Los ventiladores mueven el aire caliente desde las capas más altas hacia las más bajas. Pueden estar colocados sobre torretas o ser móviles y pueden estar apoyados por generadores de aire caliente para empujar las masas de aire frío fuera de la parcela.

jueves, 2 de julio de 2015

SUDAR COMO UN CERDO




Con la ola de calor que tenemos encima, más de uno seguro que nos hemos quejado de estar "sudando como un cerdo". Pues bien, me perdonareis que os fastidie la expresión, pero es que resulta que los cerdos NO sudan.


Los cerdos apenas tienen glándulas sudoríparas por lo que no pueden aliviar su calor sudando. Su único recurso fisiológico es jadear, como los perros, pero resulta de poca ayuda.

Fuente: www.3tres3.com




Un cerdo que viva al aire libre en el campo en plena canícula haría lo mismo que cualquiera de nosotros, buscar la sombrita y un charquillo de agua para refrescarse.  Fuente: M.A. Latorre, J. Miana Unidad de Tecnología en Producción Animal. CITA de Aragón. Zaragoza. Tomadas de aquí.


Pero ¿qué ocurre en las naves de cerdos intensivas?. Allí se juntan unos cuantos animales, y ya sabemos todos lo que ocurre cuando se reúne a mucha gente en un local cerrado; aparte del olor, también se siente el calor humano. Las personas nos quejamos, sacamos el abanico o pedimos que den más caña al aire acondicionado.





El control de la temperatura es más complicado de lo que parece



¿Quién vela entonces por el bienestar de los cerdos?, muy sencillo, el ganadero. Aparte de estar obligado por la ley, es el primer interesado en que sus animales estén a gusto. Si tienen demasiado calor, a los cerdos les pasa lo mismo que a nosotros, se les va el apetito y si no comen no crecen y tardan más en alcanzar el peso necesario para su sacrificio.




Al ganadero no le interesa tener más tiempo del necesario a unos bicharracos de casi 100 kilos esparramados por el suelo, jadeando malamente, bebiendo y cagando, pero sin engordar. Foto cortesía de Arancha Mateo.


Un exceso de calor en la granja implica pérdida de dinero: no solo el crecimiento es más lento, disminuye la productividad y la fertilidad de los machos reproductores, causa problemas en la gestación y favorece la mortalidad de lechones recién nacidos. Por si fuera poco, el calor acentúa el olor y los gases nocivos (CO2, CH4, NH3) producidos por los animales.


Así que la temperatura es uno de los factores ambientales más importantes a controlar en una granja de cerdos. El problema es que el ganadero no puede girar la ruedita del termostato o darle al botón del aire acondicionado y olvidarse del tema. Y no puede por varias razones.



La primera: la sensación térmica de calor no depende solo de la temperatura; la velocidad del aire (a mayor velocidad mayor sensación de frio), la humedad ambiental (en exceso dificulta la evaporación corporal) o incluso el tipo de suelo ( también influyen. Así que todos esos factores hay que controlarlos. 


Un suelo cubierto de paja o serrín da más calor que uno de cemento o metálico.



La segunda: Las necesidades térmicas de los cerdos cambian según la fase productiva en la que se encuentren. Los lechones recién nacidos necesitan calorcito (en torno a 30ºC), las cerdas que van a parir un fresquito moderado (en torno a 20ºC) y los cerdos al final del cebo son muy sensibles al calor, teniendo su zona de confort térmico (cuando están a gustito, ni frio ni caló) entre 16 y 26°C.


La tercera: con temperaturas ambiente de más de 40ªC como hemos llegado a alcanzar, y considerando que en el interior de una nave de cerdos pueden alcanzarse temperaturas aún mayores, para conseguir una tª de 20ªC (la que, más o menos, nos recomiendan que pongamos los aires acondicionados) hay que recurrir a sistemas de climatización si o si. Y eso supone gasto de energía, inversión en equipos y en mantenimiento.






Ya que los cerdos no pueden ir a la playa, se lleva la playa a los cerdos.



El aire acondicionado directamente queda descartado: facturas de la luz que tendría que pagar el ganadero para enfriar sus naves pondrían el precio del jamón york a precio de jamón de bellota pata negra. Toca buscar otros sistemas que gasten menos energía y, como en tantas ocasiones, la naturaleza ha inspirado a los ingenieros la solución óptima.



El primer paso luchar contra las altas temperaturas es hacer bien las cosas desde el principio: diseñar la granja de manera que se caliente lo menos posible y se enfríe y ventile lo mejor posible. Esto se consigue colocando las naves para aprovechar los vientos dominantes y sobre todo aislando los edificios.

El segundo es la ventilación. Es básico asegurarla porque regula la temperatura, aporta oxígeno a los animales y elimina gases nocivos, exceso de humedad, polvo y malos olores. Se puede lograr de manera pasiva situando ventanas y aberturas en los tejados para crear corrientes de aire (igual que hacemos en casa cuando abrimos de par en par las ventanas por la noche). Como no suele ser suficiente se recurre a la ventilación forzada, que básicamente fuerza el movimiento del aire, sacando el aire viciado del interior de la nave para introducir uno limpio.


Típica nave de cerdos con sus ventanas laterales y chimeneas de ventilación en el techo. Fuente: Base de datos de la Editorial Agrícola.

Y si hace mucho calor lo lógico es que ese aire limpio que entra también esté fresquito. Esto se consigue mediante mecanismos que imitan la evaporación natural,  justo lo mismo que ocurre por ejemplo a la orilla del mar o de un rio, o en una espalda empapada de sudor: el aire caliente, al desplazarse sobre una superficie con agua abundante, evapora parte de ese agua absorbiéndose calor en el proceso, por lo que se convierte en una brisa refrescante.



Los dos sistemas más empleados para imitar este fenómeno son el cooling system (una corriente de aire que es impulsada a través de paneles húmedos) y la nebulización (atomización de agua a alta presión, justo lo mismo que ponen ahora en muchas terrazas de verano).



Una versión del cooling system. El aire es forzado a pasar por ese panel y entra fresquito en la nave. Fuente: www.bigdutchman.com



Nebulización en el interior de una nave de cerdos. Fuente: www.bigdutchman.com


Ale , ya tenéis una historieta que contar a los amiguetes, cuando estéis fresquitos, en una terraza con su buen ventilador y sus nebulizadores, tomando unos pinchitos morunos.



Ah, y buenas vacaciones a todos los que ya las estéis disfrutando.

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