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martes, 19 de noviembre de 2019

LA LEY DE LA CADENA ALIMENTARIA EXPLICADA CON EL CUENTO DE LA LECHERA

Seguro que muchos lectores conocen cuentos infantiles, en los que aparece un agricultor, mejor dicho un "campesino", que cultiva el campo o cuida a sus animales, obtiene su cosecha o sus productos, y va al mercado a venderlos. Y, mal que bien, vive de ello.

La fábula de la lechera de Samaniego, es un ejemplo estupendo, seguro que lo conocéis. Se trata de una campesina que va a vender leche al mercado, y en el camino va pensando qué hará con el dinero que obtenga: comprará huevos que se transformarán en pollitos, los venderá y con el dinero que saque comprará un cerdo que engordará para venderlo y comprarse una vaca y un ternero. Se emociona tanto con su optimista plan de inversión - los moralistas lo llaman ambición - que al ponerse a brincar se le cae el cántaro, que se hace añicos al igual que sus sueños. 


 

Pues bien, me ha dado por pensar cómo sería el cuento de la lechera en la actualidad. Y me temo que se parece bien poco al de Samaniego. Cierto es que para producir hay que arriesgarse, invertir, gastar dinero para luego obtener un beneficio, de esto saben bien los agricultores y ganaderos actuales: semillas, abono, maquinaria, productos fitosanitarios, agua, pienso, veterinario...La diferencia con el cuento, es que como el beneficio que sacan a cada cántara de leche (kilo de trigo, tomates o lo que se te ocurra) es muy pequeño, tienen que producir grandes cantidades para poder vivir de ello, lo cual es arriesgado ya que para producir mucho también hay que invertir mucho. Con poquito que bajen los ingresos, como los gastos son los mismos (en el mejor de los casos), la rentabilidad desaparece.
 

Volvamos al cuento. Pongamos que la lechera, con todos sus sueños llega al mercado y se acerca a su único cliente, ese que le espera todos los días para comprarle toda su mercancía. Al dueño del puesto le va muy bien el negocio, así que como se le han subido los humos a la cabeza le plantea lo siguiente a la lechera:

 —"A partir de ahora yo recogeré la leche todos los días, como siempre, pero te pagaré cuando considere". 


— "peero, ¿y cuándo será eso?"


—"Pues en dos, tres meses, no se...cuando me venga bien"


—"Eso para mí es un inconveniente, mi vaca tiene que comer pienso todos los días y si no cobro no podré comprárselo, ¿me pagarás más entonces para compensar ese esfuerzo?"


—"jajaja, ¡qué va!. Esa leche luego se la vendo al de la posada, y en función de lo que me pague el, ya veré a cuánto te la pago a ti".


—"¿Pero me garantizas que me vas a comprar la leche que te traiga? Porque si encima de endeudarme con el que me trae el pienso, luego no voy a cobrar...Por lo menos un contrato de permanencia o algo".  


—"Bueno, si quieres..., pero lo cumpliré cuando me apetezca".


 — "Entonces, estoy vendida", dice la lechera. A lo que el comprador le contesta, "Es lo que hay. Si no te gustan mis condiciones, búscate a otro (si es que puedes, jejeje; esto lo dice en voz muy bajita)". "Y date prisa, añade, porque tengo gente al otro lado de la frontera dispuesta a venderme su leche más barata".


— "¿Te refieres a los del reino de Másur? .¡ Pero si ellos no producen la leche como dice nuestro rey que ha de hacerse !, a mi me cuesta mucho hacerlo según las normas, ¡no es justo!" replicó la lechera cada vez más indignada.
 

—"Ya. Pero el rey quiere establecer alianzas con los vecinos, hasta piensa casar a su hija con el heredero, así que ha pensado en hacer unas cuantas excepciones a sus propias normas para favorecerles. A mí me viene estupendamente, ¿para qué te voy a engañar?".—"Así que, esto es lo que hay, lo tomas o lo dejas", zanjó el dueño del puesto.
 

La lechera, muy enfadada se dio la vuelta murmurando, —"brrrrr, en buena hora no hice caso a mi madre, tú que eres joven y bella hazte cortesana, me decía...¿estaré a tiempo de cambiar?".
 

Esta situación, que puede recordar al típico cuento con villanos malos malísimos y gente humilde pero buena luchando por sobrevivir, en ocasiones se replica hoy en día en las relaciones entre agricultores y ganaderos, industria y distribución. Sin que los consumidores nos enteremos de nada; nosotros con comprar bueno, bonito y barato ya tenemos de sobra.

Para evitarlo surgió la Ley de la Cadena Alimentaria (llamada oficialmente Ley 12/2013 de medidas para mejorar el funcionamiento de la cadena alimentaria), con el noble objetivo de reducir el desequilibrio en las relaciones comerciales entre los diferentes “operadores” (la lechera, el dueño del puesto y el de la posada, en nuestro caso), sancionar las prácticas comerciales abusivas, y ya que estamos, poner un poco de orden en el patio.
 

Es una ley "de buen rollo" que establece un modelo mixto de actuación. Por una parte establece lo que debe hacerse y lo que está prohibido: obliga a formalizar un contrato, a cumplirlo por ambas partes lógicamente, a pagar en un plazo determinado, a asegurar que cuando se celebración subastas electrónicas, estas sean transparentes, y unas cuantas cosas más; salvo la venta a pérdidas, algo incomprensible para varias organizaciones agrarias. Para asegurar el cumplimento de estas normas establece un régimen sancionador (es decir, multas por portarse mal) y lo que es más importante crea la figura de organismo público encargado de vigilar y aplicar su cumplimiento, que es la Agencia de Información y Control Alimentarios (AICA). Por si esta agencia no llegara a todo, no pasa nada, la ley prevé mecanismos de autorregulación, en forma de un Código de Buenas Prácticas Mercantiles (u otros que surjan) y un Observatorio de la Cadena Alimentaria.

Pero como una cosa es hacer las leyes y otra es lograr que efectivamente se cumplan, hoy mismo tenemos a los agricultores del sector hortofrutícola andaluz en huelga por razones similares a las que hicieron a mi lechera imaginaria replantearse su profesión.



Tomate cherry creciendo en un invernadero almeriense


Así que, colorín colorado, esta fábula parece que no se ha acabado.

 

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