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martes, 2 de junio de 2020

LAS MUCHAS MANOS QUE NOS DAN DE COMER

Esta pandemia de COVID-19 nos ha puesto la vida patas arriba. Lo de hacernos mejores personas está por ver, pero espero que nos mueva a reflexionar y replantearnos qué cosas y qué personas son realmente importantes para nosotros y en nuestra vida.

Por un lado están la familia y los amigos, a los que estamos deseando abrazar. Y por otro, todos los profesionales necesarios para que funcione un país bajo mínimos, en esta especie de hibernación que ha supuesto el confinamiento. Al tratarse de una enfermedad el primer colectivo que nos viene a la cabeza es, lógicamente, el personal sanitario. Pero en la primera etapa, cuando teníamos la sensación de estar viviendo en una película de catástrofes, también nos dimos cuenta de lo imprescindible que resulta el trabajo de transportistas, cajeros y reponedores de supermercados, limpiadores, etc. Y cómo no, de los responsables últimos de tener alimentos a nuestra disposición en cantidad y calidad suficientes: los agricultores y ganaderos.

Fuente: Imagen de Deirdre Weedon en Pixabay

Pero a veces se nos olvida que "los agricultores que nos dan de comer" no son solo unos señores arando o sembrando con un tractor. Hay cultivos que necesitan muchas manos para ser cuidados y recogidos; las explotaciones son cada vez más grandes y es imposible que una sola persona pueda encargarse de todo. Hacen falta muchas manos, muchos brazos y muchas espaldas dobladas.

Con la ganadería ocurre algo similar, ya que los animales también dan mucho trabajo. El esquileo, por ejemplo, es una dura tarea que requiere técnica y aprendizaje. Actualmente suelen realizarlo cuadrillas de esquiladores venidos de Europa del Este, aunque este año han tenido que traerlos "in extremis" de Uruguay. Fuente: Oviespaña

¿Y de quién son las manos que hacen ese duro trabajo, menos reconocido aún que el del propio agricultor?. Porque a él le ponemos nombre y nos hacemos una idea de su aspecto; pero los temporeros que trabajan "doblando el lomo", helados de frio durante la recogida de aceituna, asfixiados de calor dentro del invernadero, recogiendo la fresa o cargando, una tras otra, pesadas cajas de fruta, son prácticamente invisibles. Otro colectivo que se suma a los profesionales habitualmente mal (o muy mal) pagados pero imprescindibles en nuestro día a día.


Temporeros recogiendo fresa en un vivero en Huelva. Fuente: Efeagro/J.J.Ríos


Una mano de obra que, en parte, viene de otros países.

Los datos no mienten: el sector agrario español da empleo a aproximadamente 300.000 trabajadores temporales, de los que en torno a la mitad son extranjeros. Los países de origen son variados: Marruecos, África Subsahariana y Europa del Este (principalmente Rumanía y Bulgaria).

La Covid 19 ha supuesto el cierre de fronteras y restricciones a los desplazamientos de trabajadores. Esto ha complicado, o directamente impedido, a los temporeros venir a realizar unas tareas agrícolas que los propios del lugar, seamos honestos, o no están preparados o no tienen especial intención de hacerlas.

Esta situación no es nueva y suele suponer un baño de realidad frente a las políticas anti-migración de determinados gobernantes. En Gran Bretaña, por ejemplo, han hecho el llamamiento "Alimenta al país", con el objetivo de reclutar a estudiantes y parados para hacer el trabajo que normalmente realizan 90.000 temporeros procedentes de Europa del Este. Se han apuntado unas 30.000 personas, la mayoría no aptas ya que, para recoger por ejemplo espárragos o fresas es necesaria mano de obra especializada. Así que, al final las grandes cadenas agroalimentarias se han organizado para conseguir mano de obra y fletar varios aviones procedentes de Rumanía.

Según cuenta la periodista agraria Jane Craigie, uno de los problemas es que los trabajadores procedentes de otros sectores no tienen la destreza y rapidez manual de los temporeros habituales. Esto supone un lastre económico, ya que encarece la labor de recogida hasta hacerla incluso poco competitiva...al menos el problema es común en muchos países.



Algunas labores agrícolas requieren de mano de obra humana, ya que por sus características resultan muy difíciles (y caras) de mecanizar. Un ejemplo es la recolección de fruta de hueso. Fuente: Revista Mercados.


La respuesta del Gobierno y la tozuda realidad

En España se estimó que para la campaña de 2020 serán necesarios entre 100.000 y 150.000 trabajadores. Dadas las restricciones al movimiento de trabajadores extranjeros que impone la pandemia, el gobierno aprobó a principios de abril un Real Decreto Ley con medidas urgentes de flexibilización en materia de empleo agrario que busca favorecer la contratación temporal de trabajadores dentro del país. De esta manera se podrían asegurar las campañas agrícolas, evitar pérdidas económicas, complicaciones en la cadena alimentaria o que la reducción de la oferta encarezca el producto.

Estas medidas no se dirigen a las personas que han quedado en paro como consecuencia de la Covid-19, sino a los parados de diversos sectores previos a la pandemia que podrán, de forma extraordinaria, trabajar en el campo mientras están cobrando el paro. Esta posibilidad también se abre a migrantes: a los jóvenes de entre 18 y 21 años en situación regular y a aquellos cuyo permiso de trabajo termine el 30 de septiembre (se ha tenido que prorrogar el plazo). Eso sí, todos los beneficiarios tienen que vivir cerca del lugar de trabajo, para limitar los desplazamientos que favorecen la dispersión del virus. Para agilizar el reclutamiento, varias organizaciones agrarias han creado bolsas de trabajo en coordinación con los servicios los servicios autonómicos de empleo y del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE).

La norma fue bien recibida por los distintos agentes del medio agrario, relativamente tranquilos porque al comienzo de las restricciones no había problemas de mano de obra, gracias por una parte a los trabajadores locales y a los parados de otros sectores y por otra parte a la menor producción en determinadas campañas agrícolas. Pero advirtieron que a partir de mayo podría haber problemas, con el pico de producción de los frutales de hueso, la campaña del ajo y de melones y sandías por delante. Porque, por muy buenas intenciones que tenga la normativa, a menudo la realidad pone las cosas en su sitio. Hay dos inconvenientes principales a la puesta en práctica de estas medidas que van solventándose poco a poco, en parte por la entrada de muchas regiones fases avanzadas de la "desescalada".

El primero es la disposición o la capacidad de las personas que se presentan a estas bolsas de trabajo:¿son conscientes los aspirantes a trabajos agrarios lo que supone trabajar en el campo?, ¿están preparados para ello?, ¿cuánto tardarán en adaptarse y rendir como un temporero habitual? La Unió de Pagesos, por ejemplo, ha calculado que Cataluña necesitará unos 30.000 temporeros y prevén que puedan contratar a la mitad de las 12.000 personas que se han apuntado a la bolsa de empleo. La otra mitad o no cumple los requisitos o no se les puede dar alojamiento debido al cierre de hoteles.

El trabajo en el campo es realmente duro. Fuente. La Vanguardia.


Y ahí va el segundo problema: la limitación de movimientos de estas personas. Con los parados locales no habría problema, pero teóricamente están todos fichados. Los parados de otros sectores y zonas tendrán que desplazarse desde otras localidades, provincias o incluso comunidades autónomas. Suma las restricciones a la hora de transportar los temporeros al tajo (que afortunadamente se han ido relajando) al jaleo de provincias, regiones y ciudades en distintas fases de la desescalada y ya tienes otro quebradero de cabeza más. Si además hablamos de temporadas de recolección que duren, por ejemplo, un mes, a la que acuden trabajadores de ciudades más o menos lejanas, ¿los transportas todos los días o los alojas en algún lugar cercano?, ¿dónde, si todavía hay hoteles y hostales cerrados?, ¿en qué condiciones higiénico sanitarias se alojarán estas personas?, ¿y si se contagian durante la campaña?. Muchas preguntas para una situación demasiado incierta.

Surgió entonces una posibilidad, ¿por qué no comenzar por personas en situación irregular?. Se estima que en España puede haber unas 800.000 y, al fin y al cabo, muchos de ellos ya (mal)viven cerca de donde pueden trabajar, están más que acostumbrados al trabajo duro e incluso es muy posible que tengan experiencia en estas labores. Por no hablar de que podría suponerles una mayor protección sanitaria y la posibilidad de cierto arraigo. En este sentido los sindicatos generalistas UGT y CCOO y algunos representantes de sindicatos agrarios y empresas en zonas fruteras ha lamentado la oportunidad perdida para regularizar -aún temporalmente- a los miles de “sin papeles”, como han hecho Portugal e Italia de manera excepcional. Otro reto sería lograr que estas personas reciban el mismo trato y atención que los temporeros locales.

Casi dos meses después de la aprobación del decreto, han sido contratadas 2.090 personas en el sector agrario. La mayoría (73%) parados españoles y el resto (casi 600 personas) son temporeros inmigrantes a los que se les han prorrogado sus contratos y los jóvenes en situación regular.

A pesar de que esta cifra supone una pequeñísima fracción del total de empleados que el propio Ministerio de agricultura calculaba al inicio de la pandemia (hasta 80.000 temporeros) - y mucho más pequeña aún que lo que calculaban algunas asociaciones agrarias (150.000) desde el Gobierno parece que están tranquilos. Algunos empresarios catalanes, al igual que sus homólogos británicos, previendo el pico del verano en fruta de hueso y aprovechando que se ha flexibilizado la entrada de temporeros extranjeros, han decidido gestionar por su cuenta la llegada de trabajadores rumanos para esta campaña, y no a cualquiera, sino a personas con experiencia y antigüedad en sus empresas.


Unas inoportunas declaraciones políticas

Por si no tuvieran suficiente preocupación los agricultores, desde el Ministerio de Trabajo se anunció un refuerzo en las inspecciones laborales en empresas agrarias para acabar con situaciones de esclavitud. Que hay inmigrantes en situación irregular  trabajando en el campo español no es ninguna novedad, que haya desalmados que los traten de manera inhumana desgraciadamente también ocurre. Pero acusar públicamente a todo un colectivo, generalizando con un tema tan delicado, no es de recibo. Casi nadie discute que es necesario tomar medidas serias y efectivas para controlar a los que no cumplen con la legislación porque, entre otras cosas, ejercen una competencia desleal, pero claramente han errado en el momento y en las formas.

Estamos hablando de un sector que hace poco más de dos meses sacó los tractores a las ciudades, que con la pandemia volvió al campo para asegurar el suministro y que según esta va amainando vuelve a denunciar la situación que les hizo manifestarse. Estamos hablando también de un sector importante en la economía española, por sus exportaciones a la Unión Europea y más allá. Que el propio Estado insinúe o directamente afirme que existe esclavitud en la producción de alimentos es un regalo caído del cielo a las entidades y medios de comunicación de otros países que (legítimamente e igual que hacemos nosotros) buscan proteger sus producciones patrias.


Muchos agricultores saltaron a las noticias por acudir con sus tractores y equipos de fumigación para desinfectar las calles de los pueblos con lejía. Fuente.


En resumen

Una de las paradojas que ha puesto sobre la mesa esta pandemia de Covid-19 es que nuestra seguridad y nuestro bienestar dependen de que mucha gente normal, tan normal que acaba volviéndose invisible, siga saliendo a trabajar aunque nadie les asegure nada.

En el mundo agroalimentario esto se traduce en todos esos temporeros experimentados cuyo incesante trabajo contribuye en parte al funcionamiento la cadena de abastecimiento. Un ejemplo similar lo tenemos en los trabajadores de mataderos, industrias con unas particularidades de funcionamiento, tanto técnicas como laborales, que han propiciado la aparición de brotes de covid-19 en diversos países hasta el punto de suponer una amenaza al suministro de productos cárnicos en supermercados estadounidenses. No es solo cuestión de justicia es que además, si la cadena alimentaria se mantiene en movimiento gracias al trabajo de mucha gente capaz de trabajar muy duro pero a la vez tremendamente vulnerable (por malas condiciones de trabajo, sueldos bajos y fronteras cerradas) todo el sistema alimentario es vulnerable. Frente a problemas como este, como dicen los sabios, no hay que preocuparse, hay que ocuparse. Pero usando la cabeza a ser posible.




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martes, 19 de septiembre de 2017

LA AGRICULTURA EN FRANCIA ES OTRA COSA

La feria SPACE cumple 30 años. Pero... ¿qué es la SPACE?... pues la segunda feria ganadera más grande de Europa, después de la Eurotier de Hannover. Su nombre corresponde a las iniciales de "Salon de la Production Agricole, Carrefour Européen" (Salón de la Producción Agrícola, cruce de caminos europeo), aunque quizás es más revelador el sobrenombre que utilizan: "la feria internacional de las producciones animales".
 

Os cuento esto porque nos han invitado a visitarla con motivo de su 30 aniversario, y he visto cosas que me han gustado y me gustaría compartir con todos vosotros.
 

En las ferias dedicadas al consumidor, los expositores regalan bolsas para la compra, grandes y vistosas; Aquí regalaban cubos, y no pequeños. Fuente: Servicio de prensa de SPACE.
 
1. Es una feria de negocios dedicada al ganadero profesional.
 

Aquí encuentra una gran cantidad y variedad de propuestas comerciales y sobre todo las últimas innovaciones en materia de ganadería (especialmente la intensiva, que es donde hay más margen para innovar) que es lo que más valoran los visitantes.
 

Robot asistente en naves avícolas que se desplaza por el suelo realizando distintas tareas.
 El recinto ferial de Rennes, en la región de la Bretaña, acoge a más de 1440 expositores ( 500 internacionales de 41 países distintos), de muy diversos sectores: nutrición animal, genética, equipamientos, maquinaria específica, sanidad, tratamiento de residuos... de manera que tanto ganaderos franceses como de otras partes del mundo (África occidental, Irán, Rusia, Argelia, India, Canadá...) pueden encontrar la respuesta a sus necesidades.

Pero la feria no ofrece sólo innovación y negocio, también es un espacio para descubrir qué están haciendo otras personas. Se podría ver como un foro en el que se puede asistir a conferencias y coloquios, conocer los resultados del trabajo de institutos técnicos y de investigación e incluso visitar granjas del entorno para ver cómo trabajan los ganaderos de la región de Bretaña, la líder en producción agropecuaria de Francia.
 

Yo aproveché para ver una de gallinas ponedoras y una de ellas parece que quería venirse con nosotros.
 En definitiva, una feria que permite a sus visitantes ver "qué se cuece" en el sector, ofreciendo una visión global y de las tendencias de futuro en las distintas facetas de las producciones ganaderas. Es una feria para el ganadero que quiere ir más allá , el que no se conforma con seguir con lo que se ha hecho " toda la vida". Para mostrar la agricultura al urbanita ya está el SIA de París, en SPACE los visitantes vienen a hacer negocios y contactos de martes a viernes.

Y para los que todavía no están en este mundillo pero quisieran estarlo, SPACE también ayuda a encontrar empleo, ya sea ofreciendo vacantes u organizando "Job-datings". Fuente: Servicio de prensa de SPACE.

 

2. En Francia, agricultores y ganaderos se hacen notar.

Francia es la primera potencia agrícola y posee una de las mayores cabañas ganaderas en la Unión Europea. Es también el segundo mayor exportador de todo el mundo de productos alimentarios, gracias en parte a una importante industria agroalimentaria. 

 "El ganado, una riqueza para Francia"

Con semejante currículo es normal que agricultores y ganaderos franceses saquen pecho y sientan que son importantes. Tienen también detrás un amplio tejido de cooperativas bien organizadas, que no sólo han contribuido a la modernización de la agricultura francesa sino que se han hecho un importante hueco tanto en el mercado agroalimentario de este país como en el internacional. Supongo que también ayuda mucho el tener unos sindicatos agrícolas fuertes, capaces de unirse en una confederación nacional con el suficiente poder como para influir en las políticas agrarias europeas o para llenar París de tractores.

El papel del agricultor es lo suficientemente relevante como para que acudan figuras importantes de la política estatal a SPACE u otras ferias importantes agrarias como SIA o Sommet de l'elevage. Habitualmente acude el mismo presidente de la República o el ministro en su defecto, como ha ocurrido este año, en el que Macron ha tenido que viajar a San Martín para apoyar a sus paisanos afectados por el huracán Irma.
La misma gran superficie que nos trae miles de productos franceses allí vende algunos, pero solo algunos, españoles.

 

De todas maneras, en todos lados cuecen habas y el campo francés no ha resultado inmune a la crisis: hace un tiempo era noticia la alta tasa de suicidios de granjeros que veían como malamente podían vivir con los escasos márgenes de beneficio que obtenían tras un trabajo duro, y mucho menos hacer frente a los préstamos por las inversiones hechas en sus explotaciones. 

 

3. En Francia todavía se valora la buena comida
 

Y agricultores y ganaderos tienen mucho que decir, y hacer, al respecto. Es de agradecer que los que mandan te hagan caso, pero quizás sea más importante que la gente compre tus productos; sobre todo si el precio es razonable para ambas partes.
 

He podido comprobar, y disfrutar, cómo se valoran los alimentos y la buena comida. Y como la población quiere saber más acerca de quienes los producen y cómo lo hacen; ya no se busca sólo el sabor o el "terroir", también importa el respeto al medio ambiente, el bienestar animal y la seguridad alimentaria. 

 

Cartel de un restaurante visto en la feria.
 Un instrumento útil, aunque algo engorroso , son las indicaciones de calidad: la francesa AOC (Appellation d'Origine Contrôlée) y las europeas AOP (lo que nosotros llamamos DOP) e IGP. Otras iniciativas en esa línea pero más ambiciosas son la asociación "Bleu blanc cœur" (Corazón azul y blanco) o la marca de leche "C’est qui le Patron" (¿Quien es el jefe?). 


La carne de cordero alimentado con pastos salados (Pré - salé) en la comarca de Mont Sant Michel es un buen ejemplo de todo esto.

En resumen, nuestros vecinos han dado con una buena receta, cuyos ingredientes -
Profesionalidad + innovación + organización +reconocimiento institucional + reconocimiento del consumidor - cocinados a fuego lento, han dado un resultado francamente apetecible. Sería interesante ver cómo se puede adaptar esta receta en España.


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La he mencionado dos veces en el texto y en VISTAS AL CAMPO DESDE PARÍS hablo de la SIA, otra feria muy importante pero enfocada al urbanita medio.
Y ya que estamos de ferias europeas, cómo no hablar de la SEMANA VERDE DE BERLIN, aunque más que de agricultura es de alimentación.
¿Te lías con las denominaciones de origen? En esta entrada te lo explico . EL JUEGO DE LAS DIFERENCIAS ENTRE DOP E IGP EXPLICADO CON LEGUMBRES

viernes, 26 de mayo de 2017

ES LA AGRICULTURA, ESTÚPIDOS

Quizás algunos conoceréis la famosa expresión "The economy, stupid" que acuñó James Carville, durante la campaña electoral de Bill Clinton contra George Bush padre en 1992, y que por extensión se utiliza para referirse a cuestiones que se consideran esenciales: la industria, la educación, el déficit....

Creo que si hiciera una encuesta informal a mi alrededor preguntando sobre los sectores que aportan más dinero a nuestro país, todo el mundo apuntaría sin dudarlo al turismo, quizás la fabricación de coches, y lo mismo saldrían algunas marcas famosas de ropa o telefonía que sabemos están presentes en otros países.


Pero muy posiblemente ni se nos pasaría por la cabeza la agricultura o la ganadería. Al fin y al cabo, en 2015, estos sectores junto con la silvicultura y la pesca aportaban nada más que un 2.3 % al PIB, y empleaban tan solo al 4.1 % de la población activa. Cuatro gatos, vamos.
 

¿ Sabías que España es el primer exportador de naranjas del mundo para consumo en fresco?.

 Pero resulta que estos cuatro gatos producen alimentos de una gran calidad. En parte por razones puramente geográficas, también porque aún mantenemos variedades vegetales y razas ganaderas que dan productos de gran calidad y sobre todo por la profesionalidad de muchos agricultores y ganaderos, que hacen su trabajo según el Modelo Europeo de Producción, para obtener alimentos sanos y seguros, respetando el medio ambiente y garantizando el bienestar animal.

Es más, algo tendrán nuestros productos agroalimentarios (los pesqueros incluidos) que se disputan el segundo puesto en exportaciones con la industria automovilística. Y por si fuera poco, llevan creciendo desde hace una década, incluso a pesar la crisis económica que hemos sufrido estos últimos años - o quizás debido a ella -, por lo que han contribuido de una manera importante a equilibrar la balanza económica.


  ¿ Sabías que las exportaciones agroalimentarias, pesqueras y forestales españolas han crecido un 72% en los últimos 10 años?.

 

¿Quién dijo que exportar fuera fácil?
 

Ofrecer productos con altos estándares de calidad es imprescindible para vender en la Unión Europea, que es nuestro principal comprador, pero también hay que ser competitivo en precio y moverse continuamente para ampliar la cartera de clientes.
 

Surtimos de fruta y verdura frescas y variadas durante una parte importante del año a otros países de la Unión Europea (Francia, Alemania, Italia, Portugal y Reino Unido). El problema es que esa calidad se paga cada vez peor; los consumidores franceses, alemanes o ingleses tampoco atan los perros con longanizas y, como nosotros, acaban haciendo la compra donde les aseguran mejores precios que la competencia. 

En el Reino Unido se pirran por el brécol murciano.
Fuente: Liliana Fuchs/ Directo al Paladar.


Los productores españoles también han tenido que aguantar las injustas e infundadas acusaciones de provocar problemas sanitarios bien gordos, como ocurrió con la crisis de los pepinos en Alemania en junio de 2011. O que medios de comunicación sensacionalistas británicos les echen la culpa de estar “almacenando fruta y verdura", mientras que los pobres consumidores británicos tenían las lechugas racionadas. Y todo por un inoportuno temporal de frio que afectó al sur de Europa el pasado invierno y que puso en evidencia ciertos fallos de funcionamiento de las cadenas de distribución.

 

Estampa de un supermercado inglés durante el "lettucegate". (Trad. "Lechuga iceberg, máximo dos por cliente"). Tiene delito, UNA lechuga por casi euro y medio. Fuente: Sarah Morton.
A esto le sumamos el auge de las corrientes nacionalistas que, cómo no, también se han instalado en el mundo alimentario. En Francia, aparte de ser muy suyos a la hora de comer, miran hacia otro lado cuando algunos agricultores asaltan los camiones cargados de fruta, verdura o vino español. Los alemanes tiran de su huerta en cuanto pueden. Y seguimos sin tener claro que va a ocurrir con el dichoso Bréxit.

El nacionalismo lo impregna todo. Tomado del blog de David del Pino.

 
Y es que los vaivenes de la política internacional a veces complican mucho el trabajo de los exportadores . La crisis de Ucrania por ejemplo; Rusia mete las narices en Ucrania, cosa que no gusta a la UE que responde imponiendo sanciones varias a Rusia, la cual corresponde a su vez prohibiendo la importación de productos agroalimentarios europeos. Considerando que España es el segundo productor de carne de cerdo de la UE y el cuarto mundial, la pérdida del mercado ruso hizo que nos sobraran cerdos por todos lados.

Y es que actualmente España tiene un nivel de abastecimiento de carne de cerdo del 190%. Es decir, con el 100% se suministra a todo el país y el 90% restante se exporta a terceros países. En su momento las asociaciones de productores se pusieron las pilas para colocarlos en otro lugar, el mercado chino por ejemplo, hacia donde van un millón de toneladas de carne de cerdo. Aparte de que son muchísima gente que quiere comer carne más o menos barata, la epidemia de peste porcina en ese país ha hecho cerrar muchas granjas. También ha cerrado las exportaciones de Alemania, donde también ha habido casos, lo que permite a España adelantar a su competidor. ¿Hasta cuándo durará esta situación? ¿lograrán los ganaderos españoles sortear la peste porcina?. Como veis, atreverse a vender fuera del país, aunque tremendamente necesario no es nada fácil.


Lo que ha costado poder vender cerdo ibérico en EEUU.

Lo de Donald Trump es un caso aparte que acaba afectándonos de una manera u otra (como a medio mundo). Una disputa sobre dineros entre los constructores de aviones Airbus y Boeing al final acaba saldándonse con una subida de aranceles al aceite, las aceitunas de mesa y el vino. Eso supone perder el mercado norteamericano, tan interesante por su alto nivel adquisitivo que se ha estado trabajando durante 30 años para poder introducir los productos. Otro ejemplo, como en su momento cerró a los mexicanos las puertas del mercado estadounidense, estos se fijaron en el mercado musulmán para vender su carne. Precisamente cuando estaban creciendo nuestras exportaciones de vacas y ovejas vivas para ser sacrificadas siguiendo el rito Halal en países como Líbano, Libia o Argelia. La competitividad se impone y uno de los factores es precisamente la sanidad animal, es decir verse libre de enfermedades como la brucelosis o la tuberculosis en rumiantes, gripes aviares o pestes porcinas.


Pero, a pesar de todo, ahí están agricultores y ganaderos, en la brecha contribuyendo cada día a día desde el olivar, la granja, la viña, los campos de naranjos y los invernaderos a construir una "Marca España" cada vez más sabrosa y a generar un dinero muy necesario para equilibrar las cuentas patrias.

Por cierto ¿ sabías que España es incluso líder en la producción de opiáceos legales, justo por detrás de Australia?.


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