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martes, 14 de mayo de 2019

ANTIBIÓTICOS EN GANADERÍA, ¿TENEMOS QUE PREOCUPARNOS?


Fuente: Pixabay

¿Quién no ha oído decir que la carne, o la leche, está repleta de antibióticos? ¿o que se atiborra a los animales con estas sustancias? Si hasta un político lo dijo en prime time en la televisión hace ya algún tiempo (en aquel programa dedicado a las condiciones de vida de los cerdos, ¿te acuerdas?).

El caso es que el uso de antibióticos es la típica cuestión que provoca alarma entre los consumidores y que forma parte del argumentario básico de vegetarianos y veganos militantes para convencer al resto de lo horripilante que es la producción ganadera industrial.

Pero, ¿realmente es algo de lo que haya que preocuparse?. Pues no y si. Para los que quieran una respuesta rápida os hago un "spoiler": no tiene sentido preocuparse por la presencia de antibióticos en los alimentos (porque no los hay), pero sí que es verdaderamente preocupante el creciente fenómeno de resistencia a los antibióticos. Para los que os interesen las razones, las cuento en esta entrada.

Comencemos pues con varios datos que ilustran la magnitud del problema.

Según un informe del gobierno británico, solo en Europa unos 25.000 pacientes al año mueren por infecciones de bacterias resistentes, y se apunta a que en el año 2050 puedan ser 10 millones en todo el mundo.

La resistencia a antibióticos es lo suficientemente importante como para que la propia OMS (Organización Mundial de la Salud) se haya puesto seria a la hora de pedir medidas efectivas a los países, para evitar que nos encontremos con situación similar a la era pre-antibióticos.

Y es que la pérdida de eficacia de los antibióticos supone una amenaza importante para la salud pública global, la seguridad alimentaria, la producción animal y en definitiva nuestro modo de vida actual. ¿Te imaginas no poder operarte de las rodillas o tener que pagar el kilo de pollo a precio de oro?. Pues eso.

El fenómeno de la resistencia a antibióticos

Los antibióticos no son una invención humana, estaban presentes cientos de millones de años antes de que el ser humano siquiera asomara las narices por el planeta. Los microorganismos - bacterias, virus, parásitos y hongos - llevan toda su existencia enfrentándose a sustancias que pretenden matarles o frenar su crecimiento. Por tanto, la resistencia a antibióticos es un fenómeno natural que permite a los microorganismos ser menos vulnerables a sustancias producidas por sus "enemigos".

En esta entrada vamos a centrarnos sólo en las bacterias, unos seres fascinantes que no se iban a quedar de cilios cruzados (chiste de biólogo) cuando Alexander Fleming descubrió un arma letal contra ellas. 



Aquí tenemos a Escherichia coli (la causante de muchos dolores de tripa y cistitis) nadando grácilmente, según esta recreación por ordenador en una imagen tomada con microscopio electrónico . Fuente:

Aunque los antibióticos se descubrieron a finales del siglo XIX, no se utilizaron para tratar enfermedades de forma habitual hasta mediados del XX. Pronto descubrió Staphilococcus aureus, la muy cuca, cómo resistir a la penicilina y desde entonces humanos y bacterias comenzamos una carrera interminable en la que nosotros desarrollamos antibióticos y las bacterias encuentran maneras de inutilizarlos.

¿Sabías que ya en 1945 Alexander Fleming advirtió que el uso excesivo de la penicilina ocasionaría la selección de bacterias resistentes?. En 1946 el 14% de las cepas de S. aureus fueron resistentes, en 1950 la resistencia creció al 59%, y en 2014 era del 99%.

Conforme se iban descubriendo nuevas maneras de controlar a más tipos de bacterias el ser humano se creía invencible - imagina el subidón que tiene que dar saber cómo curar enfermedades que hasta ese momento eran letales -. Pero las bacterias tenían, tienen y seguirán teniendo, unos cuantos ases en su genoma que les convierten en "superbacterias" capaces de resistir a los antibióticos que se le pongan por delante.

En este canal de Youtube, la Hiperactina cuenta estupendamente bien los cómo hacen estos bichos para salir inmunes, por si tenéis curiosidad. 



Aquí tienen que quedar claras dos ideas. La primera es que cualquier uso, por mínimo que sea puede dar lugar al desarrollo de resistencias, pero es evidente que si los antibióticos se usan en exceso o de manera incorrecta (dosis o frecuencias inadecuadas, duración excesiva o insuficiente) el proceso se acelera. Justo lo que está ocurriendo.

La segunda idea es que las bacterias no sólo se buscan la manera de resistir sino que son capaces de compartir esos genes con sus colegas, o apropiarse de los de otras bacterias muertas, como el forajido que le quita el revólver a su víctima. Si a esa capacidad de transmitir estos genes de resistencia le sumamos el incremento del comercio y de los viajes por todo el mundo, no resulta raro encontrar bacterias en una isla del ártico con genes de resistencia que desarrollaron unas bacterias en Nueva Delhi.


El uso de antibióticos en medicina humana

Se podría hablar largo y tendido sobre el desconocimiento de la población de sobre uso correcto de los antibióticos, de las campañas de concienciación cada vez más frecuentes o del kit de detección para S. aureus que utilizó el pediatra cuando llevé a mi hijo por dolor de garganta (hace un tiempo me hubieran recetado el antibiótico, por si acaso). También podría hablar de las tristemente habituales infecciones nosocomiales, esas que se contraen en hospitales, lugares que se convierten en una especie de isla de Fortnite donde las bacterias acaparan recursos en forma de genes para sobrevivir.

 

Aquí os presento a Streptococcus aureus, habitante de nuestro organismo capaz de liarla bien parda cuando nos pilla con las defensas bajas.Fuente.
 
Pero como esto es un blog de cosas de campo y de alimentos, voy a centrarme en algo que preocupa bastante a los consumidores actuales:

El uso de antibióticos en ganadería

Vayamos por partes. Al igual que pasó con el mito de los pollos hormonados, el hecho en sí de que se utilicen antibióticos en ganadería es completamente cierto. Eso sí, voy a daros unas cuantas explicaciones para vuestra tranquilidad y mayor criterio a la hora de comprar.

Comencemos por los antecedentes. En las primeras décadas del siglo XX, cuando comienza a generalizarse el uso de antibióticos en medicina humana, ocurre lo mismo en ganadería. En seguida se advirtieron dos efectos inesperados de su uso: administrados en dosis subterapéuticas (sin intención ni efectos curativos), favorecían el crecimiento de los animales y prevenían infecciones, lo cual era especialmente útil para satisfacer la creciente demanda de carne de aquella época. De esta manera surgieron los promotores del crecimiento, que se han estado utilizando de forma generalizada desde entonces.

Las consecuencias no se hicieron esperar y se comenzó a tomar medidas. Entre 1997 y 1999 la Unión Europea prohibió cinco sustancias que se habían utilizado durante años como promotores. Pero no fue hasta 2006 cuando la UE prohíbe definitivamente el uso de antibióticos como promotores del crecimiento.
 

Eso significa que, en la actualidad no se pueden utilizar antibióticos para el engorde de los animales. Su uso está restringido al tratamiento de enfermedades y se hará siempre bajo prescripción veterinaria. Cuando se utilizan es obligatorio respetar un tiempo de espera antes del sacrificio para que los animales metabolicen esos medicamentos, y de esta manera no queden residuos en los alimentos en cantidades que pudieran afectar a la salud. Para comprobar que se cumple la legislación, en los mataderos se realizan controles rutinarios, y si hubiera un animal que de positivo se retira del proceso. En el caso de las gallinas ponedoras o las vacas lecheras ocurre algo similar: la producción de los animales tratados se separa y elimina para que no entre en la cadena de suministro.

Esto es algo que ocurre muy pocas veces, tal como muestran los informes que la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) publica cada año acerca de los residuos de medicamentos en alimentos de origen animal. En 2016, tras analizar unas 106.121 muestras de multitud de diversos tipos de alimentos de origen animal en busca de antibióticos, tan sólo 180 (0.17%) no cumplían los requisitos legales.

Entonces no se pueden utilizar antibióticos para hacer crecer a los bichos...pero habrá que curarlos si se ponen malos. Así, cuando se observan síntomas clínicos de la enfermedad, se recurre al uso terapéutico del antibiótico solo en el animal o en un grupo de animales que muestran dichos síntomas.

Pero, queramos o no, en una granja, con tanto animal conviviendo en el mismo espacio, las probabilidades de que las bacterias hagan de las suyas son bastante altas. Y así es como llegamos a los usos profiláctico y metafiláctico de antibióticos, que es donde actualmente está la madre del cordero.
 

El uso profiláctico se hace en un animal o grupo de animales sanos con el objetivo de prevenir una infección. Como hay que respetar obligatoriamente el periodo de retirada, esto supone retener a los animales varios días de más o tirar a la basura miles de huevos o una cisterna entera de leche, en cualquier caso una importante pérdida de dinero para el productor. Un buen ganadero normalmente sólo recurre al uso profiláctico en momentos muy concretos; por ejemplo durante el destete de los lechones, cuando son más propensos a contraer enfermedades bacterianas. De todas maneras la mayor parte del consumo de antimicrobianos se debe a este uso profiláctico, que muy posiblemente tenga los días contados. El Parlamento Europeo quiere limitarlo a casos plenamente justificados por un veterinario, cuando exista un alto riesgo de infección con graves consecuencias.

Pero todos sabemos (o deberíamos saber) que los tratamientos con antibióticos hay que tomárselos en serio, respetando las tomas, sin terminarlos antes de tiempo y esas cosas. Imagina ahora que eres ganadero y se te ponen malos dos cerdos de un grupo de 10 que viven en una nave con 90 congéneres. Y seguro que por experiencia sabes que, al igual que ocurre con los críos en la guardería, en cuanto cae uno van los demás detrás. ¿Cómo evitar semejante catástrofe?, pues recurriendo al uso metafiláctico, es decir tratando a todos los que conviven con el enfermo, aun asumiendo que habrá algunos individuos que realmente no necesiten ese tratamiento.



Los animales grandes  se pueden apartar en un corral o atender individualmente.Fuente: Editorial Agrícola.
 
...que a todos estos pollos si estuvieran potencialmente infectados. La manera más eficiente es mezclar los medicamentos en el agua de bebida o en el pienso, pero ¿y si el/los pollos enfermos no tienen sed o pierden el apetito y no ingieren la cantidad necesaria de antibiótico?. Fuente: Editorial Agrícola.

Depende del tipo, y del tamaño, de la granja será más fácil acotar el tratamiento a los animales infectados y a los que conviven con ellos: no es lo mismo un cebadero de terneros o una granja de leche que una granja de pollos, gallinas de puesta o conejos. Existe además el concepto de "presión infecciosa", que no se puede rebajar con tratamientos individuales - ya que los diferentes individuos normalmente se encuentran en diferentes estadios de la propia enfermedad (el "efecto guardería" de antes)- y sólo se consigue controlar mediante tratamientos generales "en sábana".

Como veis, es un tema complejo, cada vez más regulado y en el que se lleva estudiando y buscando soluciones desde hace ya tiempo. Por esta razón, titulares como este  "España atiborra al ganado con antibióticos" daña mucho al sector y confunde al personal. Cierto es que España es, justo después de Chipre, el país de la EU que más antibióticos usa en ganadería, pero ese "atiborra" sugiere una imagen de animales tomando antibióticos a patas, picos y hocicos llenos; dando una sensación de descontrol que no se ajusta a la realidad. Ahora veremos por qué.



No hemos hablado de cría de peces, pero en este sector también recurre a estas sustancias. Según la FAO, el 70-80 % de los antibióticos que se administran a los peces son excretados al agua y se difunden con rapidez en los sistemas acuáticos. Fuente imagen.


 

¿Cómo se controla su uso desde las administraciones?

Para combatir el desarrollo de resistencias es imprescindible que todos los países trabajen juntos, algo que desgraciadamente todavía no ocurre. Por ejemplo, según un informe de la propia agencia estadounidense de Administración de Alimentos y Medicamentos, en este país el 80% de todos los antibióticos se utilizan en ganadería, a pesar de las voces de alerta en ese país.

La UE se lo está tomando más en serio, aunque cada país lo hace a su manera. Para disponer de la información necesaria que permita tomar medidas concretas se puso en marcha en 2009 el proyecto Esvac (European Surveillance of Veterinary Antimicrobial Consumption), que consiste en la recogida y evaluación de datos sobre la venta y el consumo de medicamentos veterinarios que contengan en su composición antibióticos como principio activo.



En esta página interactiva puedes ver cómo está el tema de las resistencias en la UE.

Aunque España se sitúe en el furgón de cola no significa que se haya cruzado de brazos. Nos incorporamos a ESVAC en 2011, y en 2014 comenzó el Plan nacional de lucha frente a resistencias a los antibióticos (PRAN) que ha conseguido un 14% de reducción en su consumo. Recientemente se ha dado un paso fundamental que permitirá tomar medidas más eficaces, la Receta electrónica.

Mediante este sistema, el veterinario (es el único profesional sanitario que puede prescribir medicamentos en una ganadería) tiene que comunicar los datos de las recetas que contengan antibióticos o piensos medicamentosos a la base de datos creada por el Ministerio de Agricultura denominada PresVet. Al enviar datos importantes como la explotación o el tipo de antibiótico que se prescribió, se podrá tener una mejor imagen de los medicamentos se consumen en cada zona de España, a dónde se mueven y en qué tipo de explotaciones se utilizan. Y es que hasta ahora solo se disponía de los datos que daban las empresas farmacéuticas en base a sus ventas.

Gracias a los datos que aporte este sistema será más sencillo evaluar las resistencias que puedan ir surgiendo vinculadas al consumo de antibióticos. Pero además supone una herramienta más de control para las autoridades sanitarias competentes, que podrán vigilar la entrada de animales o sus productos en la cadena de alimentación (periodo de supresión y uso de productos autorizados para cada especie).

 

A veces el veterinario necesita saber con exactitud qué bacteria está causando la infección, e incluso si ya es resistente a antibióticos. Esto es un test sensibilidad frente a antibióticos de un cultivo de Staphylococcus. Los puntos son pequeños discos impregnados de distintos antibióticos, cuanto más grande es el círculo de alrededor, más sensible es la bacteria a esa sustancia en concreto. Uno de los retos es ser capaz de desarrollar test rápidos que puedan hacerse en la misma granja. Fuente.


El caso de la colistina. Una razón para el optimismo.

La colistina se utiliza en humanos como último recurso frente a enterobacterias (como las conocidas Salmonella o E. coli) que se muestran resistentes frente a otros antibióticos. Si perdemos este arma, tenemos un grave problema ya que hay patologías para las que no existe otra alternativa terapéutica.

Hasta hace poco tiempo el veterinario podía utilizar este producto cuando sospechaba que eran estas bacterias las estuvieran dando problemas en la granja, particularmente en granjas de pollo de carne y de porcino. Pero se descubrió que algunas enterobacterias ya disponen de un gen, el mcr-1, que les protege frente a la colistina y que lo han ido compartiendo entre colegas de medio mundo, ya que se ha aislado en China, varios países de la UE (entre ellos España y Portugal) y en EE.UU.

Este descubrimiento ha sido un importante toque de atención al sector, que se está poniendo las pilas para llegar a las cifras que pide la UE:  5mg/PCU - partimos de 37mg/ PCU y el objetivo final es llegar a 1mg. (Holanda y Dinamarca ya lo han conseguido). Para ello, obviamente este medicamento ya no se puede utilizar como profiláctico, y en caso de recurrir al tratamiento, hay que confirmar primero que efectivamente es E. coli la causante de la infección, y que no es resistente a este antibiótico. También se ha desarrollado el Programa REDUCE Colistina al que se han unido de manera voluntaria la propia industria farmacéutica, asociaciones de veterinarios, productores de piensos y empresas ganaderas para llegar a esos 5 mg en la cría de cerdos. Los sectores avícola, cunícola y bovino están dando los primeros pasos para tener también su propio programa Reduce.



Cartel divulgativo del PRAN dirigido a los ganaderos de porcino. Fuente.

¿Y cómo se puede disminuir su uso en las granjas?

Después de todo lo contado, no resulta descabellado pensar que en un futuro quizás más próximo de lo deseable no se pueda recurrir al uso de muchos antibióticos en ganadería. Bien porque lo acabe prohibiendo la Unión Europea o porque directamente a las bacterias ya no les hagan ni cosquillas. La buena noticia es que actualmente hay diversas alternativas y medidas para retrasar o incluso evitar ese apocalíptico escenario.

Lo primero y lo más lógico es reforzar aún más las medidas de prevención en la propia granja (bioseguridad, mayor higiene, mejora en la alimentación, densidad apropiada de animales, control de la temperatura, la humedad y la calidad del aire interior, etc.).


Las granjas intensivas más modernas permiten al visitante ver cómo viven los animales....eso sí a través de un cristal. La bioseguridad es lo primero y dentro sólo pueden pasar los trabajadores, el dueño y el veterinario.


Lo segundo es reforzar la resistencia de los propios animales, mediante el uso de autovacunas o incluso recurriendo a programas de mejora genética que sean capaces de identificar a los animales con mayor inmunidad natural

Por último, se está investigando en otras sustancias que ayuden a los animales en la lucha contra las bacterias patógenas. Tenemos probióticos (preparaciones de microorganismos que contribuyen al equilibrio de la flora intestinal,  potencian el sistema inmunológico e inhiben el crecimiento de bacterias patógenas), prebióticos (fibras vegetales específicas que sirven de alimento y por tanto estimulan el crecimiento de bacterias beneficiosas en el intestino) , ácidos orgánicos para el destete de los lechones (al acidificar el alimento se evita el crecimiento bacteriano y mejorar su digestibilidad) e incluso extractos de plantas seleccionadas entre otras cosas por sus propiedades antioxidantes y antimicrobianas.


Epílogo

Si habéis llegado hasta aquí, enhorabuena y gracias por vuestra paciencia. Espero que esta entrada haya servido para entender que lo único que tiene que preocuparnos es la pérdida de efectividad de los antibióticos (que no es poca cosa), ya que su presencia en alimentos es anecdótica gracias a que están muy controlados.

¿Que qué podemos hacer como consumidores? Por lo pronto podemos estar razonablemente tranquilos de saber que se está trabajando en la reducción del uso y que existen alternativas. Como sé que a más de uno no le parecerá suficiente, siempre se puede investigar sobre las marcas de productos que apuestan por reducir el uso de antibióticos, optar por productos procedentes de ganadería extensiva que a priori requiere menos uso de antibióticos o directamente de ganadería ecológica cuya norma de producción solo permite su uso terapéutico.

Por cierto, muchas gracias a Alejandro Giménez Iranzo, por la valiosa información que me aportó sobre el uso de antibióticos en granjas hace ya mucho tiempo.


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domingo, 23 de octubre de 2016

¿SON LOS ORGANISMOS TRANSGÉNICOS PELIGROSOS PARA LA SALUD?

Hasta ahora he tratado los aspectos básicos, de una manera más o menos descriptiva, de los organismos transgénicos, pero ya tocaba meterse con los temas espinosos, y quizás el que más preocupa a la gente es el hipotético daño que podrían causar a la salud, al medio ambiente o a ambos.

Consciente de que me meto en un berenjenal, porque es un tema tremendamente polarizado, a esta entrada y varias de las que siguen les he dedicado un tiempo extra. Tiempo para investigar, preguntar y leer de aquí y de allá, buscando ideas y aproximaciones distintas que aporten algo más que los manidos argumentos tanto en favor como en contra de los transgénicos.

Así, aunque comience desmontando los típicos argumentos anti-transgénicos (algunos copiados literalmente), no esperéis las respuestas estereotipadas de los pro-transgénicos. De hecho, lo mismo ni siquiera encontráis respuestas, sino motivos para reflexionar.

Y como no quiero agobiaros con una entrada interminable (y eso que esta es larga, lo reconozco), voy a comenzar con las posibles afecciones a la salud, al medio ambiente ya le dedicaremos la próxima. En ambos casos, se pueden distinguir dos posibilidades: que sea el propio organismo transgénico el que cause el problema, o que el perjuicio venga por un mal uso del paquete "cultivo transgénico + herbicida", como sería el caso del famoso glifosato.

Los alimentos tienen un significado especial, nos asusta más lo que comemos que lo que respiramos, bebemos o tocamos.


¿Pueden provocar alergias?

EL MITO: Cada vez hay más gente con alergias, ¿qué es lo que ha cambiado durante todos estos años? la alimentación. Ummm, casualmente los OGM llevan unos 20 años con nosotros, ya está, ellos tienen la culpa.

Nuevos genes en nuestra dieta.

Cuando un nuevo gen se introduce en el genoma de una planta, como resultado final se produce una nueva proteína. Proteína que puede resultar completamente nueva en la dieta de un colectivo humano.

¿Eso significa que los transgénicos pueden causar alergias? Pues podría ser, pero la cosa no es tan simple y de momento no hay casos registrados por comer alimentos transgénicos destinados al consumo humano. Tampoco hay datos que relacionen la prevalencia de alergias con los OGMs.

En teoría cualquier proteína posee el potencial de desencadenar una reacción alérgica, pero afortunadamente solo ocurre cuando se dan una serie de circunstancias: que la superficie de la proteína presente una zona donde se pueden unir los anticuerpos IgE, que el sistema inmune de un individuo susceptible a ese alérgeno fabrique el anticuerpo, y que el individuo especialmente susceptible entre en contacto con el alérgeno en cuestión.

Resulta lógico pensar que, cuantas más alimentos transgénicos haya en el mercado, más gente habrá consumiendo proteínas nuevas en su dieta. Por tanto la posibilidad de que haya más casos aislados de reacciones alérgicas sería mayor. Sin embargo, asumir automáticamente que los alimentos genéticamente modificados causan alergias, así en general, no está justificado. 

Conviene no olvidar que existen alimentos genéticamente modificados a los que no se les añaden genes extraños a su genoma, sino que se anulan los genes que no interesan: es el caso del tomate Flavr Savor, la patata Innate o la manzana Arctic. Estos no tienen por qué causar problemas de alergia.


La patata Innate estaba modificada para aguantar mejor los golpes y no producir acrilamida al freírse. Lo cuento en esta entrada.


Los alimentos genéticamente modificados son los más vigilados


Para que un producto transgénico obtenga la autorización para su comercialización, debe superar estrictos controles, entre ellas las pruebas de alergenicidad. Estas prueban intentan valorar la capacidad para desencadenar una respuesta alérgica que puede tener alimento transgénico destinado al consumo humano.

Si se descubre que tiene un alérgeno potencial, sus probabilidades de ser aprobado son prácticamente nulas; esto ocurrió por ejemplo con una soja con genes de nueces del Brasil. Sólo las plantas transgénicas con una probabilidad muy baja de causar alergias pueden conseguir la aprobación de un comité científico.

¿Y que pruebas son esas? te preguntarás. En esta página las describen (en inglés) y aquí voy a citarlas simplemente: grado de similaridad con otros alérgenos, estabilidad de la proteína durante la digestión, test con muestras de sangre de individuos sensibles a las alergias y test en animales.

De todas maneras, las reacciones alérgicas resultan de complejas interacciones entre las sustancias y los sistemas inmunes individuales, por lo que no se pueden hacer evaluaciones del potencial alergénico de una sustancia con un 100 % de certeza. De momento, la única certeza es que acabe dándose tal reacción alérgica.

De todas maneras, no conviene olvidarnos que si se aplicara la misma preocupación frente a las alergias a los alimentos convencionales, en el supermercado no tendríamos ni apio, ni cacahuetes, ni huevos, ni marisco, ni un larguísimo etcétera de alimentos. De hecho, la propia OMS reconoce la diferencia "de trato" entre unos alimentos y otros: mientras que los OGMs y los alimentos obtenidos a partir de ellos son objeto de una evaluación muy rigurosa, no se llevan a cabo evaluaciones similares para los alimentos convencionales, aun considerando que las técnicas de mejora clásica para obtener nuevas variedades o los nuevos mecanismos de procesado de alimentos ya han dado algún susto que otro. Y es que la capacidad de desarrollar nuevos alérgenos no tiene por qué ser patrimonio exclusivo de los OGMs.

Imagino que esta desconfianza se debe a la novedad de una tecnología que trabaja con las bases mismas de la vida, los genes, y al miedo de que estos genes se compartan de la manera más inesperada al insertarlos en otros organismos.

Lo que nos enseñó el maíz Star Link: quizás hay que buscar en otro lado.

Un buen ejemplo que nos muestra la paradoja de esto de las alergias y los OGM es la historia del maíz StarLink. A finales de los 90 se aprobó para la venta en los Estados Unidos esta variedad de maíz transgénico, pero sólo para usos no alimentarios, ya que contenía una proteína potencialmente alergénica. Pero resultó que aparecieron en la comida (concretamente en unos tacos de maíz) trazas de esta proteína y varias personas reclamaron que habían sufrido reacciones alérgicas a ella (ya sabéis cómo son los estadounidenses para estas cosas de las demandas). Aunque no se encontraron evidencias médicas, hubo que contemplar la posibilidad de que genes que codifiquen proteínas potencialmente alergénicas "escapen" de los cultivos transgénicos y aparezcan en alimentos convencionales.


Campo de maíz en Ontario. Fuente: Syngenta Canada

Está demostrado que algunos cultivos GM son potencialmente alergénicos, y por tanto no se han aprobado para consumo humano. Ahora bien, ¿cómo asegurarnos que esos genes no van a aparecer donde no son deseados? se me ocurre que redoblando esfuerzos para evitar la contaminación genética (ya hablaré de ello en otra entrada ) y aumentando las pruebas que se hacen a los alimentos convencionales. Y no se a vosotros, pero me da que ambas medidas deben costar un dinerito.


Recopilando

Razones por las que no tienes que preocuparte en exceso; salvo que tengas la desgracia de ser especialmente sensible a todos los alérgenos habidos y por haber, y la preocupación la lleves ya de serie:

1. Apenas se han comercializado frutas y verduras transgénicas, más que nada por razones de mercado. ¿cuánta gente compraría un tomate transgénico a sabiendas de que lo es?. Si hasta McDonalds rechazó la patata Innate por razones de imagen.

2. Ya hemos visto que los OGMs siguen un proceso de evaluación de alergias bastante exhaustivo, que no se limita a los alérgenos más comunes. Y debe funcionar porque según las OMS, no se han encontrado efectos alérgicos relacionados con los alimentos GM disponibles actualmente en el mercado.

3. Prácticamente ninguno de los productos transgénicos que se utilizan te lo vas a comer : la soja y el maíz van para piensos; la colza para aceite o biodiesel y el algodón va para ropa o billetes (y creo que ya nos habríamos enterado si hubieran provocado alergias por contacto).

4. Y además si vives en la Unión Europea las probabilidades de encontrártelos son muy pequeñas; porque apenas se cultivan (ya vimos que en zonas puntuales), porque para comercializarlo es necesario que la EFSA de su visto bueno (y suele tardar en hacerlo) y porque es obligatorio advertirlo en el etiquetado, y entonces volvemos al punto nº1 (yo todavía no he encontrado un solo producto que me advierta que puede contener OGM). 


Lo normal es encontrar productos que dicen que NO tienen transgénicos, incluso aunque jamás pudieran tenerlos, como la sal. Fuente



¿Y si fuera al revés?

De la misma manera que se está trabajando en un trigo apto para celiacos, ¿nunca te has parado a pensar que la biotecnología podría conseguir alimentos no alergénicos ?.


Unos cacahuetes o cualquier otro fruto seco no alérgeno gracias a la biotecnología le harían más fácil la vida a más de una madre de niño alérgico. Fuente



¿Son tóxicos? ¿Dañan los órganos?

MITO: "Los transgénicos dañan el hígado" o "afectan a la fertilidad de los mamíferos" son argumentos frecuentes. Pero el que mejor demuestra los amplios conocimientos del autor sobre el tema (modo ironía ON) es el siguiente "la transferencia genética de ciertos seres, da lugar a otros seres tóxicos. Es decir, para hacer que un alimento sea resistente a X bacteria, se la altera para genere X toxina que la mantenga a salvo de los perjuicios de la bacteria".

En este punto entramos en el debate infinito: los promotores dicen que no hay estudios que prueben que los transgénicos sean dañinos, mientras que los detractores afirman que no hay suficientes estudios que prueben de una manera convincente que estos productos son seguros. Si realmente es esto lo que os interesa, podéis ir directamente al último apartado de esta entrada donde expongo mi opinión.

Lo que dice la OMS

Según este organismo internacional, en principio imparcial, "los alimentos modificados genéticamente actualmente disponibles en el mercado internacional han pasado las evaluaciones de riesgo y no es probable que presenten riesgos para la salud humana. Además, no se han demostrado efectos sobre la salud humana como resultado del consumo de dichos alimentos por la población general en los países donde fueron aprobados".

También dice que como cada alimento genéticamente modificado es muy distinto al resto, se debe evaluar su inocuidad individualmente, y por tanto no se puede generalizar. Recomienda el uso de las guías del Codex Alimentarius para la evaluación de la seguridad de los OGM, ya que constituyen las normas internacionales armonizadas para garantizar la salubridad de los alimentos.

¿Y en qué consisten esas evaluaciones de riesgo?. Aparte de ser bastante exhaustivas  tienen en cuenta los siguientes aspectos: efectos directos en la salud (toxicidad), potencial para provocar reacciones alérgicas, existencia de componentes específicos que pudieran tener propiedades tóxicas o nutricionales, la estabilidad del gen insertado, los efectos nutricionales asociados con la modificación genética y cualquier efecto no intencionado que pudiera resultar de la inserción del gen.

 

Pensando a largo plazo

Asi que podemos estar seguros de que los OGMs han pasado unos exámenes muy duros para salir al mercado. Pero, ¿y si luego aparece algún problema que no se supo o no se pudo detectar en su momento?. 

La propia OMS recuerda que "la base para evaluar su inocuidad debe ser el uso continuo de evaluaciones de riesgo después de la comercialización" y la propia normativa europea prevé la obligatoriedad de hacer estas evaluaciones por parte de la entidad que solicita la autorización para comercializar el OGM en cuestión. ¿Se cumple?, ni idea. Aquí se puede acceder a los estudios post-comercialización de los efectos ambientales, elaborados por las casas de semillas.


La dieta de un consumidor medio no se parece en nada a la de un ratón de laboratorio.


¿Crea bacterias resistentes a los antibióticos? 

Otra de las causas de preocupación es que el consumo de vegetales GM pueda dar lugar al desarrollo de bacterias resistentes a los antibióticos.

¿Cómo podría ocurrir esto? Tal como explicaba en mi primera entrada sobre transgénicos, aparte de meterles el gen que nos interesa se les incorporan genes de resistencia a antibióticos que sirven como marcadores, para poder comprobar que la transferencia de genes ha funcionado. Por tanto, podría existir la posibilidad de que esos genes acabaran en las bacterias del tracto intestinal mediante un proceso de "Transferencia Horizontal de Genes" (THG).

En otras palabras, que si te comieras un tomate transgénico, el gen de resistencia a los antibióticos que lleva incorporado pudiera transferirse a las bacterias que viven en tu intestino. Se sabe que la THG ocurre muy frecuentemente entre distintas bacterias, sin embargo la THG de plantas a bacterias u organismos pluricelulares (plantas, animales u hongos) se considera muy poco habitual, por lo que la probabilidad de que se dieran la transferencia es minúscula, eso en el caso de que el gen llegara intacto al intestino.

Personalmente veo más sencillo cambiar de gen marcador, que de hecho ya se hace, que de convencer a media humanidad para que utilice los antibióticos como es debido, ya que este uso abusivo ha demostrado tener un efecto no solo real, sino cada vez más preocupante en la aparición de bacterias resistentes a los antibióticos.


Visto esta misma mañana en el centro de salud.


¿Es el glifosato un veneno?

MITO: "Finalmente la OMS confirma que el glifosato nos está matando"

Para las plantas si, desde luego. Para las personas, pues francamente, ni idea. Hay tal cantidad de estudios, unos dicen una cosa y otros la contraria, que una ya no sabe a qué atenerse. Pero vayamos por partes, a ver si nos aclaramos.

Más allá de Monsanto y los transgénicos

El glifosato es el principio activo de numerosos herbicidas comerciales. Lo asociamos automáticamente a Monsanto porque fue un trabajador de la compañía,  John E. Franz el que descubrió sus propiedades como herbicida en 1970. Se comercializó cuatro años después, pero despegó allá por los años 90 gracias al desarrollo de los cultivos transgénicos resistentes a glifosato, los famosos RoundUp Ready de Monsanto.

La patente del glifosato expiró en 2000, y actualmente muchas compañías comercializan este principio activo con diversas formulaciones y nombres comerciales, y para los usos más diversos: agricultura, jardinería o mantenimiento de carreteras y vías de tren limpias de maleza (para evitar incendios principalmente). De hecho no necesitas sembrar soja o maíz transgénicos para poder usarlo, en tiendas on-line, en cualquier centro comercial o en un vivero lo tienes a mano.


¿Qué es y cómo funciona el glifosato?

Es un herbicida de amplio espectro y no selectivo, es decir que no se salva ni una planta, lo mismo acaba con las de hoja estrecha (osea gramíneas), las de hoja  ancha (el resto de malas hierbas) o incluso leñosas, de ahí que se use tanto.

Lo bonitas que son y la guerra que dan cuando crecen donde no se las quiere


Es también sistémico, es decir que entra en la planta, normalmente a través de las hojas para ir migrando otras partes de la planta a hacer de las suyas. Principalmente inhibe la ruta de biosíntesis de aminoácidos aromáticos, la "ruta del shiquimato" entre otras trastadas que causan tal desbarajuste en las células vegetales que acaban muriendo.


Un poquito de humor siempre viene bien. Cuando leí eso de que algunos ayuntamientos pensaban sustituir el glifosato por una solución de vinagre (bueno realmente de ácido acético más concentrado), no pude evitar hacer el chiste.
 
Y especifico lo de células vegetales porque es uno de los argumentos que a menudo se utilizan para demostrar su seguridad. Como afecta a una serie de reacciones químicas que sólo tienen las plantas y algunas algas, en principio no tendría por qué afectarnos. Bueno, al menos sabemos que no nos secará en cuestión de días.

Pero tampoco es una sustancia completamente inocua, tanto la materia activa como sus metabolitos se consideran generalmente productos de toxicidad baja, tanto aguda como crónica, para humanos. Y lógicamente las fichas de seguridad del producto te informan de su toxicidad, las instrucciones de manejo y qué hacer en caso de intoxicación. Aquí tenéis la ficha genérica del Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo.


Sus efectos negativos: Cría la fama y échate a dormir

El glifosato ya no se puede quitar la fama de ser el malo más malvado de los todos los herbicidas, aunque los haya peores. Quizás parte de esta fama se deba simplemente a que Monsanto en su momento tuvo una estrategia de imagen corporativa y comunicación mas bien desastrosa.

Se le han atribuido varios efectos negativos: como disruptor endocrino (causando problemas de fertilidad y determinados cánceres ligados a hormonas), como neurotóxico, tóxico para diversos órganos o tejidos, y por último, casi lo que más miedo da al personal, como cancerígeno. Voy a detenerme sólo en este punto porque ilustra bastante bien los entresijos de la ciencia en estos menesteres. 

Hace no mucho la IARC, la sección de la OMS dedicada a las investigaciones sobre el cáncer, en una evaluación de cinco productos fitosanitarios organofosforados, metía al glifosato en la categoría 2A, el de las sustancias que probablemente pueden causar cáncer. Para el glifosato en concreto, los investigadores han encontrado suficiente evidencia de que puede producir cáncer en animales de laboratorio, pero esta evidencia es limitada en el caso de humanos. En base a estos resultados, metieron al glifosato en el cajón de la discordia. Enseguida varias entidades cuestionaron esta afirmación, entre ellas lógicamente los productores, porque según ellos obviaban muchos estudios, que casualmente les beneficiaban a ellos. La IARC explicó que solo se basan en datos de dominio público y disponibles para una revisión científica independiente, y que habían incluido los estudios procedentes de la industria que cumplían con esos criterios.



En este video lo explican bastante bien (en inglés claro). En resumen: lo que hizo la IARC es revisar la literatura científica disponible hasta el momento, e ir clasificándola en distintos cajones según sus conclusiones. Ganó el cajón 2A.

Mientras tanto, los lobbies anti-transgénicos arrimaron el ascua a su sardina y directamente lo han vendido como que la OMS les da la razón. El resto de productos fitosanitarios evaluados, al parecer a nadie le importan, y eso que se usan, algunos incluso en la casa y el jardín.


Un nuevo actor entra en escena

Por si fuera poco, ahora resulta que se ha descubierto que alguno de los ingredientes de las preparaciones comerciales del herbicida, concretamente algunos surfactantes (el más famoso es el Polioxietilenamino, POEA) puede que tengan efectos negativos por si solos o que agraven los causados por el glifosato.

Estos surfactantes son una especie de "detergentes" que ayudan a las gotas de agua que transportan el glifosato a quedarse pegaditas a la hoja, de manera que el producto pueda entrar mejor. Si no se utilizaran haría falta más cantidad de glifosato para conseguir el mismo efecto.

El problema es que estas sustancias al formar parte de los componentes inertes, algo así como los excipientes de las medicinas, se han mantenido hasta hace poco fuera del debate.  

Ficha técnica del herbicida RoundUp Plus, tomada de la página de Monsanto. Estas fichas ofrecen toda la información técnica relativa al herbicida y su manejo seguro. Pero sobre los componentes inertes o surfactantes no suele haber información, imagino que porque cada fabricante tiene su "fórmula secreta", que les hace mejores que el resto de preparaciones comerciales de herbicidas.

En resumen

Ni recurriendo a mis fuentes de información oficiales de referencia me queda del todo claro el asunto.

Mientras que la IARC toma en consideración (entre otras evidencias) las situaciones en las que se utilizan las preparaciones comerciales de glifosato, la EFSA se limita a estudiar cada molécula por separado y emite su dictamen. Por cierto, esta entidad no considera que el glifosato pueda ser genotóxico o que pueda suponer un riesgo de cáncer en humanos. Respecto a la toxicidad en general, al menos ha establecido por primera vez umbrales de toxicidad, tanto para los operarios como para los consumidores. 

Así resulta difícil separar la toxicidad del glifosato puro del efecto de otras sustancias químicas presentes en las preparaciones comerciales, como los surfactantes, de las que no se sabe cuánto o cómo contribuyen a la toxicidad total. Se sabe que el glifosato causa problemas en roedores de laboratorio, pero falta información sobre los efectos de las dosis que puedan estar recibiendo las personas en situaciones reales.

De nuevo surge la misma idea: además de costosas y rigurosas pruebas previas a la autorización de las preparaciones comerciales, hace falta un buen control posterior de lo que ocurre una vez el producto se utiliza en el campo de manera habitual.


Una historia curiosa la del Glifotest. Un dispositivo similar a un test de embarazo, que sería capaz de detectar presencia de glifosato, de manera totalmente casera, en el agua o diversos productos. La idea surgió de unos profesores de genética en la Universidad de Buenos Aires, a raíz de que unos investigadores encontraran este herbicida en algodón, gasas, hisopos, toallitas y tampones, y lo que iba a ser un trabajo de prácticas para los estudiantes se convirtió en proyecto de negocio. La idea es que sea capaz de detectar concentraciones que sean perjudiciales para la salud (las encontrados en los productos de algodón estaban en muy bajas concentraciones, según la OMS no perjudiciales). Lo más gracioso del asunto es que el mecanismo de detección se basa en ¡¡ bacterias modificadas genéticamente!!. De momento sigue en fase de proyecto.                           ¿Llegaremos a verlo? se aceptan apuestas. 

 
Sobre la carta de los premios Nobel, la crisis de credibilidad y la búsqueda del riesgo 0. 

Posiblemente hayáis oído hablar de la famosa carta firmada por más de cien premios Nobel, en la que "regañaban" a Greenpeace por rechazar todo tipo de alimentos transgénicos. Nada menos que 110 premiados y la opinión de 276 instituciones científicas, basándose en más de 2.000 estudios científicos (aquí tienes una base de datos para consultar estudios sobre el tema), han llegado a la conclusión que "los alimentos transgénicos no presentan un riesgo mayor para el consumo humano y el medio ambiente respecto al alimento convencional".

Toda esta cantidad de científicos (laureados o no) y de estudios ¿debería bastarnos?. Y es que, otro de los mantras que se repiten hasta la saciedad desde el bando de los pro-transgénicos es el del consenso científico. Pero quizás, este consenso no sea tan amplio como nos quieren hacer creer, ya que existen grupos de científicos críticos o escépticos tanto en Europa como en EEUU.

La falta de consenso no significa directamente que haya científicos en contra de esta tecnología ni que los transgénicos sean peligrosos. Simplemente que algunos científicos, quisquillosos ellos (como debe ser), cuestionan la validez y representatividad de algunos estudios, especialmente los que arrojan resultados descaradamente positivos, porque los experimentos no estén bien diseñados, porque sean a corto plazo, por no estar bien interpretados, por estar financiados por la industria productora, etc.

Pero claro, al ciudadano medio, que apenas sabe lo que es un organismo transgénico, los intríngulis del método científico le suenan a chino. Si me pierdo hasta yo, que soy de ciencias. Tanto los pro-transgénicos como los anti transgénicos citan una y otra vez a los científicos y sus estudios pero al final, como no sabes a quien creer y ves conspiraciones por todos lados, acabas por no creer a nadie, o quedándote con la conspiración que más te convence o que mejor te han vendido.

¿Qué hacer entonces?, ¿qué pensar?. En la editorial de un especial sobre OGMs de la revista Nature dan una buena pista: en esto de los cultivos GM, una buena medida de la falacia de una declaración es la convicción con la que se expresa. Y es que ya lo decía Voltaire, "La ignorancia afirma o niega rotundamente; la ciencia duda".

Los transgénicos están aquí para quedarse, y sabemos que no hay manera de eliminar totalmente el riesgo que pueden suponer para la salud o el medio ambiente, de la misma manera que montamos en avión, en coche o en bici sabiendo que podemos tener un accidente. Ya no nos queda otra que hacer el camino juntos, pero mientras avanzamos es perfectamente lícito, y necesario, pensar en los problemas que pueden ir dándose y crear una especie de red de seguridad en forma de conocimiento científico (del bueno) que nos proteja.  



Principales fuentes utilizadas para la elaboración de esta entrada:



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lunes, 11 de abril de 2016

¿QUÉ ES Y QUÉ NO ES UN PRODUCTO ECOLÓGICO?


Cada día están más de moda. Seguro que ya los has visto en el mercado, que algún familiar o amigo te ha hablado de ellos porque los compra hasta para su mascota. Son tan populares que ya hay quien los pone "verdes" (curiosa paradoja del lenguaje). Pero, ¿que son realmente los productos ecológicos? y ¿qué se puede esperar realmente de ellos?.

Sus orígenes

La producción ecológica surgió la década de los 60-70 del pasado siglo como una filosofía de producción agrícola y ganadera alternativa a la agricultura intensiva que había nacido gracias a la "Revolución Verde", desarrollada más o menos en la misma época.

Esta revolución, que en principio pretendía erradicar el hambre y la desnutrición en los países subdesarrollados, se basaba en el uso sistemático de fertilizantes de síntesis y productos fitosanitarios, apoyados por una intensa mejora genética de las plantas y los animales. Los resultados de estas prácticas fueron espectaculares, pero también tuvieron aspectos negativos que suscitaron críticas y animaron a los primeros productores ecológicos. Al principio crecían poco a poco, pero han ido tomando cada vez más fuerza hasta entrar de lleno en la era del marketing de los alimentos.

Una de las cosas que más se le achacan a la AE es la incoherencia. ¿Son incoherentes los productores, los consumidores o el sistema entero? Esto da para un largo debate. Fuente.


Mensajes que confunden

Por si fuera poco han aparecido otros conceptos que se unen a la moda "eco" - "natural", "artesano", "tradicional", "slow food", "de temporada", "Km0" - términos que yo ahora mismo no sabría muy bien cómo definir ni cuáles son sus límites. Así, a la falta de información del consumidor se le suma la desinformación que aportan promotores, detractores, industria alimentaria en general y medios de comunicación. La consecuencia: tenemos un lío de narices.

La buena noticia es que la producción ecológica tiene al menos una legislación detrás, que dice lo que es y lo que no es un producto ecológico y, sobre todo, especifica cómo ha de producirse. Aunque esta legislación puede ser muy distinta según los países.

Las bases de la producción ecológica en Europa

En la Unión Europea sólo puede venderse como producto ecológico aquel obtenido o elaborado según la normativa al respecto (puedes ver el enlace al final de la entrada). Esta normativa se basa en una serie de principios que responden a una filosofía de producción agrícola y ganadera en armonía con la naturaleza.
  • No utilización de productos químicos de síntesis: abonos inorgánicos, productos fitosanitarios (insecticidas, herbicidas, fungicidas, etc.) y antibióticos.
  • Producción vegetal basada en el fomento de la fertilidad del suelo, la elección de especies y variedades adaptadas a las condiciones locales y la rotación de cultivos, entre otras técnicas agrícolas.
  • Producción ganadera vinculada al suelo y en la que prima la prevención de enfermedades frente a la productividad (ojo, son solo prioridades, no se excluyen entre sí). Se consigue mediante la elección de razas ganaderas autóctonas (aunque no es obligatorio recurrir a ellas), y el control de la carga ganadera entre otras prácticas de manejo de los animales.
  • No utilización de organismos genéticamente modificados.
  • Procurar un alto grado de bienestar animal en los animales de granja.
  • Restricción al mínimo de aditivos alimentarios en los productos transformados.


La carga ganadera nos indica el número de animales que pueden alimentarse en una hectárea de terreno. 

Los alimentos producidos bajo la normativa europea de producción ecológica se identifican por el logo comunitario y el correspondiente al organismo de control de cada país. En España, la tarea recae en los Consejos o Comités de Agricultura Ecológica de cada Comunidad Autónoma. Fuente.

Leyendo el Reglamento de producción ecológica da la sensación de que parten de una granja ideal y arquetípica actualmente en extinción: un amplio territorio que alberga diversas producciones animales y vegetales y que funciona como un ciclo cerrado (el ganado se alimenta de lo que produce el terreno y a su vez lo fertiliza aportando el estiércol como abono). Es como una vuelta al pasado pero no del todo; se trata de producir alimentos como se hacía hace menos de un siglo, pero con los recursos, condicionantes y normativa existentes en la actualidad. Conseguir esto al 100% es francamente complicado, por lo que la propia normativa contempla excepciones para que los productores no mueran en el intento.

Dicho esto, habrá productores que se ciñan exclusivamente a la normativa y sus excepciones para conseguir el ansiado logo que les permita posicionarse en el mercado. Otros con conocimiento, experiencia, y sobre todo mucha vocación intentan trabajar con la naturaleza hasta donde la realidad les permite.


Danone ya se ha lanzado a vender productos orgánicos de la mano de una marca que forma parte del "Big-organic" en Estados Unidos (www.stonyfield.com). Estos yogures en concreto están hechos en Francia, bajo la normativa europea.


Mito nº1. Son productos más sanos y naturales, porque no tienen "químicos"


Dicho así literalmente es falso, cosas de la quimiofobia actual, imagino.

En la naturaleza hay productos químicos por todas partes: desde el agua, el oxigeno y el dióxido de carbono y las sales minerales que utilizan las plantas para vivir, hasta las moléculas que le dan ese olor y sabor inconfundible al tomate recién cortado o al pan recién hecho. Sean ecológicos o no.

Así, aunque me fastidie, vamos a asumir que "químicos" es una manera corta referirse a los "productos químicos de síntesis" antes citados. Que sea bueno o malo que existan estos "químicos" en nuestra comida ya es cuestión de la confianza que tengamos en la ciencia y en las autoridades de control. Pero dejadme que os cuente tres cosillas.

La agricultura convencional utiliza fitosanitarios sintéticos, cuando la situación lo requiere y en la cantidad mínima imprescindible. De tal manera que, una vez el alimento llega al consumidor si queda algún residuo de estos productos nunca supera los límites (LMR o límite máximo de residuos) que se han establecido como inocuos para la salud humana.

Natural no significa "inocuo". En la naturaleza existen sustancias tóxicas: ya sean minerales o fabricadas por plantas (la cafeína o la nicotina por ejemplo), animales o microorganismos principalmente para defenderse. La agricultura ecológica utiliza algunas, pero ha de respetar igualmente su LMR aprobado o las limitaciones de uso. Por cierto, a menudo se menciona a una de estas sustancias, la rotenona, para "atacar" a la producción ecológica: que sepáis que está prohibida en la Unión Europea pero no en Estados Unidos.

Por último, en la ganadería convencional NO está permitido el uso sistemático de antibióticos, sólo por prescripción veterinaria y cuando resulte necesario. Justo igual que en ganadería ecológica, que no es cuestión de que el animal sufra o se muera pudiendo evitarlo.



El cuerpo de los animales (y de las personas) tiene hormonas de manera natural; son moléculas que ejercen funciones concretas en el organismo. Respecto a esta carne sin hormonas: a) si fuera verdad no sería natural en absoluto, b) en la UE no se permite el uso de hormonas del crecimiento en ninguna especie ganadera. Vamos que pretenden vender como ecológico algo que es completamente normal. Fuente: J.M. Mulet.



Mito nº2.  Son productos que ayudan a proteger el medio ambiente

En general sí que es cierto.

Considerando que la filosofía de la agricultura ecológica busca una producción en armonía con la naturaleza (utilizar recursos renovables, limitar la erosión del suelo y favorecer su fertilidad, fomentar la biodiversidad tanto cultivada como silvestre, etc...) resulta obvio que al medio ambiente le viene bien que consumamos productos ecológicos.

Pero también conviene fijarse si se ha gastado mucha energía en traerlo desde lugares muy lejanos o si está sobreempaquetado con elementos no biodegradables. A menudo se olvidan estos "pequeños detalles",  quizás para satisfacer a unos consumidores aún poco concienciados. De todos depende que los alimentos ecológicos lo sean en todos los sentidos.


Por muy ecológicamente que haya sido cultivado ¿merece la pena traer este aguacate en barco o en avión desde México? ¿sabrá igual, mejor o peor que uno sin logo ecológico cultivado en Málaga ?. Cosas que me pregunto en el supermercado.


Si hay algo que llevo mal son los alimentos sobreempaquetados. Sean ecológicos o no. He aquí una muestra: ¿hace falta gastar tanto plástico (que por cierto, ese en concreto no se recicla) para 12 tortitas?.






Un contraargumento habitual es que, al ser la AE menos productiva tendría que ocupar más tierras vírgenes para equipararse a la convencional. Aun estando de acuerdo con lo de la productividad, permitidme dudar de ello. Si tuviera que buscar a los culpables de la deforestación de selvas tropicales en la actualidad, apuntaría antes a la producción de soja para piensos o de aceite de palma que a los productores orgánicos.



Otra certera visión de las contradicciones del mundo actual y del "eco" en particular. Fuente



Mito nº 3. Son productos libres de transgénicos

Realmente no es un mito. Como hemos visto es uno de los pilares de la filosofía de producción ecológica.

En coherencia con la idea de recurrir casi exclusivamente a los recursos que proporciona la naturaleza, no se permite el uso de organismos genéticamente modificados mediante técnicas de ingeniería genética; de alguna manera su origen está en un laboratorio y por tanto no están presentes espontáneamente en la naturaleza (aunque en realidad sí hay casos de transgénesis "natural").

La única excepción que se hace es a los medicamentos veterinarios elaborados con la ayuda de microorganismos transgénicos.


Mito nº 4. Son alimentos más nutritivos y más sabrosos

Respecto a la calidad nutricional de los alimentos ecológicos hay mucha controversia al respecto: existen estudios científicos que afirman que los alimentos ecológicos no son especialmente más nutritivos y otros que afirman justo lo contrario. En resumen: no existe evidencia científica de ello.


Respecto al sabor, es más subjetivo aún y que yo sepa tampoco hay consenso científico. Como consumidora ocasional de productos ecológicos a veces noto diferencias y a veces no.



Buscar los alimentos de temporada suele ser el camino más corto para encontrar su sabor propio. Sean ecológicos o convencionales. Fuente


Una de las consecuencias de producir plantas y animales de manera ecológica es que crecen más lentamente. Utilizar abonos orgánicos, recurrir a razas y variedades autóctonas, alimentar en base a pasto en vez de pienso...son técnicas de manejo que no consiguen crecimientos exprés pero ayudan a conseguir alimentos como mínimo más sabrosos (es complicado explicar los porqués).

Pero ojo, todos estos manejos no son patrimonio exclusivo de la producción ecológica. Realmente es una cuestión de productores que miman sus productos. Convencionales o ecológicos.



Un buen ejemplo de producto cuidado (que estaba bastante bueno, por cierto) pero que cae en la quimiofobia.



Mito nº 5. La Agricultura Ecológica no puede alimentar al mundo


Pues no, ni de coña; pero la convencional tampoco lo está consiguiendo. Incluso nos permitimos el lujo de despilfarrar cantidades enormes de comida.

Soy de la opinión de que si realmente se quiere alimentar a TODO mundo, habrá que trabajar primero en la equidad al acceso a los alimentos, o a la tierra para producirlos.

De todas maneras, viendo las perspectivas de crecimiento de la población mundial y del ritmo y modo de consumo actual de alimentos, no parece que la agricultura ecológica, dadas sus particularidades, pueda alimentar a todos los habitantes del planeta por sí sola.

Creo que la agricultura ecológica difícilmente puede competir con la convencional, pero eso no significa que tengan que ser enemigas. Ambos sistemas de producción pueden ser complementarios, aprender y beneficiarse el uno del otro.



Las trampas cromáticas para el control de plagas las utilizan la agricultura convencional, la producción integrada y la producción ecológica.Fuente


Espero haber aportado una visión imparcial en esta eterna guerra que mantienen los defensores más acérrimos tanto de la agricultura convencional como de la ecológica.



Para hacer esta entrada he utilizado:


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